En la muerte de Antonio D. Olano. Esta crónica sobre su último libro estaba escrita para divulgar mañana, para el inicio del año 2013, al que inesperadamente no llegó
PARÍS BOMBARDEADO
Durante la II Guerra Mundial un niño de Villalba, Lugo, bombardeó París desde un avión que despegó de una base militar nazi en León y volvió para contarlo ahora en una novela/nivola, mezcla de memorias y fantasía titulada “El niño que bombardeó París”.
El autor acaba de morir antes de leer esta crónica. Era Antonio D. Olano, un personaje del realismo mágico, como sus paisanos de pueblo Fraga Iribarne y el cardenal Rouco Varela: el político se creía serio y resultaba teatrero, y el otro es teatrero, pero parece muy serio.
Olano es uno de los periodistas, escritores y autores teatrales más fascinantes de las últimas décadas, amigo de personajes como Fidel Castro o el Ché Guevara y el Marqués de Villaverde, el yerno de Franco, por poner dos extremos.
Amigo también y biógrafo en una decena de libros de Picasso y de Dalí, “El niño que bombardeó París” (Actas Editorial) narra la postguerra española de un alter ego que a veces es él y en ocasiones otros niños que vuelan con alas artificiales o en aquellos Junker 52 que también salieron de León para bombardear Guernica.
La base alemana le permite al escritor volar a París con su amigo piloto Gustav Adolf y cruzar la historia con la pintura del malagueño-coruñés-barcelonés-parisino sobre el bombardeo para saber por qué está el toro en el Guernica.
Hijo de madre catalana, Gustav Adolf enlaza a Olano con el Dalí franquista, genio surrealista que infecta a Olano con su onirismo, lo que le permite descubrir al Picasso tolerado por los nazis cuando tomaron París, y a Hitler, que no se suicida, sino que es enviado con Eva Braun secretamente a Brasil en el avión de Gusta Adolf.
Nivola/novela que se lee como la alucinación inspiradora de Dalí, y que hace de Olano otra suerte de genio del realismo mágico.
Era una buena persona, amigo de sus amigos y piadoso con quienes no lo apreciaban.
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PERIÓDICOS MATÁNDOSE
Dos de los periódicos más influyentes de España, aunque pierden peso aceleradamente, están matándose con un odio creciente, cultivado durante décadas, acusándose recíprocamente de deshonestos y vendidos.
“El País” imputa a “El Mundo” representar la extrema derecha de la editorial italiana Rizzoli; “El Mundo”, mientras, denuncia los negocios supuestamente sucios del clan Pujol y del separatista Artur Mas, vinculándolos a “El País”.
“El País”, que dictó la conducta del PSOE desde su llegada al poder en 1982, y que atemorizó al PP, incluso cuando Aznar fue primer ministro, ahora es incapaz de preocupar a Rajoy, a quien, según reconoce, sólo le interesa “Marca”.
“El Mundo” nunca alcanzó la fuerza de su rival, pero levantó grandes casos informativos, como el de los GAL, información sobre los crímenes de Estado que “El País” negaba en la década de 1980.
También se equivocó en asuntos como los atentados del 11M. Mientras, los catalanes, “La Vanguardia” y “El Periódico” no informan sobre las presuntas corrupciones de CiU: este partido lleva muchos años sosteniéndolos, y ahora les toca pagar, apoyándolo, o sin obstruir su independentismo.
“El País” ataca a su rival por defender obsesivamente, dice, la unidad española, y le exige al Gobierno que impida las filtraciones policiales que denuncian que los líderes de CiU han obtenido cuantiosas fortunas con comisiones ilegales, venta de favores y desfalcos, como el del Palau de la Musica de Barcelona.
“El Mundo” responde implicando al propio “El País” en los negocios familiares de los Pujol con el Grupo PRISA: Oleguer Pujol es propietario de los edificios del periódico y de la SER.
En esta cruenta batalla ninguno gana, ambos pierden, pero quien sale más malherido en su credibilidad es el que fuera legendario “El País”. Negocios sucios y periodismo casan mal.
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SALAS