Un alcalde italiano acaba de institucionalizar la felicidad: sus vecinos serán felices por decreto. En Ceregnano, un puéblo véneto de 4.000 habitantes situado en el nordeste de Italia, ya es más fácil sonreír, o debería serlo, ya que cuenta con una concejalía de la felicidad. Y cómo no, la encargada de hacer a los vecinos la vida más placentera es una mujer, que además es cocinera!!
¿Pero qué es la felicidad?, ¿cómo se logra?
Si mirámos a los libros lo primero que se me ocurre es Un mundo feliz de Aldous Huxley. Esta novela retrata un mundo perfecto basado en el desarrollo de la tecnología reproductiva, para entendernos: cultivos humanos, seres humanos criados de forma artificial. El mundo así generado es saludable y avanzado. La guerra y la pobreza desaparecen y todos son permanentemente felices. Sin embargo, no todo es perfecto: para alcanzar esta supuesta felicidad se han eliminado la familia, la diversidad cultural, el arte, la ciencia, la literatura, la religión y la filosofía. ¿Queremos ser felices a costa de perder todo lo humano?
Más cercano en el tiempo nos queda el libro de Eduardo Punset El viaje a la felicidad. Este pensador inicia el libro con esta explicación: “Hace un poco más de un siglo la esperanza de vida seguía siendo de treinta años: lo justo para aprender a sobrevivir, si se contaba con la suerte, y culminar el propósito evolutivo de reproducirse. No había futuro ni, por lo tanto, la posibilidad de plantearse un objetivo tan insospechado como el de ser felices. Ésta era una cuestión que se aparcaba para después de la muerte y dependía de los dioses. La revolución científica ha desatado el cambio más importante de toda la historia de la evolución: la prolongación de la esperanza de vida que ha generado más de cuarenta años redundantes –en términos evolutivos-. Por primera vez la humanidad tiene futuro y se plantea, lógicamente, cómo ser feliz aquí y ahora. La gente se ha sumergido en esas aguas desconocidas, prácticamente, sin la ayuda de nadie. Ahora la comunidad científica intenta iluminar el camino”.
¿Llegaremos a la felicidad de la mano de la ciencia? ¿de la mano la política? Yo creo que la felicidad está en nuestra cabeza: hay que querer ser feliz, poner todas nuestras energías en ello y eliminar el drama de nuestra vida cotidiana. Por supuesto que tendremos disgustos y reveses, pero no deben ser el centro de nuestro pensamiento. La felicidad es un proceso emocional individual. Ni la ciencia ni la política nos llevarán a ella. No se alcanza, se es feliz deseándola. Qué seas feliz!