Suelen recriminarme en casa cuando digo que "la vida es una mentira", pero a medida que el tiempo avanza y algún imprevisto rompe la cotidianidad, son ellos los que acuden a mi cita: "a ver si este "jodío" va a tener razón". Que conste que lo he dicho sinceramente, y sigo diciéndolo como lo siento, no importando épocas de bonanza o de miseria. Cuando pasan los años y "se van haciendo llagas las costuras", como mantiene nuestro rico refranero, uno va percatándose de todo el envoltorio en el que se maneja nuestra vida, y no me refiero sólo a la tremenda burocracia que nos asiste; también a nivel particular te vas dando cuenta que para llegar a un punto concreto tienes que dar cien mil rodeos, que todo está lleno de intereses, que nadie se fija en tu currículum si no va precedido de una buena recomendación, que te anuncian una cosa y te venden otra...
Pero hoy quería fijarme, sobre todo, en lo difícil que es triunfar en vida (me refiero a salir adelante en lo personal con éxito), y lo fácil que las redes sociales nos lo están poniendo para triunfar (ya en un sentido amplio) después de muertos. El debate está en la calle. ¿Qué ocurre con el perfil de una persona en una red social después de muerta? La hermana de un conocido periodista William Bemister ha librado una encarnizada batalla con Facebook, cuando lo único que pretendía era cancelar su perfil en internet. Qué fácil resulta darse de alta en un Banco, en una telefónica, en cualquier red social y qué difícil te lo ponen para salir de ella, como si al hacerte miembro o socio suyo, tuvieran ya derecho a manejar tus hilos de por vida, y como ahora se van viendo, de por muerte..
Tengo buenos motivos para decir esto, porque llevo dos años intentando cerrar una página de turismo rural en el portal de "ya.com" y ni por esas, remito cartas donde muestro los artículos que ellos citan de protección de datos y de atención al usuario. Y nada de nada. Envío un correo electrónico y me remiten a una dirección de Madrid. Escribo a la dirección de Madrid y me remiten a otro correo electrónico. Y así pasan los días. ¿Qué quieren que piense? Pues eso, que todo es una solemne y maldita mentira.