Feminismo y democracia

Publicado el 22 enero 2018 por Jcromero

El caso Weinstein, el discurso de Oprah Winfrey en la ceremonia de los Globos de Oro, el movimiento #MeToo, el controvertido manifiesto publicado en Le Monde precisamente cuando se comienza a ganar la batalla contra la violencia machista... Las noticias sobre denuncias por acoso y violencia ocupan ahora un lugar preferente en los medios de comunicación, algo que no siempre ha sucedido así. En esta sociedad hay motivos, siempre los hubo, para hablar de machismo y abusos, de mujeres y feminismo, de seducción, libertad y puritanismo. Plantear estos asuntos es necesario para avanzar hacia una sociedad más amable, justa y libre.

Escucho en la radio a que se dice feminista por ser demócrata: "Difícilmente uno puede clasificarse como demócrata y no hacerlo como feminista. El feminismo es la persecución de la igualdad real de hombres y mujeres, la igualdad de derechos, la emancipación de todas y todos". Lo comparto; no es demócrata quien no se compromete con sus propios derechos y las libertades ajenas. Quien no se posiciona contra la desigualdad y la injusticia, no es demócrata. En este sentido, una sociedad democrática es aquella donde la mujer y el hombre defienden la autonomía propia, respeta la de los demás y rechaza todo acto violento o de dominio.

Ser feminista es fomentar la libertad, el respeto y la dignidad de todas las personas; ser demócrata implica rechazar el acoso y denunciar la violencia. Una sociedad no es democrática, por más que sea convocada a urnas, si sus instituciones y ciudadanía no se implican en la derrota de las desigualdades y las injusticias. Toda discriminación, abuso o violencia sexual resulta denigrante y siendo cierto que perseguirlas corresponde a la ley, es preciso expresarse en contra y denunciar. También es necesario valorar el esfuerzo de aquellos colectivos que nos alertan sobre la necesidad de construir una sociedad donde mujer no sea sinónimo de víctima.

La educación en igualdad debe fomentarse en la escuela y, sobre todo, en el seno de la familia para que al niño y a la niña se les eduque en el respeto, en compartir las tareas y se les enseñe que formar una pareja no es adquirir una posesión. Hay que sepultar el sistema que a no responder ante la violencia con gimoteos y sumisión.

En esta línea, hombres y mujeres tienen que rechazar aquellas frases, refranes o dichos que, formando parte del acervo común, desprenden un tufo insoportable. A modo de ejemplo: "en el amor y en la guerra todo vale" o "quien bien te quiere te hará llorar". En ambos casos hay demasiada estupidez y aceptación del dominio de uno de los miembros de la pareja sobre el otro.

Ser feminista, ser demócrata, también implica tener máxima prudencia al juzgar las conductas de otros. Cuando el puritanismo se extiende como una plaga bíblica, se hace necesario estar alerta y no caer en la tentación de convertirnos en justicieros de una moral cualquiera.

Escuchando a Emma Fisk, James Birkett, David Harris y Bruce Rollo: