Por:Mirko Lauer
En su mejor faceta los políticos emplean las reglas constitucionales y las leyes existentes para tratar de hacer avanzar las cosas. Los politólogos en cambio buscan cambiar las reglas de fondo para que la política sea más eficaz, lo cual en última instancia requiere que quienes ejercen el poder acepten esas propuestas.
¿Escuchan los políticos a los politólogos? A veces, pero no lo suficiente. Digamos que se escucha mucho más a los politólogos con capacidad de llegar a los medios. Fernando Tuesta, por ejemplo, es un buen comunicador con un tema atractivo, y así ha logrado cambios en importantes normas electorales. Lo ideal es cuando un politólogo llega al Congreso y logra actuar desde allí, como ha hecho Henry Pease.
¿Qué debaten los politólogos en estos días? El libro editado por Pease y Giofianni Peirano La democracia y sus instituciones en debate (PUCP, 2011) presenta un rico panorama de temas: lo electoral, lo partidario, el presidencialismo y la calidad de la democracia. Algunos temas están hoy en el debate público, otros no.
Se trata de propuestas de reforma. Unas pocas hacen cola, generalmente larga, en el Congreso. Otras todavía son planteamientos académicos apoyados en la razón o la experiencia. Así aparecieron realidades institucionales que hoy no parecen naturales. Pues, parafraseando a Lenin, sin teoría democrática no puede haber práctica democrática.
En efecto, buena parte de la solución a nuestros problemas prácticos está en la teoría política. ¿Cómo lograr un Congreso con menos bribones? ¿Cómo evitar que los presidentes regionales sean cuadrados por los artistas de la política en la calle? ¿Cómo restablecer una democracia de partidos políticos dignos de ese nombre?
Este tipo de asuntos en el fondo incomoda a muchos políticos, cuyo horizonte es lograr ser elegidos o reelegidos con las reglas que ya existen, es decir que ya conocen. Lo demás les puede llegar a parecer una pérdida de tiempo. Para ellos hay ocasiones en que un politólogo eficaz puede ser más subversivo que una columna guerrillera.
Pues el politólogo no solo predica reformas. También llama la atención (y este libro lo hace muy bien) sobre el difundido incumplimiento de las normas partidario-electorales de todo tipo que existen. Pero como los infractores son gobernantes de todo nivel, la voluntad de sancionar es casi inexistente.