Finales de los ochoceros. Cinco adolescentes de Coalinga, CA, en un estupor inducido por la mezcla de heavy metal y pegamento decidieron acabar con todo. Sin éxito.
Luego de años de terapias y experimentación con prótesis, digamos, poco ortodoxas, los engendritos autodestructivos fueron, digamos, útiles nuevamente. Este tercer disco de la testa faxeada es un testimonio del poder de la voluntad y del death metal. Porque no hay nada gracioso en un pacto suicida.
escalofríos demoniacos