He aquí dos colosales figuras que sobresalen y descuellan simultáneamente en la galería de los grandes hombres y de los grandes príncipes de la edad media española. Conquistadores ambos, la historia designa al uno con este sobrenombre, que ganó con sobrada justicia y merecimiento y el otro se distinguiera tambien con el dictado de Conquistador si la iglesia no le hubiera decorado con el de Santo, que eclipsa y oscurece todos los demás títulos de gloria humana.
EDAD MEDIA
Fernando, mancebo de diez y siete años, fue llamado a suceder a otro monarca tan joven como él, y a regir una monarquía agitada por las ambiciones y perturbada por las parcialidades, teniendo que hacer frente a magnates turbulentos codiciosos y osados, y que contrarrestar la envidia y el enojo y resistir los ataques de un padre, poseedor entonces de un reino más vasto y dilatado que el suyo, comienza a desplegar en su edad juvenil aquella prudencia precoz, aquellas prendas de príncipe que le auguraban gran soberano cuando alcanzara edad más madura; y aplacando al rey de León, sometiendo y escarmentando a los soberbios Laras, previniendo o frustrando las pretensiones y tentativas de otros díscolos e indóciles señores, deshace las maquinaciones, conjura las tormentas, reprime el espíritu de rebelión y vuelve la paz y el sosiego a un reino que encontró conmovido y despedazado. Pero Fernando tenía a su lado un génio benéfico, un ángel tutelar, que le conducía y le guiaba y era su Mentor en los casos arduos y en las situaciones difíciles. Este Mentor, este ángel, este genio, era una mujer, era una madre, era la reina doña Berenguela, modelo de princesas, tipo de discreción y gloria de Castilla.
La Historia General de España de Modesto Lafuente, es considerada el paradigma de la historiografía nacional del pensamiento liberal del siglo XIX. Impresa en Barcelona por Montaner y Simón entre 1888 y 1890.