Cuando conocí a Fernando de Quirós, éste vivía en el corazón de Madrid, en plena Calle Mayor. Era una casa minúscula, con apenas dos habitaciones, de las cuales, una estaba literalmente tomada por el taller del pintor. Toda la casa respiraba olor a pintura, mientras que el ruido del incesante tráfico formaba parte día y noche del decorado.
Lo que si impresionaba en esta pequeña estancia, eran un lienzos altísimos, que estaban tensados sobre marcos de madera, donde se enfrentaban colores y líneas. A veces, hasta parecía una pelea. Cuando los colores llenos de contraste gritaban para atraer la atención del visitante, en líneas y planos que abarcaban todas las direcciones; en vertical, horizontal o diagonal , a veces en todos los sentidos a la vez. Como una explosión de colores y formas. En otros lienzos las líneas y los colores aspiraban a la armonía, como si pretendieran defenderse entre ellos. Pinturas a la búsqueda de protección.
Amontonados contra una de las paredes laterales del taller, había una impresionante colección de cds de jazz, lo que decía mucho sobre el pintor. Fernando me contó que escuchaba música de jazz de artistas tan diferentes como John Coltrane, Maria Joao, Charlie Parker, Tete Montoliu, Brad Mehldau o Pat Metheny mientras pintaba. Por eso no es de extrañar que pinte de la misma forma que los músicos de jazz tocan sus instrumentos. El ritmo da estructura a las obras de jazz, las mantiene unidas, ofreciendo al músico la oportunidad de improvisar. Y al improvisar, el músico va a la búsqueda de la uniones de las canciones; salta desde dentro la estructura de las canciones hacia fuera, para volver a saltar dentro un poco más tarde. Y se lo puede permitir gracias al ritmo, las líneas y las salpicaduras ofrecen la melodía. Y también aquí la improvisación es la palabra clave.
La comparación de sus obras con el jazz, es algo más que una metáfora gratuita. A lo largo de más de seis años, fui organizador de Warande en Turnhout, el centro cultural más antigüo y grande de Flandes. Le pedí a Fernando de Quirós, si me permitía utilizar algunas de sus pinturas para los carteles de los conciertos de jazz que tendrían lugar en el teatro de Turnhout, y él se sintió muy honrado. De esa forma se promocionaron los conciertos de Cris Porter, Stefano Bollani y Brad Mehldau en Turnhout, Amberes y otras ciudades flamencas por medio de los carteles con obras del pintor madrileño. Brad Mehldau, que junto con Keith Jarret es posiblemente el pianista de jazz más importante del momento, se mostró muy satisfecho cuando vio los posters, le parecieron muy atractivos, y muy adecuados para representar la música que intentaba hacer. No es de extrañar entonces, que en un ensayo sobre creatividad, publicado en verano de 2008, en la revista francesa Jazzman, escribiera: Digan lo que digan, la música de jazz debe su éxito a la técnica de improvisación, que procura el dominio absoluto de la armonía funcional.
Si esta cita no hablara de jazz, sino de la obra de Fernando de Quirós, no podría haber resumido más adecuadamente su obra pictórica.
Toon Horsten