Feliz año, no. Felices nosotros. Felices nuestras luchas, nuestras pequeñas batallas cotidianas. Que venzamos al desánimo diario, a las noticias, a los hombres gris marengo. Que sigamos paso a paso construyendo sonrisas como armas. Que sigamos amando, perdiendo, sufriendo, riendo. Felices nuestra gente, sus presencias, sus sonrisas y perfiles. Felices los días que aún podamos disfrutar del calor de una taza de café, de las gotas frías resbalando por la copa de cerveza junto a ese amigo que cuenta chistes como nadie. Felices los paseos al primer sol de abril en la Plaza Mayor, los mensajes de “aquí estoy”, las caricias lentas por tu espalda.
Que sea mejor año, no. Que seamos mejores nosotros. Que salgamos de las trincheras a sonreír en campo abierto, que aguantemos más, que saquemos de la caja la razón que siempre parecemos poseer. Mejor año, no. Mejor nuestros caminos, nuestras cosas. Mejor nuestra manera de andar por la vida sin perdonársela a nadie, mejor nuestros manos abiertas, dispuestas, cercanas. Mejor nuestra manera de ver que es importante y que podemos dejar delante del orgullo.
No os deseo feliz año. Os deseo felices ganas de hacer que lo sea. Quiero que sigáis ahí, recordándome cual es mi tesoro. Quiero tener la curva de tu cuerpo en mis manos al terminar el invierno, y la sonrisa de tus ojos al mediar la primavera. Quiero que queráis, que améis antes que odiar. Quiero que lloremos poco, perdamos lo justo, nos levantemos siempre.
Que no sea mejor año. Que seamos mejores nosotros. Se os quiere.