-Visiones del fantasma por parte de valores españoles en lucha por triunfar en el género.-
Género. Relatos.
Lo que nos cuenta. Quince relatos sobre distintas aproximaciones al horror mediante el concepto del fantasma, más una primera introducción de Javier Quevedo Puchal y una segunda de Dario Vílas, responsable también de la antología además de autorde un texto, y con otros catorce escritores más o menos conocidos por los aficionados al horror y lo fantástico en España pero bastante activos en su mayoría.
Mi opinión/Destacado/Potenciales Evocados.- El columpio (José Luis Cantos): personajes y entornos clásicos manejados con un estilo muy actual, atractivo y trabajado, que se acerca al tema de la antología desde las relaciones familiares y con resultados atractivos.
- Aliud (Elena Montagud): trama no lineal al servicio de los cruces entre nuestro mundo y el de los fantasmas, interesante y agradable de leer.
- Caramelitos de fresa (Ignacio Cid Hermoso): mezcla de horror fantasmal y Ciencia ficción corporativa, que evita efectismos y ataca más a los sentimientos del lector.
- Chamberí (Francisco Miguel Espinosa): trabajo clasicote en casi todos los aspectos y que transcurre en su mayoría en un lugar que un servidor estuvo a punto, muy a punto, de conocer mediante subterfugios y riesgos.
- Desahucio (Darío Vilas): trabajo urbano y sucio que genera sensaciones distintas a las esperadas a tenor del tema de la antología porque podría verse más demoniaco que otra cosa.
- El más solitario de los números (Jesús Cañadas): ejercicio valiente porque hace intimismo con lo descarnado mediante un texto elaborado y curioso.
- El recipiente (Miguel Aguerralde): de esos trabajos en los que destaca más el propio viaje que el destino, honroso y poco más.
- Flores suicidas (Javier Cosnava): aproximación al fantasma de una forma distinta a las demás en la antología, que me recuerda en algunos momentos a ideas de El andén de nieve pero desde la perspectiva contraria
- Incoloro (Javier Pellicer): España, Guerra Civil, aparecidos y mensaje obvio en una historia con nervio y excelente ritmo que se va apagando según avanza.
- Juego de niños (Iván Mourín): relato que recurre a un giro final para ofrecer una trama de crueldad, casa tal vez embrujada y psicopatía infantil.
- Lo que Swendenborg no dijo (Daniel P. Espinosa): trastornos mentales, existencialismo y horror en un relato bien trabajado e interesante.
- Ludimila (Juan Ángel Laguna Edroso): en entornos rurales y con una trama que se puede ver venir en su destino, un relato entretenido y agradable de leer.
- Ojos de muñeca (Javier Trescuadras): otro trabajo que se ve venir pero es algo que no importa porque se disfruta su lectura gracias a la labor técnica del escritor.
- Sabe nuestros nombres (David Marugán): relato un poco alargado para lo que en realidad cuenta pero bien escrito, que me recordó lo que le sucedió a alguien que conozco cuando sirvió en el ejército en un cuartel de servicios caninos.
- Una vieja canción de blues (Luisa Fernández): cierre interesante porque mezcla varias cosas, está bastante cuidado en cuanto a los detalles de su trasfondo y rompe con la tónica habitual de la antología.