Como todos los años para esta época de los primeros días, siempre estamos llenos de metas e ilusiones, hace un año atrás no fue la excepción, pero hoy al reflexionar en como transcurrió el año, no me queda más que admitir que las cosas son como Dios lo plantea, no como nosotros quisiéramos, claro que si dejar de lado, que sus bendiciones son múltiples y todo pasa con un propósito.
Cuanto nos puede cambiar la vida en un año!
Al inicio del 2017, nunca imaginé que sería el último año que viviría mi padre, quien falleció el 10 de marzo, dejando un vacío inmenso en nuestros corazones y obligándonos a aprender a vivir una nueva vida sin él. Sin duda uno de los golpes más dolorosos que tuve que sobrevivir.
Tampoco imaginé, que casi finalizando el año, tendría la hermosa oportunidad de casarme por la iglesia, después de 10 años de estar casados civil. Volver a recibir la absolución de los pecados y estar en capacidad de recibir el cuerpo de Cristo, ha sido la más grande bendición del año.
Entre altas y bajas, alegrías y tristezas, el año 2017 influyó en un crecimiento personal, me obligó a reflexionar, a entender, a pausar para respirar antes de seguir y una de las grandes enseñanzas que se ha quedado conmigo para el resto de mi camino es:
Aceptar lo que no puedo cambiar.
No deseo pedir un año poco real o de cuentos de hadas, es mejor ser realistas, pero si deseo tener la capacidad de aprender de cada paso que de en este año, la capacidad de amar, de entender, de aceptar y de apartar de mi a quienes (o aquello) que no es positivo.
Feliz y bienvenido año 2018!