La primera película como director de Viggo Mortensen aborda una terrible historia familiar, en la que unos hijos intentan ayudar a un padre en absoluta decadencia, con los primeros signos de la enfermedad de Alzheimer. Pero es que este padre ha sido siempre un ser autoritario y la enfermedad no ha endulzado precisamente su carácter. Así pues, Falling es una historia de amor incondicional de los hijos a un padre intolerante que no lo merece. Un padre que, cuando lo vayamos conociendo mejor, descubriremos que es uno de esos hombres derrotados por su pasado, una circunstancia que él quiere pagar con los que lo rodean y, sobre todo, consigo mismo. Desde luego si la relación con su hijo varón, que es quien más se implica en los cuidados, funciona es porque es un verdadero estoico, capaz de aguantar sin inmutarse los numerosos insultos homófobos que le dedica su padre. Solo la nieta será capaz de sacar una sonrisa a un anciano caduco que, si bien no es capaz de caer simpático en ningún momento al espectador, este acaba apiadándose de él y de su evidente sufrimiento. Una película muy correcta pero que no destaca en ninguna de su facetas, ya que se intuye que su director no ha querido arriesgar y ha entregado una historia convencional bien filmada.