[Esta es la cuarta parte en mi mini-serie sobre el estoicismo romano y como aprovechar sus herramientas para una vida (no solamente) minimalista. En la primera parte presento el libro “El arte de la alegría estoica”. La segunda parte trata de como evitar la adaptación hedonista mediante la visualización negativa. La tercera parte presenta la tricotomía del control. En esta parte presento las ventajas del fatalismo sano.]
El pasado, pasado está: acéptalo, y no lo lamentes
Actualmente no existe ninguna forma de cambiar el pasado. Puedes lamentarlo, maldecirlo, quejarte, e incluso imaginar mil maneras de formas mejores de reaccionar en aquel momento decisivo, pero ya ha pasado. No lo hiciste y ese momento no volverá. Lo que sí puedes hacer es aprender de la situación para no cometer el mismo error de nuevo en el futuro. Aceptar el pasado no significa ignorarlo, sino utilizarlo como un recurso de aprendizaje para evaluar futuras situaciones parecidas.
El presente ya está aquí: utilízalo
Al igual que el pasado no puedes cambiar el presente inmediato, pero sí que puedes utilizar el presente inmediato para cambiar el futuro inmediato. Si te das cuenta de que tu perro se está comiendo la compra, no puedes impedir que lo haga ahora, pero sí que puedes asegurarte que deje de hacerlo en unos segundos.
Quizás esta idea del fatalismo te suene muy lógico. ¿Para qué darle tanta importancia si todo el mundo sabe que el pasado no se puede cambiar? Resulta que aún sabiéndolo, al final del día nos quedamos lamentándonos por no haber hecho una tarea, por no haber llamado aquel amigo, por no haber dicho tal cosa inteligente cuando el jefe apareció de repente en la oficina. No te sirve de nada imaginar que podrías estar mejor ahora, pero sí que puedes analizar tu situación actual para utilizarla y llegar más lejos en el futuro.
No te equivoques: El “hacerlo mejor” en el futuro es un aspecto sumamente importante. Los grandes estoicos no eran nada complacientes. A pesar de que para ser felices no aspiraban a nada, llegaron a ser personas públicas de gran importancia. Séneca fue consultor político y director de teatro. Musonius Rufus y Epicteto gestionaron grandes escuelas filosóficas. Marco Aurelio fue emperador romano. Ellos tenían la convicción de que cada persona tiene el deber de dejar el mundo mejor de lo que lo ha encontrado. Utilizaron todas sus habilidades y sus destrezas para haver avanzar a sus comunidades. Aprendieron del pasado, pero sin quedarse atrapados en situaciones pasadas.
Lo que un(a) minimalista puede aprender de los estoicos
Debo reconocer que practicar un cierto fatalismo hacia el pasado es mucho más difícil que contemplar la visualización negativa. Mientras el ejercicio de pensar en lo que puede ir peor es algo teórico, las quejas sobre el pasado son más automáticas y están todas partes: “debería haber estudiado ingeniería, debería haber avisado de que me iba, debería haber participado en el proyecto333 desde el principio…”. Hay un millón de circunstancias que nos inducen a añorar el pasado. Además está aceptado socialmente quejarse de las oportunidades no aprovechadas, lo que resulta en muchas conversas que solamente giran alrededor de lo que se podía haber hecho mejor.
Si estás en el camino minimalista, entonces seguro que ya estás cuestionándote tus propios hábitos de consumo, de productividad, tu relación con las cosas, con el dinero y con el tiempo. Estos aspectos son fáciles de resolver comparados con la tarea de reconocer y dejar la propia añoranza del pasado, pero es necesario de hacer este paso a partir de las lamentaciones hacia un trato constructivo del pasado. Se trata un recurso para enfrentar mejor las situaciones parecidas en el futuro.
¿Te arrepientes de no haber tomado una decisión que ahora que ha acabado sirviendote de lección? Si quieres, lo puedes compartir en los comentarios.
Inspirado en capítulo 6, “A guide to the good life”, Irvine (2009).
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Imagen: shellberry / flickr
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