Felipe V de España, llamado «el Animoso» (Versalles, Francia, 19 de diciembre de 1683-Madrid, España, 9 de julio de 1746), fue rey de España desde el 16 de noviembre de 1700 hasta su muerte en 1746, con una interrupción desde el 16 de enero hasta el 5 de septiembre de 1724) debida a la abdicación en favor de su hijo Luis I, que falleció a temprana edad el 31 de agosto de 1724.
Como bisnieto de Felipe IV, fue el sucesor del último monarca de la Casa de Austria, su tío-abuelo Carlos II, por lo que se convirtió en el primer rey de la Casa de Borbón en España. Su reinado de 45 años y 3 días (partido, como ya se ha señalado, en dos periodos separados) es el más prolongado en la historia de la monarquía española.
El primer reinado del primer Borbón
Segundo hijo del gran delfín Luis y de la princesa María Ana Cristina de Baviera, nieto, pues, de Luis XIV y biznieto de Felipe IV de España, Felipe V nació el 19 de diciembre de 1683 en Versalles.
Por parte de su padre era un borbón, y, a juzgar por uno de sus primeros retratos pintado por Joseph Vivien, ya acusaba en su adolescencia los rasgos físicos característicos de la familia; también, como casi todos ellos, padecía de un exagerado apetito sexual. Su madre era una Wittelsbach. De ella heredó una especie de melancolía anquilosante que se manifestaba por largos períodos de reclusión y abandono, y que con el tiempo lo llevaría a una acentuada demencia.
Proclamación de Felipe V
Cuando el 16 de noviembre de 1700 Luis XIV convocó a la corte en el palacio de Versalles para anunciar al nuevo soberano, Felipe de Anjou no había cumplido aún los diecisiete años. Según ciertas crónicas, recibió la noticia complacido y bromeó alegremente con sus hermanos, los duques de Borgoña y de Berry, acerca de su inminente reinado. Pero Rey Sol, que en las grandes ocasiones solía desplegar la mayor solemnidad, prosiguió su discurso ceremoniosamente. Por último, volviéndose hacia su nieto, le recomendó: «Sé un buen español, pero no olvides nunca que has nacido en Francia». De este modo, dos siglos después de que un representante de la casa de Borbón -el sexto hijo de san Luis Roberto de Clermont— subiera por primera vez al trono francés, el duque de Anjou se convertía en el primer Borbón que reinaría en España. Y lo haría, al menos en la primera fase de su prolongado mandato, siguiendo el consejo de su abuelo y bajo su supervisión.
El nuevo rey fue proclamado como Felipe V el 24 de noviembre, reconocido como monarca legítimo por las potencias europeas salvo Austria, ya que el archiduque Carlos se consideraba el heredero con más derechos y también pretendía el trono.
Proclamación de Felipe V como rey de España en el palacio de Versalles (Francia) el 16 de noviembre de 1700.
" aria-describedby="caption-attachment-27754" data-orig-size="754,526" sizes="(max-width: 754px) 100vw, 754px" aperture="aperture" />Proclamación de Felipe V como rey de España en el palacio de Versalles (Francia)
el 16 de noviembre de 1700.
Llegada a España
A fines de enero de 1701 Felipe V partió hacia España y ya nunca volvería a pisar suelo francés. En febrero entró en Irún y en abril llegó a Madrid. El 8 de mayo juró su alta investidura en los Jerónimos ante las castellanas y el pueblo acogió esperanzado al joven monarca, cuyo aspecto agradable y su porte elegante se imponían fácilmente a la deforme figura de su antecesor. Incluso disculpó que no hablara una sola palabra de español, algo que apenas unas décadas antes, cuando aún era la lengua noble en todas partes, habría sido inadmisible. Como primera muestra de ese agrado, se lo invitó a presenciar un auto de fe, pero el rey rehusó horrorizado.
Provenía de una corte que, en contraposición a la española, rezumaba refinamiento y era, también, más risueña. La vieja distinción de la corte castellana, ajena al gusto suntuoso de Luis XIV, se revelaba, a ojos del joven Felipe V, como una aburrida pacatería que confundía seriedad con virtud e intriga con diversión. Implantar lo francés era casi más sencillo que adaptarse, y de acuerdo a ello obraría los primeros quince años de su reinado asistido por una compacta «embajada» de diplomáticos, militares, aristócratas y comerciantes enviada por Luis XIV, a cuya cabeza destacaba la célebre princesa de los Ursinos.
La triple alianza por la corona española
Los nobles españoles comenzaron a indignarse al ver el país gobernado por una camarilla que seguía instrucciones de Versalles, y la simpatía inicial no tardó en transformarse en recelo. Los catalanes fueron pioneros en evidenciar esa animadversión: cuando a mediados de 1701 Felipe V se dirigía a Figueras para casarse con María Luisa Gabriela de Saboya, presidió en Barcelona una sesión de las cortes en la que concedió demasiados privilegios. Tal magnanimidad creó susceptibilidades; de otra parte, el recuerdo de la reciente guerra con Francia y la política absolutista y centralizadora del Rey Sol cimentaron el escepticismo catalán. En cuanto a las potencias europeas, pronto se sumaron a Austria en su lucha por el trono y en septiembre del mismo año se formó la Triple Alianza con Inglaterra y Holanda, a la que luego se unieron Saboya —pese a que el duque saboyano era el suegro de Felipe V— y Portugal. Una formidable coalición para luchar contra Luis XIV y su único aliado: España. Todo lo cual no habría de depararle al primer Borbón un gobierno fácil, ni mucho menos pacífico.
Si bien las luchas empezaron en las posesiones hispanas, pronto se extendieron por distintos frentes a la península, inaugurando la guerra de Sucesión.
En 1702, Felipe V quiso defender en persona los dominios españoles y marchó a Italia, consiguiendo sendos triunfos en Santa Vittoria y Luzzara. Fue durante ese primer alejamiento de su esposa que sus crisis depresivas comenzaron a agudizarse. Su natural propensión, sumada a la abstinencia sexual —el horror al pecado le impedía la práctica extramatrimonial—, le produjo un desasosiego tal que creía estar a punto de morir. Aun así, el rey de España logró algunas victorias, la más importante de ellas la de Almansa en 1707, sobre las fuerzas anglo portuguesas que el año anterior habían tomado Madrid, hecho que al abúlico Felipe V le valió el mote del Animoso.
Fin de la guerra por la corona española
Pero la guerra sólo comenzaría a ver fin a partir de 1711, cuando a la muerte del emperador José I de Alemania, su hermano, el archiduque Carlos, se hizo con el trono imperial. Los países aliados, que hasta entonces habían combatido para impedir el engrandecimiento de Francia, se desinteresaron de una contienda que en adelante conduciría sólo al engrandecimiento de Austria. Los últimos suspiros de la guerra de Sucesión se circunscribieron a Barcelona, Mallorca e Ibiza, que demoraron su capitulación hasta 1715.
Para aplastar Cataluña, Felipe V firmó el tratado de paz impuesto por sus enemigos, desmembrando así las importantes posesiones hispánicas en Europa. A la casa de Austria se le concedió Flandes, el Milanesado, Nápoles y los presidios de Toscana y Cerdeña; a la casa de Saboya, Sicilia; a Portugal, la colonia de Sacramento; y a Inglaterra, Gibraltar y Menorca. A este respecto los tratados de Utrecht y de Rastadt —de 1713 y 1714, respectivamente— fueron determinantes. La guerra propició también una serie de cambios en la estructuración del Estado, con el establecimiento de las secretarías, de las que surgirían los futuros ministerios; y en la administración, con la creación de los intendentes, en 1711, y la adopción de la ley Sálica, que excluía a las mujeres en la sucesión al trono y en el reparto de tierras. Estas transformaciones culminaron con la abolición del régimen autónomo de los reinos de la Corona de Aragón, asimilados en su mayoría a Castilla. Si bien su primer reinado se prolongó todavía diez años más, el término de estos tres lustros iniciales marcó el final de un período definido de su gobierno.
Abdicación de Felipe V
Felipe V abdicó el 10 de enero de 1724 en favor de su hijo Luis I, aduciendo su deseo de recluirse en el palacio de San Ildefonso -que había hecho construir a imagen del de Versalles para meditar acerca de su salvación eterna y vivir como un asceta. Cabe la conjetura de que ese pretexto fuera la razón pública de otra más íntima: la de hacerse con la corona francesa.
Muerto el duque de Orleans y a punto de fallecer sin descendencia el joven Luis XV, sólo restaba esperar su deceso. Pero el que murió fue su propio hijo Luis, de viruela, y Felipe V, contra su voluntad, volvió a ocupar el trono el mismo año de su abdicación. Fue al comenzar su segundo reinado cuando sus síntomas psicóticos se intensificaron. Al principio, su proclividad a la abulia se hizo evidente; más tarde sus extravagancias fueron la comidilla de todo el mundo. Aun así, reinó otros veinte años durmiendo durante el día y atendiendo por la noche los asuntos de gobierno. Obligando a la corte a secundar su demencia, organizaba cacerías a las dos de la madrugada y pretendía montar los caballos de los tapices de palacio.
Resulta claro, pues, que fue la reina la que en verdad gobernó durante este período caracterizado por una política tendente sobre todo a lograr y luego afianzar la posición de sus hijos. Así lo prueban el Tratado de Sevilla de 1729 y los pactos de familia firmados con Francia en 1733 y 1743. Gracias a ellos, aprovechando primero la guerra de sucesión polaca, y después la austríaca, sus hijos accedieron a los tronos italianos. – Fuente
Matrimonios e hijos
Primer matrimonio
Felipe V de España contrajo matrimonio con su prima, María Luisa Gabriela de Saboya (17 de septiembre de 1688–14 de febrero de 1714), el 2 de noviembre de 1701 y tuvieron cuatro hijos:
- Luis I (25 de agosto de 1707–31 de agosto de 1724), rey de España. Casado con Luisa Isabel de Orleans, sin descendencia.
- Felipe (2 de julio de 1709–8 de julio de 1709). Falleció pocos días después de nacer.
- Felipe Pedro (7 de junio de 1712–29 de diciembre de 1719). Falleció en la infancia.
Felipe Pedro nació siendo el tercer hijo varón y segundo superviviente del rey Felipe V y la reina María Luisa Gabriela. Nació la mañana del 7 de junio de 1712, en Madrid, tres años después de la muerte de su hermano mayor y homónimo de nombre, el infante Felipe Pedro, que había muerto a los dieciséis días de nacido. Su otro hermano superviviente sería el futuro rey Luis I de España.
Poco después de un año, se unió a él un hermano, el infante Fernando. Felipe tenía el pelo rubio y ojos azules, igual que sus parientes. Su padre y su madre eran primos, lo que hace a Felipe un ejemplo de la endogamia dentro de la familia real española. Poco meses después del nacimiento, su madre se enfermó de tuberculosis y sucumbió ante la enfermedad el 14 de febrero de 1714 quedando huérfano cuatro meses antes de su segundo cumpleaños. Poco después su padre se casó con Isabel Farnesio, ella despreció a sus hijastros, aislándolos por lo que los tres hermanos fueron muy unidos.
El 24 de diciembre de 1719 Felipe ya estaba gravemente enfermo y murió el 28 de diciembre. Su padre arregló su entierro, siendo sepultado el 20 de enero de 1720 en El Escorial.
- Fernando VI (23 de septiembre de 1713–10 de agosto de 1759), rey de España. Se casó con la infanta Bárbara de Braganza, sin descendencia sobreviviente.
Segundo matrimonio
Contrajo segundas nupcias con Isabel Farnesio (25 de octubre de 1692–11 de julio de 1766) el 24 de diciembre de 1714; tuvieron siete hijos:
Carlos III de España (1716 – 1788) – Rey de España (10 de agosto de 1759-hasta su muerte). Contrajo matrimonio con María Amalia de Sajonia; tuvieron trece hijos.
Francisco, 21 de marzo de 1717 – 21 de abril de 1717 – Muerto en la infancia.
Ana María Victoria, Reina de Portugal (1718 – 1781). Contrajo matrimonio con José I de Bragança «El Reformador», Rey de Portugal; Reina consorte de Portugal y Algarve (31 de julio de 1750-24 de febrero de 1777); tuvieron cuatro hijos.
Felipe I de Parma (1720 – 1765). Duque de Parma, Plasencia y Guastalla (1748 – hasta su muerte). Fundó la casa de Borbón-Parma (también conocido como los Borbones de Parma); Contrajo matrimonio con Luisa Isabel de Francia; tuvieron tres hijos.
María Teresa, Infanta de España (1726 – 1746). Delfína de Francia (23 de febrero de 1745-hasta su muerte). Contrajo matrimonio con Luis de Francia (hijo de Luis XV de Francia); tuvieron un hijo.
Luís Antonio, Infante de España (1727 – 1785). Arzobispo de Toledo, Primado de España (1735), Cardenal de Santa María della Scala (1735), con tan sólo ocho años y Arzobispo de Sevilla (1741), En 1754 renunció a sus títulos eclesiásticos, siendo finalmente el XIII Conde de Chinchón (1761-hasta su muerte). Contrajo matrimonio morganático con María Teresa de Vallabriga y Rozas; tuvieron tres hijos apartados de la sucesión.
María Antonieta (1729 – 1785). Reina Corsorte de Cerdeña (20 de febrero de 1773-hasta su muerte). Contrajo matrimonio con Víctor Amadeo III de Cerdeña; tuvieron doce hijos.
Así retrató Louis Michel van Loo a «La familia de Felipe V», el primer rey Borbón de España
Fallecimiento
Durante los últimos años de su reinado, la enfermedad mental y el deterioro físico de Felipe V se fueron acentuando, se puede apreciar al rey en obras célebres de los pintores franceses, como Jean Ranc y Van Loo, se observa el cansancio que presenta, producto de problemas alimenticios y males psicológicos, hasta que en la noche del 9 de julio de 1746 murió de un ataque cerebrovascular. Apenas transcurrida una semana de la muerte de su padre, el nuevo rey Fernando VI —el único hijo varón de su primer matrimonio que le había sobrevivido— ordenó a su madrastra, la reina viuda Isabel Farnesio —quien había sometido a los príncipes de Asturias a una especie de «arresto domiciliario» durante casi quince años—, que abandonara el palacio real del Buen Retiro y se marchara a vivir a una casa de la duquesa de Osuna, acompañada de sus hijos, los infantes Luis y María Victoria.
Al año siguiente fue desterrada de Madrid y su residencia quedó fijada en el palacio de La Granja de San Ildefonso. Cuando la reina viuda protestó por medio de una carta en la que le decía al rey que «desearía saber si he faltado en algo para enmendarlo», Fernando VI le respondió con otra misiva en la que decía: «lo que yo determino en mis reinos no admite consulta de nadie antes de ser ejecutado y obedecido»—.
Sepulcro de Felipe V e Isabel Farnesio en la Real Colegiata de la Santísima Trinidad,
en el Palacio Real de la Granja de San Ildefonso (Segovia)
Por expreso deseo de Felipe V, su cuerpo no fue enterrado en la cripta real del Monasterio de El Escorial, como lo habían sido los reyes de la casa de Austria y también lo serían sus sucesores Borbón (salvo, asimismo, Fernando VI), sino en el Palacio Real de la Granja de San Ildefonso ubicado en la localidad de La Granja de San Ildefonso (provincia de Segovia), que había sido preferido por él en vida, como un capricho arquitectónico mucho más de su agrado y que le recordaba a la añorada corte francesa. Los restos del monarca reposan junto con los de su segunda esposa, Isabel Farnesio, en un mausoleo emplazado en la Real Colegiata de la Santísima Trinidad, en la llamada Sala de las Reliquias, dentro del citado Palacio Real.