"Fatamorgana de amor con banda de música" de Hernán Rivera Letelier (1998)

Publicado el 12 septiembre 2014 por Tomas

Título: Fatamorgana de amor con banda de música

Autor: Hernán Rivera Letelier. Escritor chileno, vocero de la Pampa salitrera. Multilaureado, varias de sus obras han sido adaptadas al cine y al teatro. En KindleGarten lo conocimos por su magnífica "La reina Isabel cantaba rancheras".

A qué género(s) y estilo(s) pertenece: Es una historia que combina drama, romance y humor, con una mirada ácida, triste y nostálgica, que incluye elementos de diferentes corrientes artísticas, como el esperpento, el surrealismo o el neorrealismo.

Qué cuenta: Los años de esplendor de Pampa Unión, un desaparecido pueblo de la Pampa chilena, por medio del romance de la señorita Golondrina del Rosario con Bello Sandalio, el trompetista de La Banda del Litro, una formación musical compuesta para recibir al dictador Carlos Ibañez del Campo. A través de los disparatados y esperpénticos sucesos de la novela, conocemos los años de esplendor de la Pampa y de la industria salitrera, y su posterior declive y agonía.

A menudo digo, sin empacho, que de mayor quiero ser Hernán Rivera Letelier. Me enamoré de su obra con su primera novela, y la lectura de la segunda, que hoy veremos, viene a reafirmarme en mi sentimientos para con este autor chileno.

Una fatamorgana es un espejismo, una entelequia, una ilusión óptica provocada por el sol y el calor, que se produce en el mar y en los desiertos. Como veremos, el título es evocador y representativo de lo que es la novela. Por una parte, toda la historia en sí misma y su ambientación tienen una atmósfera de irrealidad, de ensoñación, que se mueve entre lo cierto y lo increíble. Por otra parte, significa la desaparición del modo de vida pampino, de la sociedad salitrera, como si sus años de esplendor, de pujanza, hubiesen sido solo un sueño, una simple ilusión.

"Fatamorgana...", narrada en tercera persona y dividida en veinte capítulos sin titular, se mueve entre diferentes géneros. Combina el costumbrismo con el neorrealismo del cine de Fellini o Berlanga, con el esperpento de Valle-Inclán, el tremendismo de Cela, el surrealismo y pinceladas del realismo mágico de García Márquez. Pasa del drama al humor en la misma página, y destila romanticismo, entendido como la exaltación de los sentimientos y las emociones frente a la razón.


La trama se ubica en Pampa Unión, un pueblo de la pampa salitrera chilena, en su época esplendorosa, en 1929. Fundado casi sin querer por el doctor Lautaro Ponce, se convirtió en lugar de reunión de mineros, comerciantes y buscavidas. En él proliferaron tabernas y prostíbulos, transformándose en un centro de comercio, diversión y excesos a la sombra de la próspera industria salitrera, asistiendo a su largo y lento declive. Finalmente se despobló, y hoy sus ruinas son Monumento Nacional.

Es, ante todo, una historia de amor. El romance entre la señorita Golondrina del Rosario, hija del barbero del pueblo, culta, refinada, exquisita, delicada, de belleza vaporosa, y Bello Sandalio, un trompetista crápula y calavera, hijo de una iquiqueña y un marinero irlandés, del que heredó el cabello pelirrojo ("de cobre") y la piel pecosa.

El romance se desarrolla entre muchos subargumentos, que sirven a Rivera Letelier para hacer una pequeña lección de historia de la Pampa salitrera y de la Región de Antofagasta, de la que es considerado, con justicia, el gran portavoz. En la novela figuran gran cantidad de personajes y hechos reales, como el líder obrero Luis Emilio Recabarren, el aventurero español Victoriano Pig (que ofrece unos momentos realmente tremendistas y esperpénticos), el escritor Hipólito Gutiérrez, Pablo Neruda (citado sin nombrarlo, como "un joven poeta chileno, autor de un libro titulado Crepusculario") o el dictador Carlos Ibañez del Campo.

Igualmente flotan sobre la novela hechos dramáticos, como las injusticias que padecen los mineros por parte de los patronos, los abusos de las fuerzas del orden, y las muchas e infames matanzas de obreros huelguistas, destacando sobre todas ellas la de Santa María de Iquique, una de las mayores iniquidades de la historia chilena.

"[...]las estremecedoras narraciones de masacres llevadas a cabo en toda la extensión de la comarca pampina. La matanza de Ramírez, la matanza de Buena Ventura, la matanza de Pontevedra, la matanza de la Escuela de Santa María de Iquique, la matanza de Barrenechea, la matanza de Maroussia, la matanza de La Coruña, la matanza de San Gregorio. "Palomeo de rotos" llamaban con sorna los militares a estas verdaderas carnicerías que los industriales y los gobiernos de turno, coaligados en un repugnante complot de silencio, querían ocultar a toda costa al conocimiento público y a la historia patria."

[Me resultó curioso que dos de las "oficinas" se llamen La Coruña y Pontevedra, ciudades gallegas]

En la misma línea histórica, el libro es un retrato de la sociedad pampina: las luchas obreras, los movimientos sociales, las explotaciones salitreras siempre en manos de extranjeros, los inmigrantes,

"Españoles, griegos, sirios, yugoslavos, árabes, chinos, japoneses, argentinos, peruanos, bolivianos, italianos, alemanes, portugueses y toda una babel de comerciantes y aventureros venidos desde todas las latitudes del globo terráqueo"


los mineros, los buscavidas sin oficio ni beneficio, las prostitutas... toda una "corte de los milagros" que se muestra a través de la mirada deformante, esperpéntica y surrealista de Rivera Letelier, que hace que cobren vida y sus descripciones grotescas y caricaturizadas sean de una gran expresividad y transmitan la dimensión psicológica de los personajes, además de la descripción física.

Hay algo que ilustra la efervescencia de la vida pampina de la época y la prosperidad de la pecaminosa Pampa Unión, localidad que oficialmente no existía y que carecía de iglesia: la oferta cultural existente, con periódicos y revistas que publicaban poemas de aficionados, cines, "biógrafos" y teatros. Como homenaje al cine clásico, Rivera Letelier emplea la figura del sincronizador, es decir el pianista que tocaba mientras se proyectaba la película muda, eligiendo la música adecuada para acompañar las escenas. Golondrina del Rosario ejercía de sincronizadora, además de profesora de declamación y poesía para las señoritas de la burguesía, lo que es síntoma del nivel de progreso y refinamiento que había alcanzado un lugar tan remoto e inhóspito.

El gran logro del autor, como ya vimos en su otra obra, es dotar a su relato de un tono nostálgico, melancólico, de recuerdo de esplendores pasados ahora perdidos, de buenos tiempos, de fotos antiguas en las que nos vemos más jóvenes y bellos, de amistades y amores pretéritos. Así, el lento y agónico declive de la industria salitrera chilena, que se extiende desde la Gran Depresión hasta entrados los años 80, parece ser eterno, arrastrando con él una sociedad entera, un modo de vida desaparecido y que en esta "Fatamorgana..." se retrata en sus años dorados.

Así vemos correr el dinero, que se gana a espuertas y se gasta a manos llenas, en juergas tremebundas que duran días enteros, con los mineros borrachos durante todo el fin de semana, de taberna en taberna y de prostíbulo en prostíbulo, la música sonando sin parar y las jaranas que terminan en tumultos escandalosos.

Ejemplo perfecto de este desenfreno son los miembros de La Banda del Litro, juerguistas irredentos, borrachos, puteros... el propio Bello Sandalio, un truhán mujeriego y bohemio (siempre vestido con llamativas humitas de lunares) redimido al enamorarse perdidamente de la señorita Golondrina del Rosario; Candelario Pérez, el tambor, viejo veterano de la guerra del 79; Tirso Aguilar, el buglista, abandonado por su mujer, que se enamora de cada prostituta; el Bere Maturana, el loco y excéntrico platillero, atormentado por el "drama onomástico" de llamarse Berenjena; Cantalicio del Carmen, el bombero, cuyos hijos fallecen al poco de nacer y devoto de la Virgen de la Tirana; Eraldino Lumbrera, el remilgado y jactancioso trompetista que oculta su homosexualidad... todos bebedores contumaces, incapaces de tocar si no están medio borrachos y que terminan las parrandas cada mañana tras recorrerse todos los locales de Pampa Unión.

A estos personajes descastados y astrosos opone Rivera Letelier una nómina de otros caracteres más virtuosos, pero no por ellos menos esperpénticos y caricatos, como el maestro Jacalito, director de la orquesta, beato, timorato y comedido; o la idílica Golondrina del Rosario, cúmulo de virtudes y arquetipo de señorita de buena sociedad, que sin embargo se enamora hasta la pasión de Bello Sandalio, consumando su amor físicamente de una manera inimaginada.

"Ella, enardecida por el recuerdo de la prostituta acariciando a su músico peregrino en el proscenio, hizo aflorar a la más servil de las putas que, según había oído decir alguna vez, toda mujer llevaba dentro. Y esa noche lo amó como nunca antes lo había hecho. Lo amó sin partitura, sin red protectora, sin botellita de agua para el camino. Lo amó a capella, a pie descalzo, a puro pelo. "La única medida del amor es amar sin medida", se repetía para sí, gimiendo. Y se dejó adobar entera como una puerquita, se dejó lamer y lamió con la humildad de una pobre cordera huérfana, bebió de la melaza candente con la unción y fruición con que se liba de un cáliz sagrado, y rendida y humillada y caída de bruces, abiertas sus flores hasta el delirio, se dejó habitar, sodomizar y comulgar con todo el amor y la voluntad de que era capaz una frágil mujer apasionada."

Toda la novela, y en particular el final que sufren sus protagonistas, es tremendista y está empapado de romanticismo, en el sentido que ya comenté: la exaltación de los sentidos. La secuencia final, que no contaré, es impresionante, profundamente trágica y muy, muy emotiva.

Rivera Letelier logra, sin duda alguna, transmitir esos sentimientos y esas sensaciones con su relato. Se nota el calor abrasador y asfixiante de la Pampa chilena, ese desierto de Atacama que es el lugar más seco y árido del planeta ("Febrero derretía fierros esa noche"). El aire y el sol inclementes, que provocan esa fatamorgana que da título al libro. Tiene un estilo lírico, fluido, que con sus descripciones de personas y hechos es capaz de pasar del drama a la comedia en el mismo párrafo, y en el que destaca su forma de adjetivar verbos y sustantivos, inventando o retorciendo palabras, creando una prosodia propia y característica, tanto las hipérboles:

"perfumada y empolvada hasta lo níveo", "nimbada de un sombrerito", "empalideció hasta lo angélico", "drama onomástico", "boato papal", "la dureza penitencial de los asientos"

como el uso de los verbos:

"viboreaba", "rojeando como una granada abierta en el pecho"

y los adjetivos y sustantivos adjetivados:

"paternoso", "amorosienta", "muslos vinolentos", "morriñoso", "apeñuscado", "ojillos aguarenados", "abolivianado", "carnes alunadas", "traposas voces", "idiotas jibiliosos", "ojos enllantados", "calzoncillos afranelados", "asorochada por el calor"...

Son marca de autor y muestran un dominio del lenguaje soberbio, y claramente influido, creo ver, por maestros como Neruda, Rubén Darío o Valle-Inclán.

"Fatamorgana de amor con banda de música" es, en resumen, una novela para disfrutar de tres maneras distintas. La primera, como retrato y crónica de la historia pampina, del auge y lento desvanecimiento de su sociedad y su industria. La segunda, como un relato de amor apasionado y valiente por encima de diferencias sociales, de un romanticismo exarcerbado. Y la tercera, como un libro escrito con un dominio delicioso del lenguaje y un tono nostálgico, conmovedor y que reviste de dignidad y de belleza a personas llevadas a la miseria y la desesperación por la época y el lugar en los que les tocó vivir.

Más datos de interés: El fallecimiento del cineasta francés Bernard Giraudeau en 2010 dejó inconclusa su adaptación cinematográfica, labor que continuó el belga Hubert Toint, con el resultado de que la película está terminada y se espera su estreno para este 2014.

Ya debería estar estrenada, parece que se retrasa :) mientras, aquí tenéis unas imágenes del rodaje:


Buscando información sobre la obra, he leído que se ha representado a tablero vuelto, que ahora ya sé que es una expresión chilena para decir al máximo, a toda máquina, a todo trapo, a machamartillo, sin parar... :D


Y esto sería, por ahora, lo que os puedo contar de esta estupenda novela, que no puedo dejar de recomendar a los amantes de la literatura iberoamericana y que a mí me ha hecho amar un poco más aún la obra de este enorme autor chileno. Nos leemos!