Cada vez que entraba en Escanda, su tienda y taller, sabía que una pequeña tertulia iba a tener lugar. La voz de Felipe era profunda y tranquila. Tranquila y decidida. Todo al mismo tiempo. Supe por él de su paso por el sistema de enseñanza, pues era un maestro en el más puro, perfecto y mejor sentido de la palabra.
Felipe, además de maestro, también era poeta. Un día, paseando por Ribadesella, vi un cartel que anunciaba un homenaje en la Casa de Cultura a Federico García Lorca. Así, de casualidad, supe que Felipe Prieto era uno de los integrantes del grupo "La Caravana del Verso", y que recitaba con su hermosa voz los versos del alma de tantos poetas buenos. Buenos como él, que también era poeta, y estoy seguro que en el más puro, perfecto y mejor sentido de la palabra.
Sabía que estaba enfermo. Por eso no pudo conocer la Logia. Varias veces se nos frustró poder escucharle recitar los sonetos de Rosario Acuña en la Senda del Cervigón... Me duele que no haya podido ser... Me duele mucho.
Conservaré en el recuerdo su voz serena, su sonrisa... La última vez que le vi estaba a la puerta del taller que nunca visitó Woody Allen, según anunció él de manera solemne valiéndose de un cartel que colocó en su escaparate, en unos días en los que muchos comercios ovetenses se jactaban de haber atendido al director norteamericano, con la infeliz intención de darse un lustre de nobleza. La última vez que le ví, yo iba caminando a toda velocidad hacia mi despacho. Pasé a su lado. Él hablaba con alguien. Las miradas de ambos se cruzaron. También las sonrisas
Woody Allen never was here... Yo sí estuve. Tuve esa inmensa fortuna. Al igual que tantos otros. Y todos conservaremos en el recuerdo, estoy seguro, su voz serena, su sonrisa...Et si omnes, ego non.