Feliz No Cumpleaños

Por Lamadretigre

Cada vez que me topo con las fotos de alguna fiesta infantil maldigo el día en que el todopoderoso tuvo a bien concederme cuatro pies en lugar de manos y un daltonismo congénito severo. Una cosa está clara: No hay justicia en el mundo. Díganme si no, cómo es posible que a Star en Rojo le toque en suerte una maña sobrehumana con la troqueladora y eso que llaman washitape y no es más que un celo venido a más, un suegro cocinero y una hermana ilustradora. No es de extrañar que el cumpleaños de Vega haya sido ideal de la muerte.  Nada que ver con las fiestas de guirnaldas del súper y vajillas de plástico malo que les monto yo a las mías.

Desde luego por falta de práctica no será. A los cuatro cumpleaños anuales súmenle los bautizos estilo boda gitana y otros jolgorios. El año que viene, si todo va bien, celebraremos cinco cumpleaños infantiles, un bautizo y una comunión. Ahí es nada.

Nosotros los cumpleaños los hacemos caseros. Es decir, en casa. Da igual que sea invierno o verano, que vivamos en piso o tengamos jardín, o que superemos claramente el aforo máximo para garantizar una dosis razonable de oxígeno per cápita.

Todavía recuerdo con horror el tercer cumpleaños de La Segunda. La Tercera tenía exactamente un mes y vivía adosada a mi pecho que lucía una oportuna mastitis. Con ese panorama nos tocó entretener a nueve madres y trece niños. Ese mismo año a La Primera le organizamos una fiesta de policías para veinte niños que no se cansaron de dispararnos y esposarnos hasta la extenuación. No sé si recordarán también el sarao suicida que montamos el año pasado con doce niñas durmiendo en casa.

De aquellas y otras muchas experiencias espeluznantes he aprendido valiosas lecciones:

  • El primer y el segundo cumpleaños son para los padres. No se corten y organicen la fiesta que les apetezca. O no organicen nada especial. A su elección. Pero aprovechen esa libertad porque tiene los días contados.
  • El tercer cumpleaños es una faena. Los niños son demasiado pequeños para ir sin padres con lo cual el trabajo es doble, repartir cafés entre las madres y entretener a los niños.
  • A partir del cuarto cumpleaños los niños ya pueden quedarse solos. Empiezan los cumpleaños de verdad. No está de más santiguarse.
  • Imprescindible esconder bajo llave todos los juguetes pequeños y con piezas. Incluir en el veto cualquier cosa que pinte o corte. Se lo dice una cuya hija fue a un cumpleaños con melena y volvió con un corte tazón.
  • Los regalos en cuanto los abren se quitan también de en medio. Si no, no sobrevivirán a la fiesta y ya tenemos disgusto al canto.
  • Los niños en los cumpleaños comen poco. Eso lo aprendí después de comerme cuarenta y cinco sándwiches de nocilla yo sola.
  • El momento tarta y velas hay que quitárselo de en medio al principio cuando todavía tienen hambre y son capaces de aguantar sentados cinco minutos.
  • Hasta los cinco o seis años conviene ceñirse a juegos en los que no pierda nadie si no se quieren pasar la tarde entre plañideras. Nosotros inventamos una versión menos sanguinolenta del juego de las sillas en la que no se quitan sillas. Los niños corren y corren y cuando se para la música se sientan todos. Un exitazo.
  • En nuestra casa un hit absoluto es el pasemisípasemisá con las adaptaciones pertinentes. La puerta de Alcalá ha pasado a ser la de Bradenburgo.
  • Los caramelos ser reservan para el final si no quieren lidiar con una legión de micos con sobredosis de glucosa en sangre. Entre medias lo más versátil son las palomitas.
  • Hay que dejarles tiempo para jugar a su aire. No conviene excederse con el entretenimiento programado.
  • Nosotros, que somos muy entregados, solemos devolver a los niños cenados con un par de pizzas caseras pero siempre habrá quien te diga que es que a ella la pizza le gusta sin jamón, sin champiñones, sin queso y sin tomate. Lo que viene siendo pan del duro.

Créanme, siguiendo estos simples consejos no saldrán jamás en el Telva,  pero los niños acabarán felices como perdices. Garantizado.