Isabel Díaz Ayuso, la presidenta de Madrid, acaba de lanzar una iniciativa brillante que haría mucho daño a Sánchez. Pide que los presidentes autonómicos del PP no acudan a la Moncloa para evitar que Sánchez los soborne y engañe, uno por uno. Propone que los reciba a todos juntos y que si no lo hacen no haya diálogo. Es una receta útil frente a un manipulador sin escrúpulos experto en mentiras y estafas, pero Feijóo no ha apoyado esa iniciativa.
¿A qué espera el PP para discernir que Feijóo no tiene posibilidad alguna de destronar al corrupto y fracasado Sánchez?
En los partidos modernos, convertidos en asociaciones de individuos en busca de poder, privilegios y dinero, el liderazgo del "número uno" es cada día más fuerte e inamovible, aunque se trate, como ocurre con Feijóo y Sánchez, de dirigentes fracasados e incapaces de despertar ilusión en la ciudadanía. Los dirigentes máximos son sostenidos fielmente y con fanatismo por la cuadrilla que les rodea, beneficiada por el líder con caros y puestos bien remunerados y con dosis de poder más altas de lo que es aconsejable en democracia.
Feijóo es un mediocre sin atractivo, carisma o programa, muy parecido a Sánchez, pero inferior al socialista en brutalidad, osadía, astucia y malicia.
Ninguno de los dos vale como dirigente democrático, pero Sánchez tiene más capacidad de ganar porque es más hipócrita, maniobrero, corrupto, traidor, imaginativo y mejor pastor de rebaños miserables.
El problema es que fabricar un líder con alcance nacional y capacidad de fascinar a los electores no es fácil y, en todo caso, se necesitan años para consolidarlo. Si no realiza cambio drásticos y urgentes, el PP no tendrá tiempo para crear un nuevo líder y en las próximas elecciones no será capaz de derrotar al sanchismo, por muy corrompido y degenerado que esté.
Feijóo sólo podría ganar si el propio Sánchez se suicida y comete tantos errores y abusos que el pueblo se rebela contra él y lo envía al basurero de la Historia del que nunca debió salir. Feijóo no depende tanto de sus aciertos como líder, que son escasos, como de los errores de su adversario, que son demasiados.
Francisco Rubiales