Feria del libro 2012. Poesía

Publicado el 23 mayo 2012 por Santosdominguez @LecturaLectores
   Miguel Ángel Velasco.La muerte una vez más.Poemas póstumos.Edición de Isabel Escudero.Tusquets. Barcelona, 2012.
La muerte una vez más, el libro de Miguel Ángel Velasco que acaba de publicar Tusquets, reúne los poemas póstumos que el poeta dejó inéditos a su muerte en octubre de 2010.
Se agrupan en este tomo preparado por Isabel Escuder, que ha escrito un emocionado prólogo a su edición, cuatro libros, tres de ellos terminados -Espinas, Historia de las manos y La muerte una vez más- y un cuarto -Circulaciones- que reúne materiales dispersos y heterogéneos que Miguel Ángel Velasco escribió los últimos meses de su vida.
Está en ellos no solo el testamento poético de su autor, sino la voz última y definitiva de uno de los poetas más significativos de la poesía española actual. Algunos de los textos de este volumen podrían tomarse como cifra culminante de su trayectoria poética. Y en la noche un piadoso plenilunio de escrúpulo, / la solitaria aldaba de los desamparados.
Miguel Veyrat.Poniente. Prólogo de Antonio Crespo Massieu.Bartleby. Madrid, 2012.
Lo nuevo sin sombra aguarda en la poesía, escribe Miguel Veyrat al final de Esperanza en tierra, uno de los poemas centrales de Poniente, el libro que acaba de publicar Bartleby con prólogo de Antonio Crespo Massieu, que lo define como una obra que contiene “la dignidad de una vida, la pasión por la libertad, la herencia conquistada y la fe en la palabra poética.” 
En ese verso cabe el universo poético de Miguel Veyrat, en cuya voz resuenan dos ambiciones, la órfica y la prometeica, para dar lugar a una poesía que en este libro tiene una de sus cimas expresivas, hermana de aquella otra lírica atlántica que Juan Ramón Jiménez compuso desde la orilla americana.
Luz y fuego, memoria y palabra, búsqueda y revelación, conciencia y experiencia, tradición y libertad, vida y escritura son algunas de las claves temáticas y estilísticas que cifran el mundo poético de Miguel Veyrat, en ese crisol de voces que se conjuran en la voz personal que las funde y las revive en una tonalidad nueva.
 Emily Dickinson.El viento comenzó a mecer la hierba.Ilustraciones de Kike de la Rubia.Traducción de Enrique Goicolea.Nórdica Libros. Madrid, 2012.
Nórdica acaba de publicar una espléndida edición bilingüe de veintisiete poemas de Emily Dickinson, traducidos por Enrique Goicolea e ilustrados por Kike de la Rubia. El viento comenzó a mecer la hierba es el título de esta antología potente y delicada a un tiempo, como la poesía de su autora. Pese a ese carácter secreto y privado de su poesía, pese al conocimiento tardío y al aún más tardío reconocimiento de su obra, su influencia es comparable a la de Baudelaire, Hölderlin, Withman o Rimbaud.
Los más sublimes y profundos poemas que se escribieron en un siglo tan aparatoso, tremendista y sobreactuado como el XIX fueron escritos en la pequeña ciudad norteamericana de Amherst por una de las más sigilosas y solitarias mujeres de las que haya quedado noticia, escribe Juan Marqués en el texto que presenta el volumen.
Poesía tan hermética como el mundo pequeño en el que se encerró su autora, retirada de la vida y confinada en los límites de su cuarto y un jardín que veía desde la ventana, con una discreta rebeldía ante la sociedad puritana de la que fue no sólo víctima, sino una de sus flores más pálidas y tristes.
Luís González TosarÁspera materia.Traducción de Gonzalo Navaza.Linteo. Orense, 2012.
Entre lo telúrico y lo metapoético, entre la exploración de la realidad y la indagación en el lenguaje creador de un mundo propio se mueve Áspera materia, de Luís González Tosar, que se publicó en gallego hace cuatro años y aparece ahora en Linteo traducida al castellano por Gonzalo Navaza con una nueva introducción de Darío Villanueva.
De la edición original, además de lso espléndidos versos del libro, se traduce también el prólogo de Xosé Luís Méndez Ferrín, poeta, presidente de la Academia Galega y antiguo profesor en Bachillerato y COU de González Tosar, a quien vio crecer como el poeta que, igual que la ardilla de su Simiente ecológica, "baja y sube incansable / y acarrea cada vez una palabra.”
Walt Whitman.Hojas de hierbaAntología bilingüe.Selección, traducción e introducción de Manuel Villar Raso.Alianza. Madrid, 2012.   Creo que una hoja de hierba no es menos que el trabajo realizado por las estrellas, escribía Walt Whitman en el Canto a mí mismo, el núcleo duro de sus Hojas de hierba. 
La primera de las nueve ediciones con las que ese libro fue creciendo como un organismo vivo apareció en 1855, casi a la vez que Baudelaire exploraba en Las flores del mal los límites de su territorio expresivo.
Desde la otra orilla del Atlántico la poesía auroral y profética de Withman era un soplo de brisa fresca que acabó convirtiéndose en un maremoto que llegó a Europa para dejar su huella en poetas como León Felipe, Lorca o Cernuda. Withman es uno de esos pocos poetas que mantienen una juventud perenne. Poderosa y auténtica, su voz puso la semilla de la que surgen el verso libre y la materia poética americana de Pound a Eliot o de Williams a Neruda. 
La suya es una poesía bisexual que habla de los bosques y las ciudades, de la vida y de la muerte. Místico y masturbador, extrovertido e introvertido, culto y coloquial, íntimo y patriótico, Withman es más que un poeta, es un universo completo cuyas Hojas de hierba, que acaba de reeditar Alianza en una cuidada edición bilingüe, siguen tan verdes y tan frescas como el primer día de la creación de este libro y del mundo.
Ángel Antonio Herrera.Los motivos del salvaje. Calambur. Madrid, 2012.
La desdicha que me apague ya escogió su noche. / Heme aquí, sin embargo, contrario al duelo. Así comienza Puerto, el poema inicial de Los motivos del salvaje, de Ángel Antonio Herrera, que publica Calambur
La palabra medida e intensa del poeta, atravesada por el tiempo y el temblor, por el misterio y la vida, se mueve entre la primavera y el espanto y traza el cuaderno de bitácora de una navegación metafórica y nocturna, el mapa de un viaje de regreso tras el que “amanecer es despedirme.”
Santos Domínguez