Los párrafos son meramente enunciativos, con interés informativo en su momento, pero de escaso aprovechamiento leídos cien años después. Y son unos 1200. Demasiado.
Julian Barnes dice del autor que es un maestro en infundir vida a un texto de tres líneas, en demorar la información clave, en introducir un adjetivo estrafalario, en dejar el verbo imprescindible para el final. La verdad es que lo que he llegado a leer me ha dejado bastante frío y no veo ningún motivo para recomendar esta lectura.
No sé si debo empezar a preocuparme de que mis amigos me presten cosas cada vez más raras.