Tal día como hoy, hace ya 10 años, sobre las 8 de la mañana, me convertí en madre. Hace 10 años abracé a mi hijo por primera vez, cambié un pañal por primera vez, dí el pecho por primera vez, pasé la noche velando por primera vez. Hace 10 años aprendí a querer de verdad.
Llevo toda la semana debatiéndome entre la alegría y la pena. La alegría de ver al jovencito en el que se está convirtiendo aquel pequeño que llego al mundo a las 36 semanas y que apenas rozaba los dos kilos y medio. La pena precisamente por eso, porque ya no es aquel pequeño. No me entendáis mal, adoro al Marco de 10 años, me encanta como es, le quiero con toda mi alma pero una parte de mi echa un poco de menos al Marco chiquitín, al que dependía de mamá para todo. Cada día que pasa sigo aprendiendo a su lado. Pero también, cada día que pasa aumentan mis temores e inseguridades por lo que ha de venir.
Mi niño se hace mayor. Y aunque todavía le guste jugar conmigo a "la mano cosquillota", que le toque el pelo y le haga mimitos, que le ataque el "monstruo de los besos", que veamos pelis en familia con los cinco metidos en una cama de 1,50 o que le lea cuentos (que ya son libros, más bien) he de aceptar que está creciendo, que eso es así, que no se puede detener el tiempo y que tengo que ir abriendo mis alas para dejarle salir al mundo. Y sé que las etapas que vienen también serán bonitas. También quiero vivirlas. Quiero compartir con él sus inquietudes, conocer sus primeros amores, ayudarle a madurar y a encontrar su propio camino... Aun es pronto, lo sé, pero estos pensamientos se agolpan en mi alma y quiero compartirlos con vosotros. Creo que el hecho de que sean 10 años, una década, ha marcado un punto de inflexión en mi. Escribo mientras las lágrimas me recorren el rostro. No lo puedo evitar. Son lágrimas de emoción, de sentimientos agolpados, de felicidad y de orgullo de madre... Ahora mismo siento ganas de cogerle e hinflarle a besos, de darle mil achuchoenes, de estrujarlo en mis brazos y no soltarlo nunca... Por que a pesar de los años, a pesar de todo lo que la vida nos depare, para mi siempre seguirá siendo mi pequeño, el que vino de repente para enseñarme que se puede amar sin condiciones...
¡¡¡Feliz cumpleaños mi amor!!! Gracias por estos maravillosos 10 años, gracias porque contigo aprendí lo que es el amor en estado puro, gracias por enseñarme a ser más paciente, a anteponer las necesidades de otros a las mías, por mostrarme las cosas realmente importantes. Mi amor por ti es infinito, tú lo sabes. Y me siento muy, pero que muy orgullosa del hombre en el que te estás convirtiendo. Recuerdalo siempre...