La mayor parte de los fallos de pensamiento son fallos de percepción. Los errores de lógica son menos frecuentes. Por lo general podemos enredar a alguien en los lazos de la lógica con una adivinanza cuidadosamente preparada, pero en la vida ordinaria las personas somos bastante lógicas. Ya hace mucho tiempo que vengo diciendo que la percepción es el punto clave del pensamiento. David Perkins, de la Universidad de Harvard, me dijo que su investigación demostraba que la mayoría de los errores que se comenten en el pensamiento son fallos de percepción: ver solamente una parte de la situación, colocarla en un entorno inadecuado, emplear la selección emocional de la información, etc.
Muchas de las deficiencias de nuestra conducta también podrían considerarse fallos de percepción (al menos en parte): la arrogancia, el egoísmo, la desesperación, una reacción exagerada, la dependencia, etc.
Los adjetivos son peligrosos. Por lo general deberías desconfiar de alguien que emplea muchos adjetivos en un argumento. Son una forma de vincular nuestro sentimiento sujeto a algo, en un intento de demostrar que la cualidad es realmente objetiva. Cuando llamas “presuntuoso” a un artista, eso dice mucho más de ti que sobre él. Cuando un crítico dice que algo es “demasiado sencillo”, eso dice mucho sobre la necesidad de complejidad que tiene dicha persona.
En parte la sabiduría radica en desconfiar del uso de los adjetivos. Eso no significa que tengamos que eliminar los adjetivos del lenguaje, pero deberíamos darnos cuenta de que éstos suelen ser subjetivos.
La sabiduría sugiere que empleemos términos como “generalmente”, “por lo general”, “la mayor parte del tiempo”, “probablemente” y “quizás”, en lugar de términos más absolutistas como “debes”, “no puedes”, “siempre” y “nunca”. Este cambio en la expresión reduce el carácter de arrogancia, a la vez que conserva la utilidad de los argumentos.
Libro “Manual de la sabiduría”, de Bono.