En los últimos años se han instalado con éxito las denominadas fat bikes. Estas bicicletas de montaña tienen la peculiaridad de tener los neumáticos mucho más anchos que una bicicleta de montaña convencional.
Las cubiertas de las fat bikes oscilan entre anchos de 3,6 pulgadas y 5 pulgadas, cuando una bicicleta de montaña de 29 pulgadas tiene un ancho máximo de 2,25 pulgadas.
Es aquí donde radica la principal diferencia entre una fat bike y el resto de bicicletas de montaña. Para alojar neumáticos con diámetros tan anchos tanto la horquilla como el cuadro están adaptados para tener unos pasos de rueda lo suficientemente anchos.
En general los bikers que poseen una fat bike la tienen como segunda bicicleta, ya que es menos polivalente que una bicicleta de montaña convencional.
Invierno, época ideal para las fat bikes
Para una bicicleta de montaña con neumáticos tan anchos, cuanto peores sean las condiciones del terreno y más roto esté más ventaja tendrá respecto al resto de bicicletas de montaña.
Al llevar neumáticos tan anchos es como si fuéramos en un tractor, ya que son capaces de pasar por cualquier terreno, ya sea barro, nieve, terrenos rotos, etc.
Tal anchura en los neumáticos también permite llevar muy poca presión en los mismos. De hecho la presión habitual en estos neumáticos oscila entre los 0,5 bares y 1 bar de presión. Por lo tanto son los propios neumáticos los que van a ejercer la amortiguación en la bicicleta.
Por este motivo una gran parte de las fat bikes no disponen de horquilla de suspensión y son 100% rígidas. Realmente no hace falta una horquilla de suspensión.
Por otro lado debemos tener en cuenta que el uso de una fat bike por terrenos rodadores o por asfalto nos va a penalizar muchísimo. La superficie de contacto de los neumáticos con el terreno es muy grande, por lo que lastra en exceso en estos terrenos.
Además son bicicletas más pesadas que las convencionales, y gran parte de ese peso está concentrado en las ruedas, la parte de la bicicleta donde el peso penaliza más.