Falta de respeto a la Puerta del Principe

Por Antoniodiaz

La semana pasada tuvo lugar en la Real Maestranza de Caballería de Sevilla un concierto, por llamarlo de alguna manera, de José Manuel Soto con sus amiguetes. No puedo estar más de acuerdo con lo escrito en La Caja Negra Sevillana (Diario de Cádiz) por Carlos Navarro Antolín, titulado "Falta de respeto a la Puerta del Principe":
Cuando le quisieron dar en Sevilla un homenaje a una leyenda viva del toreo como es Pepe Luis Vázquez, quien personifica para muchos el mejor concepto de gracia sevillana, el maestro de San Bernardo se negó a que la cuchipanda se celebrara en el mismo ruedo de la Real Maestranza. Poniendo las cosas en su sitio y en su justo valor, respondió amablemente a los promotores que nones, tal como contó en su día Antonio Burgos:

-Miren ustedes: en ese pisoplaza ha habido mucho triunfo, mucho fracaso y mucha sangre. Eso no es sitio para comer… Además, que quinientas personas me parecen demasiadas personas. Estén ustedes seguros que si van más de treinta, mando el parte facultativo y me caigo del cartel….
Cuando el martes sacaron a hombros a un cantante por la mismísima Puerta del Príncipe, algunos sentimos una mezcla de pena y vergüenza. Los símbolos lo son por algo. Por salir a hombros por esa puerta han expuesto su vida muchos matadores. Otros nunca lo consiguieron. Lo de ayer fue una frivolidad, una muestra de compadreo barato y una falta de tacto. Con los símbolos no se debe jugar. Y no se debe hacer no por puritanismo localista, sino por mero respeto. ¿Qué habrán pensado muchos maestros del toreo ante semejante pantomima?
Alguien debió poner cordura y cultivar el espíritu de Pepe Luis.
-Por esta puerta salen los matadores de toros. He dicho bien, los matadores de toros. Y únicamente cuando cortan tres orejas luego de jugarse la vida ejerciendo el arte de parar, mandar y templar. Para abrir esa puerta hay que triunfar con la verdad por delante. Y con la puerta no se juegan. Para las chucherías, váyanse al quiosco.
A esta ciudad le sobran tantas mamarrachadas como quienes las cometen.