Feliz día mundial de la poesía

Por Enriquealcina
Feliz día mundial de la poesía. Catorce por ciento de amnesia. Sí a la guerra. La Otan tenía que ser, mi arma. Otan no, Otan sí. Ahora no, ahora sí. Así salen los niños de hoy en día: graciosos y traicioneros. Esta mañana, paseíto patrocinao por el Inem, gran ventolera, la luna escondía a punto de estallar, gente revoleá camino del médico, pensando en sí misma, ensimismada, y en Japón, y en Libia, en las revanchas de la naturaleza y del ser humano, en la primavera que llega disfrazá de buena voluntá. Las impurezas que el Levante se lleva por delante se tornan en peligrosos vaivenes, puro descontrol, los grandes éxitos de los Fuera de Quicio. Abajo juegan los escolares, cambian cromos en el recreo o se lían a pelotazos. De improviso, un corrillo, unos cosquis mal daos, arrinconan a un niño y se oye una viva voz casi unánime de sus presuntos compañeros: ¡Mariquita, mariquita! Lamentable. Ya sabemos en qué mundo estamos. Cosas del Levante y de la mala educación. La poesía es un arma cargada de futuro.
Cuando ya nada se espera personalmente exaltante, mas se palpita y se sigue más acá de la conciencia, fieramente existiendo, ciegamente afirmado, como un pulso que golpea las tinieblas,
cuando se miran de frente los vertiginosos ojos claros de la muerte, se dicen las verdades: las bárbaras, terribles, amorosas crueldades.
Se dicen los poemas que ensanchan los pulmones de cuantos, asfixiados, piden ser, piden ritmo, piden ley para aquello que sienten excesivo.
Con la velocidad del instinto, con el rayo del prodigio, como mágica evidencia, lo real se nos convierte en lo idéntico a sí mismo.
Poesía para el pobre, poesía necesaria como el pan de cada día, como el aire que exigimos trece veces por minuto, para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica.
Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan decir que somos quien somos, nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno. Estamos tocando el fondo.
Maldigo la poesía concebida como un lujo cultural por los neutrales que, lavándose las manos, se desentienden y evaden. Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.
Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren y canto respirando. Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas personales, me ensancho.
Quisiera daros vida, provocar nuevos actos, y calculo por eso con técnica que puedo. Me siento un ingeniero del verso y un obrero que trabaja con otros a España en sus aceros.
Tal es mi poesía: poesía-herramienta a la vez que latido de lo unánime y ciego. Tal es, arma cargada de futuro expansivo con que te apunto al pecho.
No es una poesía gota a gota pensada. No es un bello producto. No es un fruto perfecto. Es algo como el aire que todos respiramos y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos.
Son palabras que todos repetimos sintiendo como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado. Son lo más necesario: lo que no tiene nombre. Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos. Gabriel Celaya