"Arde este libro" es una impresionante novela de no ficción escrita por Fernando Marías en 2021. Es la última de su producción pues la muerte sorprendió inopinadamente al escritor el día seis de este mes de febrero.
Su fallecimiento fue toda una sorpresa. Como tanta otra gente, no me la esperaba. Quizás fue este suceso lo que me impulsó a sin demorarme más ponerme a leerla. Antes había leído elogiosos comentarios de la misma por parte de amigas lectoras de comprobado buen criterio. Todas ellas coincidían en manifestar el fuerte impacto que esta novela intimista les había ocasionado.
También yo declaro sentirme golpeado por el relato. En él Fernando Marías hace un recorrido autobiográfico por su existencia. Una existencia con varios acompañantes, el principal su pareja Verónica ("Veronique Lebrun Lapierre fue tu nombre, aunque yo siempre te llamé Verónica"), muerta prematuramente en 2012 a los 54 años de edad y cuya desaparición fue el detonante de la escritura del relato iniciado en 2019. Dice el autor que la frase primera que abre la novela " Te incineraron con una novela mía entre las manos. Por eso escribo este libro " la escribió en 2012 nada más conocer la muerte de Verónica y la noticia de haber sido incinerada con un libro suyo entre las manos. Muchas otras frases, dice, pasaron por su cabeza ("Había una vez un libro entre las llamas. ¿Debería empezar así? Quién sabe, siempre es muy difícil la primera frase.") hasta que se decidió por la que escribiera tantos años atrás. Sí, siempre en una novela es difícil e importante la elección de la primera frase. En esta ocasión la elección es impactante al igual que el relato completo que le sigue.
Partiendo de esa frase el libro entero es un canto fúnebre, una elegía, que muestra el desarrollo de la vida de la pareja y la fatal desaparición del integrante femenino por culpa de la adicción alcohólica. Es el alcoholismo el elemento nuclear de la narración que marca la destrucción de la felicidad y finalmente la extinción de uno de los dos. El sentimiento de culpa invade a Fernando Marías pues ella, Verónica, era una mujer que cuando se conocieron en 1979 no probaba el alcohol pero un día ante la insistencia de su amor, ella, gozosa y enamorada, decide hacer caso a su pareja y probar los deliciosos gin-tonics, vinos y cervezas que él parecía tanto disfrutar. Este pesar arrastra el narrador durante toda la novela. "Te mató el alcohol y fui yo quien te enseñó a beber.", repite inconsolable.
Por azares de la existencia resultará que el inductor tras en un momento dado tocar fondo, morir lo llama él en hermosa imagen literaria ("El uno de octubre de 1997 estuve a punto de morir. En realidad morí y resucité, eso fue con exactitud lo que pasó."), resucita a una vida de abstinencia plena de cualquier toma alcohólica. No así sucedió con Verónica que continuará su discurrir por los derroteros del demonio del alcohol en soledad. Ese día de octubre de 1997, prosigue Fernando Marías, "se partió en dos nuestro camino compartido, de esta fecha nuclear provino todo nuestro futuro, incluido este libro".
El libro recorre a lo largo y lo ancho la relación de esta pareja desde su conocimiento en 1979, jóvenes hermosos y disfrutones, en el Madrid de lo que durante la década de los ochenta se denominaría luego, en el futuro, Movida madrileña, hasta la disolución de su vida en común: físicamente en 2003 con la marcha de Veronique a casa de su madre en Marsella, y la ya definitiva con su muerte en 2012, sucedida también en Marsella.
Es, pues, la novela la mostración de todas las fases de una vida en común, con su etapa de amor exultante: la vida en pareja en la que el afecto y el sexo son el eje central; luego las ilusiones de futuro, las fantasías: él -siempre él- pensando triunfar en el Cine y luego escribiendo libros, ella coadyuvando con trabajos mal pagados al sostenimiento de la pareja para que él pudiera escribir; el triunfo de esa novela primera titulada " La luz prodigiosa", el pago por ella y por las adaptaciones al cine y la televisión de la misma; el disfrute de ello; y el alcohol, siempre el alcohol, en el centro de la vida de ambos; la caída de él y su entrada en la abstinencia; la dificultad o imposibilidad de convivir un exalcohólico con una alcohólica; la necesidad de Marías de distanciarse de ella para no recaer; los engaños diarios y las vanas promesas sin futuro de una alcohólica; los espacios mentales en blanco por culpa de la ebriedad; y así...
"Para entonces yo no bebía hacía años, por tanto tú y yo éramos extoxicómano contra toxicómana, exalcohólico contra alcohólica, esa convivencia criminal a la que nadie sobrevive."
La novela es magnífica. No sólo por abordar lo duro que es mantener vivo el amor en el seno de una pareja de alcohólicos. Sí, de alcohólicos porque quien estuvo en las garras del alcohol, como el novelista, y pudo escapar de ellas sabe que debe estar siempre alerta porque cualquier recaída es fatal: "Quien recae abandona su destino en manos del azar, esta es una verdad que los bebedores refutan para sentirse a salvo. Si yo hubiera recaído habría muerto antes que tú.". Luego por lo bien que está escrita, con un lenguaje bellísimo en ocasiones, una estructura adecuada a una novela memorialista como "Arde este libro" es en la que los temas van apareciendo primero de manera sucesiva y luego ya de forma reiterada según que la memoria avanza, vuelve y revuelve el recuerdo de unas cosas y de otras hasta completar el círculo que abre y cierra con ese libro incinerado en manos de ella que alguien colocaría ahí antes de la cremación: " Te incineraron con una novela mía entre las manos. Por eso escribo este libro ". Por esta razón, la caprichosa marcha de la memoria, la novela carece de división en capítulos si bien los temas aparecen en cierto modo ordenados según que fue transcurriendo la vida de estos dos seres: el enamoramiento, la ilusión, el alcohol, la caída y recuperación de él, la caída irremediable de ella, el sentimiento de culpa de él, la lucha de ella por salir de la adicción, la muerte, la pobreza... No son sucesivos, se dan en desorden y a veces en coincidencia, pero son, fueron.
Como decía una amiga al finalizar la lectura, todo en este libro merece ser subrayado. Es cierto. Pocas cosas hay prescindibles en el relato, aunque algunas a mí me han impactado más que otras. Quizás la primera, dada la coincidencia en el tiempo con ella y mi vivencia de la misma si bien de manera tangencial, sea el Madrid de la Movida. En los años 80 del siglo pasado yo como tanta otra gente vivimos con euforia la libertad que hacía poco había llegado a España. Como dice el escritor evocando sin citarlo al Gil de Biedma del poema No volveré a ser joven Fernando Marías y Verónica venían como todos los jóvenes a llevarse la vida por delante , a comerse el mundo. Como confiesa el poeta barcelonés en su hermoso poema será cuando el novelista esté situado en la atalaya de los años que sea consciente del fracaso, de que la vida iba en serio . Pero en ese momento y en ese lugar eran jóvenes, perseguían sueños y se sentían héroes. Sucedió en Madrid
"Madrid: nunca te amaré lo suficiente. Cada una de aquellas mañanas, al salir a la calle, arrancaba a caminar sabiéndome señalado por los dioses. Bastaba respirar el aire de aquel Madrid, lo juro. Era mentira, pero fue verdad."
Los años de la Movida en Madrid fueron años difíciles que a la mayoría nos tocaron tangencialmente y a algunos les dio de pleno y se los llevó en la tremolina del alcohol y las drogas. Afortunadamente los más timoratos nos salvamos por melindrosos, pero conocidos hubo más atrevidos que estuvieron al borde del precipicio, uno o dos se precipitaron por él y algún otro tuvo que huir de la ciudad para evitar ser arrastrado en la caída. Verónica en 2003 intentó huir yendo a Marsella con su madre pero ya lo advirtió el propio Lazarillo de Tormes hace más de cuatrocientos años: " No mejora de condición quien muda sólo de lugar y no de costumbres ". Diríase que el autor anónimo estuviese pensando en la pareja de Fernando Marías.
La Movida no se entiende sin la efervescencia cultural que anidaba en ella. Sobre todo en forma de música, muy presente en la novela, pero también en las ilusiones, fantasías y ensoñaciones de los jóvenes que como esta pareja querían comerse el mundo. El Cine y la Literatura eran los paraísos donde se refugiaban ambos cuando eran bebedores y Cine y Literatura fueron la tabla de salvación de Fernando Marías en su etapa de abstinencia. Los cantantes y grupos nacionales y extranjeros que se citan en este relato son muchos y aún hoy, pasados ya tantos años desde esa época, siguen sonando en emisoras y sobre todo en las cabezas de quienes éramos jóvenes en esos momentos.
Precisamente fue en el campo musical que Fernando Marías hizo realidad su sueño de realizador cinematográfico. Consistió en la filmación de unos segundos de imágenes que sirvieran para anunciar la entrada en el escenario del mítico Rock Ola del grupo Nacha Pop en una de sus primeras actuaciones. Y aquí finalizó todo su sueño de creador cinematográfico que durante años su fantasía alimentó. Sin embargo el Cine marca la entrada y salida de la relación de la pareja. En un cine de Madrid, el cine Avenida, ve Marías simbolizado el nacimiento y la finalización de su relación amorosa que duró algo más de veintidós años:
"toda plenitud humana se desplaza hacia su final en el instante mismo de nacer, y la tarde memorable del cine Avenida echó a caminar de forma inexorable hacia otra tarde del cine Avenida, esta desoladora y ubicada en el futuro.
Veintisiete de enero de 2002: ese día, veintidós años y algunos meses después de mi diáfana felicidad. Se estrenó en la misma sala la versión cinematográfica de la novela que acabaría por arder sobre tu pecho."
Fue la proyección de su primera novela, La luz prodigiosa, aparecida en 1992, y por la que tanto habían luchado amorosamente unidos la que los llevó al cénit de su felicidad por lo conseguido, si bien a renglón seguido en 1993 llegaría el momento en que sus caminos por culpa del alcohol se bifurcarían separándose ya definitivamente en ese 2003 en que otro éxito, la versión cinematográfica de esa novela, llegaría a la vida del escritor.
La literatura propia y ajena está muy presente en la novela. Por ella venía un joven Fernando Marías a justificar su afición a la bebida: "De aquella época recuerdo mi fascinación por el alcoholismo que hermanaba a los idolatrados Edgar Allan Poe, Scott Fitzgerald, Fiodor Dostoievski, Jack London o Dylan Thomas, a quien por aquella época no leí y al que por tanto idolatraba porque sí, con la misma fe ciega, justo es admitirlo, que los curas oscuros reclamaban para sus milagros y resurrecciones." Si estos grandes autores habían sido alcohólicos y él quería ser un gran autor, beber y escribir eran actividades coincidentes y necesarias. Gran error, claro; pero eso, como ocurre con casi todo, se comprueba con el paso del tiempo después de haber caído en el pozo.
Si su papel en el Cine se circunscribiría a la realización del guion de dos de sus novelas ( La luz prodigiosa e Invasor) y poco más, en Literatura puede decirse sin temor alguno a equivocarse que Fernando Marías triunfó. Su manera de escribir es muy personal y ha sabido marcarse un estilo propio que lo distingue de otros autores. En esta "historia real de amor, muerte y desarraigo iniciada en el Madrid de los años ochenta y concluida hoy" que él mismo anuncia al inicio del relato asistiremos -al tiempo que conocemos la biografía del escritor, el alcoholismo de la pareja, la felicidad primero y luego incluso la felicidad dentro de la infelicidad- a la producción de este libro en vivo y en directo. Es un caso evidente de metaliteratura que el novelista resalta con frecuencia a lo largo de sus páginas
"La escena de tu partida de 2004, que se encuentra unas páginas más atrás, fue una de las primeras que escribí al comenzar. Sin embargo, no lograba encontrarle ubicación dentro de la estructura del libro a pesar de su importancia"
Para finalizar
No puedo dejar esta reseña sin citar la inesperada muerte de Fernando Marías el pasado día seis de este mes de febrero. Constantemente durante la lectura esta noticia me asaltaba. Por eso muchas páginas estoy seguro que las habría entendido de manera diferente de haberlas leído desconociendo este dato. Por eso, quizás, han llamado mucho mi atención las constantes referencias a la Muerte. Algo lógico en principio dado que la escritura del libro surge del dolor por la desaparición definitiva de Verónica; sin embargo al referirse a la suya que mientras escribía el relato pensaba que sucedería inevitablemente pero en un tiempo aún no determinado yo no he podido por menos que atisbar avisos, llamadas al lector sobre la misma que quizás en su fuero interno sentía próxima:
- "Mi muerte ya ha dado señales de vida, por eso admito con naturalidad que habrá para mí un trayecto en metro que será el último, igual que habrá un último paseo ante el mar, una última vez que me sentaré frente a la pantalla de cine, un último orgasmo, un último día de lluvia recia, un último gajo de naranja, un último miércoles, un último whatsapp y, por supuesto, una última novela que comenzaré a leer sin sospechar que después no habrá ninguna otra [...]"
- "Así me pasará a mí también. Un lunes o un jueves, cómo saberlo, cómo saber si será a las dos y veintitrés de la madrugada o a las dieciséis y dieciséis de la tarde, el universo entero fundirá a negro a la vez que yo expiro, mientras en innumerables lugares personas también innumerables comprarán palomitas a la entrada del cine, surcarán los mares, firmarán su ansiado divorcio, se maquillarán a toda prisa para entrar al plató de un informativo que no reseñará mi muerte"
Y amante como es de la Literatura al reflexionar y especular sobre su propia muerte aparte de evocar al Juan Ramón Jiménez del poema El viaje definitivo que se percibe en la última de las citas anteriores, el escritor, él también poeta por el buen trato que da a la lengua, no puede menos que manifestar un convencimiento y un temor.
- El convencimiento: "Los demás escritores, junto a nuestros libros, seremos antes o después conjugados en pasado e incluso borrados de la memoria colectiva. No soy ni seré una excepción, lo sé con convicción más sólida y también con tolerancia creciente a medida que corre el tiempo."
- El temor: "Peor, mucho peor que morir con un libro a medio leer es morir sin concluir el libro que escribes. No llegar a concluir un libro al que llevas años entregado se me antoja una cárcel sin retorno."
Desde luego Fernando Marías logró concluir con mérito Arde este libro. No sé si habrá dejado alguna en los telares de su escritura. Nada se ha dicho de ello. Espero que no y que así el novelista haya podido conjurar sus temores a esa cárcel sin retorno de la que hablaba.