-No diremos: Aquí dio fin a su cantar Salicio, sino: Aquí dio principio a su cantar Salicio; aquí sobrepujó en sus églogas a sí mismo; aquí resonó su zampoña, a cuyo son se detuvieron las aguas deste río, no se movieron las hojas de los árboles, y, parándose los vientos, dieron lugar a que la admiración de su canto fuese de lengua en lengua y de gente en gentes por todas las de la tierra. ¡Oh venturosas, pues, cristalinas aguas, doradas arenas! ¡Qué digo yo doradas, antes de puro oro nacidas! Recoged a este pobre peregrino, que, como desde lejos os adora, os piensa reverenciar desde cerca.
Miguel de Cervantes. Los trabajos de Persiles y Segismunda (1617)