En fin, que igual da que seamos de los que nos apuntamos al carro de los incrédulos o al de los muchos románticos declarados, el caso es que tenemos a San Valentín llamando a la puerta. Y en una semanita exacta, todos habremos hecho un despliegue de buenas intenciones con nuestra pareja o, en su defecto, empezaremos a elucubrar quién será el afortunado que contará con nuestra felicitación. Yo soy de las descreídas que piensa que este día no es más que un invento consumista de las grandes superficies para sacarnos los cuartos, pero teniendo en cuenta que me he declarado "juntaletras romanticosa", no me queda otra que rendir honores a nuestro santo patrón y escribir algo con la sana intención de haceros suspirar. Si lo logro o no, eso es algo que está por ver. Espero que me lo digáis en los comentarios, porque de momento, cada cuarenta y ocho horas, aproximadamente, subiré una escenita de «Querer no es poder», el relato que verá su final el 14 de febrero. Una pequeña historia que he escrito especialmente para vosotros, los que tenéis la gentileza de seguirme en este blog. Así que si la curiosidad os puede, no dejéis de pinchar en la portada: