¡Que
hermoso calificativo para ganárselo el heredero pasado un tiempo!Como
pensamos muchos, es el momento de aportar ideas tras pasarnos tantos meses
criticando todo lo criticable del lamentable estado político y económico que
padecemos. Y algunos le hemos hecho añadiendo que en el fondo lo que subyace es
una crisis de valores tan tristísima como galopante. Pues bien, ahí va una reflexión a futuro sobre
lo que podría ser un camino para andar en pos de una salida digna y necesaria
para nuestra España.Abdicación Al
Rey Juan Carlos, que en el pasado se
ganó a pulso el aprecio y el reconocimiento general de la sociedad española
cuando pilotó la Transición, y mucho más después cuando desactivó desde su
mando supremo del ejército la intentona del 23 de febrero de 1.981, con todas
las sombras que puedan existir; habría
que recordarle aquello tan redicho sobre la mujer del Cesar: no sólo hay que
ser honesta sino parecerlo. Y él, mucho más desde su papel de Jefe del Estado.
Sin entrar en detalles, por de sobra conocidos, es evidente que su tiempo ha
pasado. Y eso es incuestionablemente así porque sea como sea en realidad las
apariencias le retratan. Y no sólo dentro de España, sino a nivel
internacional. Alguien debería hacerle reflexionar, si es que él no está por la
labor, como parece, sobre el lastre que
supone dentro y fuera de España para la regeneración que nuestra sociedad
necesita.Debería
entender que las instituciones que forman el estado español han caído en tal
desprestigio a todos los niveles que sólo una medida de profilaxis radical
desde dentro del sistema podría evitar la ruina total moral y económica de los
españoles y, además, evitaría otras radicalidades más inquietantes; que algunas
tristísimas experiencias tenemos ya en España a las que no ha sido ajena su
familia. Desde aquel infame Fernando VII,
cuyo capricho dinástico ocasionó tres guerras civiles en el XIX, hasta su
abuelo Alfonso XIII, que hubo de
salir por piernas y por barco desde Cartagena por la mala gestión en el último
decenio de su reinado, y al que siguió una anárquica república que propició la
tremenda guerra civil que aún resuena en nuestros oídos. Precisamente en su
historia familiar tiene los precedentes que más deberían hacerle pensar. Buenos y malos, porque los regulares no caben sino en estos últimos; son
el principio de ellos. Y ahí está él.Sin
entrar, por puro practicismo, en monarquía o república, que no está el tiempo
para bollos, es el momento del heredero. Cada cual puede pensar como quiera, y
es evidente que nada garantiza la bondad suprema. Ni un rey ni un presidente de
república son garantía de nada por sí mismos. En la historia del mundo tenemos
casos para todos los gustos. Y en la de España también. Tampoco un régimen
monárquico u otro republicano nos puede asegurar ahora mismo nada. Siendo
prácticos, el remedio está en la reforma de lo que ya conocemos. Sabemos sus
virtudes y sus defectos. Y si esto fuera una actividad privada no me cabe
ninguna duda de que el cambio se haría así. Juzguen ustedes mismos imaginándose
ante una encrucijada así en sus asuntos propios.Constituyentes reformadoras y una
segunda transición Y
del Rey abajo, ninguno de los que ahora están en todas las instituciones que
forman del estado español. Se trataría de una segunda Transición con todas sus
consecuencias. Cambio en la Jefatura del Estado, reforma de la Constitución del
78, revisión de las principales leyes que han demostrado suficientemente su
ineficacia, sobre todo las referentes al juego político, sindical, empresarial, representativo y las que regulan las actividades económicas
en sentido amplio; y, esto fundamental, cambio de cromos en nuestros políticos.
Todos los que han estado en los últimos decenios deberían dedicarse a otra
cosa, con alguna notabilísima excepción – aquellos que pudieran mirar al pasado
y al presente sin temor- , y dar paso a la generación siguiente. Gobierno técnicoY
mientras todo eso pasara un gobierno técnico tipo Italia con gente capacitada
para sacarnos del tremendo atolladero en el que nos encontramos. Porque ni los
que ahora nos gobiernan ni los que
actualmente aspiran a hacerlo gozan de ninguna confianza entre los españoles;
al menos de la confianza necesaria para conducirnos ilusionados hacia ninguna
parte. Hemos llegado a tal estado de cosas, y para saberlo sólo hay que salir a
la calle y escuchar, que no nos creemos ya a nadie. No
se trata de culpar a nadie, que entre todas la mataron – a España – y ella sola
se murió, sino de que tengan la altura de miras y la generosidad suficiente
para hacer un acto de contrición y propicien entre todos, sobre todo los dos
grandes partidos y los de mayor representación, un pacto por la regeneración
seria y democrática de España y se sacrifiquen por todos nosotros, si es que
alguna vez tuvieron tal idea cuando decidieron dedicarse al servicio de los
españoles optando por la dedicación política. Imaginación al poderTodo
lo demás serán chuflas y chapuzas del tipo del conocido ‘mantente mientras
cobro’. Es lo que está pidiendo mayoritariamente la calle. Salgan y escuchen. Ahora,
más que nunca, es necesario aquello de imaginación al poder.Ojalá,
dentro de un tiempo, pudiéramos hablar de Felipe
VI ‘ elRegenerador’ . Sería señal de que hemos salvado el tipo, la buena historia,
la cartera y la vida. Otros caminos serían más ineficaces, ineficientes y, en
extremo, hasta tenebrosos. Salud y que lo veamos hecho un buen Rey de España. Este inmenso país, en todos los sentidos y en el
que cabemos todos, se lo merece.