Falsa anarquía

Por Dayana Hernandez

Si dejara de escribir, puesto que hacerlo no parece tener ningún propósito, lograría simplificar mi vida, pero le tengo miedo a la simplicidad. En el fondo sé que nada es tan profundo como parece serlo, lo profundo son las consideraciones que tenemos de las cosas, no las cosas. Sé que las diferentes corrientes filosóficas aún las más elaboradas no responden a los pequeños secretos del cuerpo, como responde un beso. Que toda furia política y todo movimiento social, son intimas variaciones de nuestra vanidad. Toda acción se ejecuta para suplir nuestras necesidades más intrínsecas. Estamos energizados por una implícita sexualidad que al morir se lleva consigo los sueños de grandeza. Es tan efímera nuestra quimera. Mas allá de las apariencias sociales, y de todas las convenciones implantadas en nuestra mente durante siglos, la vida se reduce al deseo de perdurar, al deseo de aferrarnos con todo lo que tenemos y trascender. Sin importar nuestra clase social o nuestra educación, todos soñamos. El espiritualismo ha sido otro medio para lograr el deseado avance o alguna clase de ataraxia, porque siempre la humanidad ve este proceso como una marcha hacia ese objetivo incierto, creemos palpar él cenit de lo que somos a cada instante ¿pero hacia dónde deseamos avanzar? ¿Qué cumbre deseamos Alcanzar? Todo conforma una estética tan implícita en nuestras visiones que respondemos a ella sin cuestionarnos. Desde el arte hasta la guerra, queremos dejar una huella movidos por una incontrolable vitalidad. Esto que escribo, no es más que eso. Un agonizante esfuerzo. Mi inútil intento de perpetuarme en el tiempo de una forma que incansablemente busco que refleje alguna clase de belleza, tal vez, esa belleza que no logro encontrar en la realidad.

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Arte: William Blake