FENOMENOLOGÍA DEL ESPÍRITU. Encuentros con Ovnis y extraterrestres

Por Joseantonio
Fenomenología del Espíritu. Encuentros con Ovnis y Extraterrestres.
José GonzálezPsicoterapeuta de orientación junguiana
Durante el segundo encuentro con Raúl en Huelva el tema central que nos convocó fue lo que podríamos denominar la fenomenología del self. Estuvimos conversando acerca de los encuentros con objetos volantes no identificados y con sus supuestos tripulantes, es decir, con extraterrestres.

Tomamos como punto de partida y referencia la experiencia de un niño en un encuentro OVNI y con seres extraterrestres. La persona es Juan Pérez, con una edad actual de aproximadamente 52 años, que a la edad de 12 años tuvo su encuentro y le produjo semejante conmoción que tardó alrededor de 40 años en que su consciencia asimilara la experiencia y la transformación que supuso para su vida. Le dije a Raúl que había visto una película documental titulada “Testigo de otro mundo” en los cines princesa de Madrid y que me pareció extraordinaria.

En dicho documental el director Alan Stivelman se dirige a la localidad en la que vive el contactado Juan Pérez, en Argentina para hablar con él sobre la experiencia que tuvo y la repercusión de dicha experiencia en su vida. Lo primero que me llamó poderosamente la atención fue que Juan, a la edad de 52 años, aún no había asimilado aquel numinoso suceso. Cuándo hablaba de lo que le había sucedido hacía 40 años, aún le temblaba la voz y le costaba expresar en palabras lo que sentía. Rompía a llorar y cuando le preguntaban si hubiera preferido no haber tenido aquella experiencia respondía con una rotunda afirmación. La vivencia de aquél extraordinario suceso provocó que su vida se transformará en la de un ermitaño que vivía solo y alejado del mundo, sintiendo una terrible pesadez por aquella experiencia, que parecía haberlo hundido. Juan, en el documental, afirmaba que, después del encuentro OVNI, su vida había cambiado profundamente y tenía sueños premonitorios desde entonces. Él se sentía diferente y las personas de su alrededor lo tenían por alguien extraño y loco. Sin embargo, en el documental, vemos la importancia que tiene ayudar a una persona que ha tenido una experiencia semejante a asimilarla y a sacarle del aislamiento, ayudándole a que comprenda que hay otras personas que también han experimentado una vivencia semejante. Al mismo tiempo, el documental nos muestra que resulta fundamental que la persona se integre en una comunidad que comprenda el significado de aquella extraordinaria experiencia.
Este documental y su contenido extraordinario nos dio pie a Raúl y a mí para iniciar una conversación alrededor de lo que podríamos denominar la fenomenología del espíritu.
Una de las críticas que hicimos a la conclusión a la que llegaba el director del documental fue que para Alan aquella experiencia vivida por Juan podía explicarse a través de una experiencia interior transferida en la realidad exterior. Básicamente esta es la tónica de la mayoría de los psicólogos Jungianos, que explican la experiencia de lo numinoso a través del mecanismo de proyección de los contenidos del inconsciente colectivo. Sin embargo, Jacques Vallée lo explicaba de un modo diferente, al hablar de otros mundos o de otras dimensiones, haciendo alusión a la física cuántica. Esta última explicación se ajusta en nuestra opinión mucho más a la realidad del fenómeno. Si bien yo mismo, en la mayoría de mis escritos, hablo de la proyección de los contenidos de lo inconsciente colectivo en la realidad manifiesta, y por lo tanto hago una explicación de carácter inmanentista,  soy consciente, al igual que Raúl, de que las experiencias como las de Juan no pueden explicarse únicamente a través de imágenes simbólicas y de experiencias subjetivas. El espíritu de la profundidad y los arquetipos constituyentes de dicho espíritu no pueden entenderse únicamente desde el punto de vista de una psicología subjetiva, sino que aluden por sobre todo a una dimensión o a un mundo que se encuentra allende las fronteras de lo subjetivo. Se trata de lo que podríamos denominar el reino de Dios o del mundo de las ideas perfectas de Platón. Y este mundo es un mundo objetivo, una realidad metafísica, que puede manifestarse, como de hecho lo hace, en esta realidad material, pero que no pertenece a esta realidad sino que la trasciende. En el alma también puede manifestarse está realidad metafísica en forma de sueños, por ejemplo. Dichos sueños pertenecen a una categoría diferente a la de los sueños personales, de ahí que, cómo vemos en el documental a través del anciano sabio de la tribu guaraní, se denominan sueños verdaderos, o bien, grandes sueños. En estos sueños se manifiesta lo Real, es decir, aquellos arquetipos que forman parte del espíritu de la profundidad como diferentes atributos de Dios. Sucede de un modo semejante a cuando se realiza una meditación como es la imaginación activa. Sin embargo, no en todos los casos en los que se realiza una imaginación activa se convocan contenidos de lo inconsciente colectivo. En ocasiones, al igual que sucede con los sueños de carácter personal, las imágenes se refieren a aspectos subjetivos que nada tienen que ver con las auténticas imágenes arquetípicas en las que el self se manifiesta a la consciencia del hombre. Podríamos expresarlo de un modo conciso del siguiente modo: en la más profunda inmanencia se hace presente lo absolutamente trascendente.

Por eso, en la mayoría de los encuentros con ovnis, estos tienen una dimensión material y no solo simbólica. En este punto estuvimos reflexionando Raúl y yo acerca de la enorme diferencia entre la realidad del espíritu y el ámbito de la abstracción intelectual. Para muchos intelectuales, y también para muchos junguianos, ambas realidades o dimensiones tienden a identificarse. Sin embargo, para nosotros hay una diferencia cuantitativa y cualitativa entre el ámbito de la abstracción intelectual, en donde cabría la opción del símbolo y la reflexión alrededor de lo simbólico, de un lado, y el mundo de lo Real entendido como el ámbito de lo divino que tiene un carácter metafísico. Este último mundo puede hacerse presente en esta realidad inmanente, como le sucedió a Juan en su experiencia OVNI. Dicha experiencia puede perfectamente entenderse como una experiencia de Dios. No como una proyección de contenidos inconscientes en la realidad objetiva, sino como una manifestación de lo Real en este mundo fenoménico.
Tras esta reflexión alrededor de la realidad de Dios y del mundo trascendente de lo Real, Raúl trajo a colación las imágenes qué dibujó un paciente suyo tras haber tenido un contacto OVNI que experimentó junto a su padre y a su madre y que había intuido bastantes horas antes de que sucediera, advirtiéndoselo a sus sorprendidos padres. Nuevamente estuvimos reflexionando acerca del mundo de lo Real, y de cómo en su paciente se había manifestado en este mundo material.
En ese momento recordé un sueño que tuve alrededor del año 2000 en el que tuve un contacto OVNI y en el que pude hablar con los tripulantes extraterrestres de una nave circular con una tecnología muy superior a la humana. Un sueño que me dejó muy sorprendido y tocado y del que aún recuerdo con todo lujo de detalles. Aquel sueño puede entenderse como uno de esos grandes sueños o sueños verdaderos por su carácter arquetípico. Expresaba en efecto la experiencia con el mundo de lo Real, esto es, con el arquetipo del self que se me había manifestado en aquel sueño en uno de los momentos más críticos de mi vida. Nuevamente en la más profunda inmanencia del alma se manifestó lo absolutamente trascendente.
Como Jung puso de manifiesto en sus escritos, no solo en los referentes a OVNIs, sino también en otros muchos alrededor de las experiencias visionarias sobre mándalas, no es extraño que este tipo de sucesos estén produciéndose a una escala que trasciende las fronteras de cualquier especialidad. Se han convertido en un fenómeno cuasi-popular. Lo que observamos en la profesión de psicoterapeutas es que estos fenómenos de apariciones y de experiencias visionarias de símbolos de la totalidad suceden habitualmente en momentos sumamente críticos; muchas veces compensan, con imágenes simbólicas de unidad, totalidad y divinidad, procesos psíquicos de extrema inestabilidad y caos interior. Momentos en los que la salud psíquica y física corren peligro de desintegrarse. Por ese motivo, al igual que Jung lo expresó en su momento, creemos que la extensión del fenómeno OVNI entre la población mundial, y el hecho de que se engrosen los documentos sobre contactados, representan una señal indicativa, y al mismo tiempo una compensación necesaria, al estado psíquico deplorable al que la civilización occidental ha llegado como consecuencia de la muerte de Dios, de la degradación del Símbolo de Cristo como muestra de un eclipse de Dios. En la primera parte de este artículo veíamos cómo el narcisismo se ha convertido en la plaga apocalíptica del mundo postmoderno. De hecho, la involución hacia una visión materialista e inmanentista es tan terrible que nos tememos que se produzca una "evolución" desde una cultura narcisista, en la que ya estamos viviendo, a una cultura psicopática; y el éxito de las series sobre vampiros adolescentes y muertos vivientes (zombis) son un buen reflejo de semejante situación.
Por consiguiente, Raúl y yo no estamos de acuerdo con expresiones del estilo “hay otros mundos, pero están en este”. No, para nosotros, hay otros mundos, sí, pero no están en este, sino que pueden manifestarse en este, aunque pertenecen a otros planos de realidad diferentes. Repetimos, lo auténticamente real, que es trascendente, se puede manifestar en el plano inmanente, pero no es inmanente.
Otra de las conclusiones a las que llegamos fue que toda la realidad material, que todo lo inmanente, está soportado, sustentado y depende de la realidad trascendente, de lo auténticamente Real; en definitiva, de lo que podemos llamar Dios. Cuando se rasga el velo que oculta la realidad de Dios, entonces se hace presente lo verdaderamente real, que es Dios, o lo que denominamos en Psicología Analítica, el self.

Como podemos ver en el documental sobre el contactado Juan la experiencia con el mundo de los arquetipos puede provocar en la consciencia de la persona dos posibles efectos: A) una deflación de la conciencia, como le sucedió a nuestro contactado Juan. B) una inflación de la consciencia, como le sucedió por ejemplo a OSHO y, en general, a gran parte de las personas que han tenido alguna experiencia con lo sobrenatural.

En el caso de la deflación de la conciencia lo que sucede es, como el testimonio de Juan nos muestra, que la consciencia se siente aplastada y devaluada ante la experiencia numinosa de lo Real.
En el caso de la inflación de la consciencia lo que sucede es justo lo contrario, que la consciencia se infla y, por un tiempo, la persona contactada puede creerse un mensajero de Dios. Creyendo que su destino es superior al del resto de los mortales,  o más importante, y despreciando o minusvalorando en destino y el camino de los demás. En el cristianismo, por ejemplo, podemos ver este efecto en el propio Jesús cuando tiene las primeras experiencias con el Padre y, especialmente, en los momentos en los que es tentado por el diablo en el desierto. Juana de Arco también sufrió una inflación en ciertos momentos de su vida, malinterpretando las experiencias visionarias que tuvo, algo que sucede también en momentos de inflación (aunque no solo en esos momentos).
En todo caso dichos  efectos pueden considerarse normales o habituales y son de hecho señales de que la persona ha tenido una auténtica experiencia con lo numinoso. Ahora bien, dado que se trata de efectos secundarios de la experiencia con lo trascendental, resulta muy importante el trabajo de terapia (y/o de autoconocimiento) para encarrilar y asimilar la experiencia en la consciencia de cara a la manifestación de los contenidos de lo inconsciente colectivo en la realidad y en la vida de la persona contactada.
Por supuesto, experiencias de esta índole, que si bien no son comunes, sí han sucedido a determinadas personas a lo largo de la historia de la humanidad, como el documental sobre Juan nos muestra, ponen en entredicho cualquier afirmación acerca del trabajo  psicológico previo a cualquier experiencia espiritual. Para empezar, dicha experiencia acontece incluso en contra de la voluntad del contactado. Además, dicha experiencia tiene unas repercusiones extraordinarias en la vida del individuo. Y, finalmente, dichas experiencias, una vez asimiladas por la consciencia, le permiten al contactado conocer cuál es su auténtica vocación y la comunidad de personas a las que pertenece. Esto es precisamente lo que traté de desarrollar en dos de mis ensayos novelados: Al final del túnel y La hermandad de los iniciados.  En la primera novela narro la historia de un iniciado (contactado) en la época actual y, en la segunda, su inclusión en una comunidad heterogénea de gnósticos.

Desde un punto de vista psicológico y/o terapéutico, la experiencia de lo numinoso es cuanto menos traumática y, desde luego, terrible y ominosa. Sin embargo, es la única experiencia que, para determinadas personas, resulta sanadora. Aquí cabría por tanto diferenciar entre la “pequeña psicoterapia” o “falsa psicoterapia”, en la que se abordan los síntomas propios de los trastornos mentales, de la “gran psicoterapia” o “verdadera psicoterapia”, que consiste precisamente en la experiencia que Juan tuvo a los 12 años de edad y que, posteriormente, 40 años después, pudo asimilar su consciencia, encaminándolo hacia la manifestación de su auténtica vocación en el seno de una comunidad guaraní.

Al hilo de todas estas reflexiones estuvimos hablando también Raúl y yo de un destino común a ambos. En los dos está muy presente el arquetipo del ermitaño. En mí, además, el monje también está presente en mi estructura psíquica. Sin embargo, el camino del monje, por más que lo haya valorado en más de una ocasión, los acontecimientos externos y las vivencias internas me han puesto en evidencia que mi camino pasa por la vivencia y las experiencias convocadas por el anima y no recluido en un monasterio de monjes. Por lo tanto, la vía seca del monje no está indicada en ninguno de los dos caminos y sí, en cambio, la vía húmeda del amor, lo que incluye sexo, Eros y en mi caso una vida familiar.
Esta reflexión alrededor del aspecto común a nuestros caminos nos hizo también meditar sobre la importancia de que las personas comprendan cuál es su auténtica vocación: así, por ejemplo, si el monje es el arquetipo presente en la psique de una mujer, como imagen del animus, esta debiera saber que su camino probablemente la conduzca por la vía seca del convento, o de un sucedáneo de este. Se trata, desde luego, de una vía poco común en nuestros días, dado que la experiencia erótica a través del cuerpo y de las relaciones matrimoniales, mucho más habitual en la vivencia del Eros en las mujeres, no formaría parte del camino de la monja. Así, la fecundación no vendría a través del cuerpo, mediante las relaciones eróticas con un hombre, la experiencia de la maternidad y de la vida familiar, sino a través de su consagración al espíritu, que desde lo alto la puede fecundar.
Por último estuvimos interpretando un conjunto de sueños cuyo arquetipo central era el self.