Ian Gibson.
Federico García Lorca.
Crítica. Barcelona, 2011.
El 18 de agosto de 1937, cuando se cumplía un año justo del asesinato de García Lorca, moría en Santander Rafael Rodríguez Rapún, teniente de artillería del ejército de la República. Había cumplido 25 años en junio y había sido el último amor del poeta.
Con ese dato asombroso construía Ian Gibson el epílogo de su monumental estudio sobre García Lorca en dos tomos definitivos que publicó Grijalbo hace un cuarto de siglo.
Una casualidad menos llamativa que esta otra: el manuscrito de Así que pasen cinco años está fechado el 19 de agosto de 1931, cuando faltaban cinco años exactos para que pasara lo que pasó.
Aquellos dos volúmenes excedían los límites estrictos del estudio biográfico, eran también una acercamiento documentado y riguroso a la intrahistoria de la creación lorquiana y proponían un recorrido coherente, temático y cronológico por los textos más significativos de la poesía y el teatro de Lorca.
La infancia de niño rico en la vega granadina, los años de formación literaria y musical, el magisterio de Falla, la Residencia de Estudiantes, el papel decisivo que jugaron en aquellos años Dalí y Buñuel, la aguda crisis personal y literaria que desembocó en los meses neoyorquinos y en Cuba, su consagración como dramaturgo, la experiencia de La Barraca, su compromiso político, su homosexualidad y las oscuras circunstancias que rodearon las horas previas a su asesinato son algunos de los ejes en torno a los que giran los treinta y cinco capítulos del libro.
Ahora, a los setenta y cinco años del asesinato del mejor poeta español del siglo XX, Crítica recupera en un volumen conmemorativo de casi mil quinientas páginas aquella obra monumental, que en 1998 tuvo una versión revisada con las aportaciones del epistolario y la obra juvenil que habían sido editados después de la primera edición.
Desde entonces hasta hoy, aunque se han ido añadiendo aportaciones a la bibliografía lorquiana y se han conocido nuevos detalles sobre la obra y las circunstancias de la muerte del poeta, algunas firmadas por el propio Gibson, este libro se ha consolidado como una referencia ineludible no sólo en la reconstrucción de la biografía de Lorca, sino en la propuesta de un conjunto sólido de claves interpretativas que iluminan el complejo mundo metafórico que desarrolla su obra.
Salvo alguna cuestión de matiz, siguen vigentes básicamente los datos de la investigación de Gibson, el sentido que orientaba sus interpretaciones y las conclusiones de su análisis, que vincula la biografía de Lorca y su sexualidad problemática con su producción poética y teatral, de la misma manera que la proyección universal de esa obra no ha dejado de crecer hasta hacerse imprescindible en el panorama poético europeo de la primera mitad del siglo XX.
La marcha inexorable del tiempo –escribe Gibson en el prólogo que ha escrito para esta reedición-, además de llevarse a tanta gente cercana de alguna manera al poeta, no ha hecho más que asentar la fama internacional de este. Lorca tiene hoy una irradiación mundial y su universo se ha convertido, casi se podría decir, en símbolo de lo español.
De alguna manera, este prólogo de 2011 es una despedida de Gibson de casi cincuenta años de investigación lorquiana: Haber podido dedicar tantas décadas a estudiar al hombre y su obra ha sido el mayor privilegio de mi vida.
Un privilegio compartido con sus muchos lectores, para quienes la figura del poeta y la de su mejor estudioso son ya inseparables. Lo explicaba Antonio Muñoz Molina hace unos años cuando presentaba a Gibson como el último viajero del romanticismo.
La novela verdadera y trágica de la vida de Federico García Lorca no puede contarla ya nadie sin tener presente la aventura de indagaciones a la que ha dedicado tantos años Ian Gibson.
Santos Domínguez