Fantasía En La Habitación

Publicado el 11 agosto 2018 por Carlosgu82

La noche nos hizo encontrar en una pequeña habitación alejada de todo.

Luego de mirarte por unos instantes, me acerqué a ti desde atrás y pensé en una forma de desnudarte sin que te dieras cuenta.

Seducirte al oído es lo primero que hice, busque tu confianza.

Te tomé de las caderas mientras mi boca recorría con sutiliza tu piel.

Tenía que ser discreto, usé esta escena para distraerte.

Al rato, te escuche agitada…”te tengo” me dije.

Viéndote vulnerable por un deseo que no podías esconder, me acerqué con cautela a los breteles de tu vestido.

Acaricie con mi boca tu mejilla, haciéndote sentir toda la dulzura que tenía para ti.

Empezabas a confiar en mis manos, perdias poder, ganabas placer.

El verte así, indefensa, despertó en mí una suerte de ternura, pero tu piel erizada me invitaba a seguir.

Con un movimiento sutil, mientras tu boca jugaba con la mía, solté tu vestido y lo hice caer a tus pies.

Ya desnuda, sentía que yo tenía el control.

Fui, entonces, recorriendo tu cuerpo con mis manos, al tiempo que te oía respirar agitada.

Nuestras bocas no se separaban mientras te tomaba de la cintura para luego acariciar tus pechos.

Sudabas, pero seguías inmóvil, sin poder.

Y así, débil, quería demostrarte todo el placer que yo podía darte.

La fragancia de tu piel me estimulaba, no tanto como tus besos que me tenían cautivo.

“¿Estaré perdiendo poder?”  pensé

No podía permitírmelo.

Así que me puse frente a ti y te sostuve las manos para que no pudieras responder.

Mi boca entonces, se despidió de la tuya y empezó a bajar.

Me encontré un momento en tu cuello y sentí bien de cerca tu respiración.

Luego, ya en tus senos, quise quedarme un rato, mis labios sentían que ese lugar era para soñar.

Tu vientre me esperaba así que, seguí camino hacia él y lo convertí en un pequeño descanso.

De pronto, algo en la escena me decía que siguiera bajando.

Fue así que, sutilmente, mi boca caminó el monte de venus hasta llegar al lugar donde impera el deseo.

jadeando, apretaste tus manos con las mías.

Sabias bien que mi lengua había empezado a jugar.

Inicie un camino sin retorno.

Por momentos, lo hacía suavemente, con delicadeza, para luego convertirlo en algo salvaje y animal.

Te había atrapado entre la sutileza y la potencia.

Fue así que, de tanto jugar ahí, tus manos me sujetaron con fuerza mientras un gemido violento se presentaba con el nacer de un orgasmo imponente.