Falangismo y nacionalsocialismo: primos-hermanos en la IIGM

Por Liber

Si hay algo que el conocimiento histórico sobre el franquismo durante la Segunda Guerra Mundial nos deja claro sin atisbo de duda fue su identificación con las potencias del Eje Roma-Berlín. Y más en concreto, con el Partido Nacionalsocialista Alemán (NSDAP), así como con su proyecto de Nuevo Orden Europeo.

Ahora bien, el regimen del general Franco en su conjunto no se identificaba con la causa nacionalsocialista y, por ende, hay que matizar tal afirmación. Por un lado, porque había sectores clericales y conservadores que miraban con recelo a un nazismo "revolucionario", cuyas doctrinas estaban estigmatizadas por la Iglesia católica.

Por otro, porque a partir de 1943, un mero reflejo de supervivencia hizo que Franco y sus colaboradores mostraran una paulatina simpatía hacia la causa de los Aliados: se trataba de mantener así un delicado equilibrio de cara a la cada vez más inminente Europa de posguerra.

Pero, en el seno del Partido Único (FET-JONS), creado en 1937, había un mayoritario sector fascista, identificado propiamente como "falangista", que cultivó la admiración hacia el nazismo y la identificación con sus valores y su coreografía.

En sus orígenes, el fascismo español recibió cierto influjo hitleriano a través del creador del nacionalsindicalismo, Ramiro Ledesma Ramos, defensor de un "fascismo de izquierdas" que guardaba más semejanzas con el nacionalsocialismo que con el fascismo italiano.

Pero el auténtico líder de Falange, José Antonio Primo de Rivera, un ferviente admirador de , no sentía especial simpatía por el nazismo. Fue la Guerra Civil Española la que aproximó a nazis y falangistas. Estos buscaron asesores alemanes para la formación de los oficiales de la Milicia del partido en la Academia de Mandos de Pedro Llen. Asimismo, Manuel Hedilla, el sucesor de José Antonio, creyó, equivocadamente, contar con su apoyo en la pugna con Franco de la primavera de 1937.

Tras el final de la Guerra Civil Española, la Embajada alemana en Madrid y, sobre todo, la Auslands-Organisation (AO), la organización del NSDAP en el extranjero, se convirtieron en auténticas instancias de poder en España gracias al apoyo falangista. La mística de la "revolución pendiente" se mantuvo viva en un extenso sector de la Falange, que veía en Franco a un conservador clerical que gobernaba con el apoyo de la Iglesia y el Ejército.

Para este sector totalitario del Partido Único, el Tercer Reich no sólo era una fuente de inspiración política, sino un aliado vital para apartar del poder al Generalísimo y construir el estado nacionalsindicalista.

Entre los dirigentes filonazis (y antifranquistas) destacaría Gerardo Salvador Merino, el delegado nacional de Sindicatos de FET, cuyo empeño en construir un " Estado sindical " revolucionario le llevaba a contemplar al nacionalsocialismo como una ideología con la que debía identificarse el falangismo.

A partir de la primavera de 1939, los conspiradores falangistas intentaron sin éxito conseguir el apoyo del partido nazi para un golpe de Estado, en el que se llegó a plantear incluso la eliminación física del general Franco.

El dirigente del partido nazi en España, Hans Thomsen, los frecuentaba y escuchaba, pero también lo hacia con Serrano Súñer, Dionisio Ridruejo o Antonio Tovar, cabezas de la Falange "serranista" o con Jose Luis de Arrese, representante de un sector falangista más afín a Franco.

Más tarde, frustrados por las cautelas que mostraba el Caudillo a la hora de entrar en la Segunda Guerra Mundial, los dirigentes alemanes estudiaron sustituirlo por el General Agustín Muñoz Grandes, el jefe de la División Azul, ex secretario general de FET y de conocidas simpatías filonazis, en quien los falangistas radicales veían un sustituto ideal de Serrano Súñer.

Pero Franco relevó al general en 1943, lo llamó a España y le colmó de honores, al tiempo que lo anulaba políticamente. Para entonces, era cada vez más evidente que Alemania iba a perder la guerra y ello apagó poco a poco los entusiasmos pronazis de los falangistas, aunque la mayoría siguió simpatizando con la causa hasta su caída.

Estandartes como estos de la izquierda, de la Legión Cóndor (con mezcla de simbología falangista y nazi), ponían en compromiso al régimen franquista a finales de la Segunda Guerra Mundial, cuando la victoria aliada ya era solo cuestión de tiempo.

Franco decidió actuar con cautela y apartarse de las políticas filonazis que habían caracterizado al primer periodo de la Segunda Guerra Mundia l.