photo credit: Paul D'Ambra - Australia via photopin
A veces luchamos demasiado por conseguir el éxito, pero ni sabemos lo que es, ni cuales serán sus consecuencias en nuestras vidas. Creemos que aquéllo que está lejos de nosotros, en un universo que nos parece inalcanzable, será el colmo de la felicidad y durará siempre. Y, sin embargo, la felicidad es un concepto efímero que no está ligado a nada concreto, es algo creado en nuestra mente para poder sobrevivir un día más.Casi todos sabemos quién fue Enzo Ferrari, no voy a descubrir ahora datos nuevos sobre su figura, están en todas las hemerotecas del mundo y otros universos paralelos, sobre todo en aquéllos donde fueron los muchos pilotos que nos dejaron mientras soñaban con apurar la próxima curva a la máxima velocidad.
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Pero quizás, entre la estela que deja el éxito, es difícil pararse a pensar en las pequeñas tragedias que a todos nos acompañan, incluso a los que nos evocan lujo y glamour por todos los frentes.
La vida de Enzo Ferrari estuvo marcada por demasiadas tragedias personales, ocurridas todas ellas entre dos guerras mundiales en las que perdió a su padre y su hermano, sufrió la ruina de su empresa, vio morir a un hijo de 25 años y la enfermedad de su mujer, de la que acabó separándose.De las muertes en carrera de algunos pilotos de la Scudería todos hemos leído ya mucho, y sabemos que sus nombres serán siempre recordados por jugar con su vida en un coche a demasiada velocidad, sin saber en qué Olimpo estarían en la próxima curva.
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Incluso se dice que nunca se recuperó de la pérdida de Gilles Villeneuve, alguien a quién quiso como el hijo que había perdido, pero, ¿quién sabía lo que sentía un anciano millonario, fundador de un imperio? Quizás se habla mucho, y se hablará, pero la vida de una persona siempre es un misterio que no podremos descifrar nunca por mucho que especulemos.
Tampoco sabemos porqué, al final de su vida, se recluyó en su casa y dejó de asistir a eventos y saraos de todo tipo. Yo juraría que estaba hastiado de aguantar un mundo tan falso como el de la F1, porque, probablemente, la juventud aporta el suficiente valor para aguantar algo así, pero, llegado el momento final, uno se da cuenta de que, después de todo, se irá con las manos vacías, y que todos los que te persiguen y te adulan no estarán al lado de alguien al que se le agotan los días.
El caso es que llevaba varios días pensando sobre lo que sentiría D. Enzo ante la situación actual del equipo que creó, más propia del jinete sin cabeza en Sleepy Hollow,(aunque seguro que éste último corre más que algunas de las creaciones de Ferrari en los últimos años), y me lo imagino echando humo desde el lugar en el que esté.
En resumidas cuentas, tenemos un equipo emblemático, con una historia impresionante forjada a lo largo de los años, con una cultura basada en la excelencia y la belleza, que ha ganado todo lo que se podría ganar en los muchos años de su existencia, y que, el último título que ganó fue en el 2008, y fue (casi) un regalito de McLaren.
Quizás no sea necesario volver a hablar (se ha hablado tanto que me aburre), sobre la etapa dorada en la que Michael Schumacher y su Ferrari eran imbatibles hasta el hastío. Esa época en la que la Scudería era el rival a batir bajo la dirección y gestión de Jean Todt (ese pequeño Napoleón) y de Ross Brawn. En realidad se ha hablado tanto sobre esta etapa que quizás todavía vivan y se alimenten en Ferrari de ella, como si se hubieran vaciado tanto para conseguir aquéllo, que se quedaron al final sin ideas.
Y ahora la situación es la siguiente: Una escudería de la envergadura de la Ferrari, dos pilotos dignos de ella, y una gestión deportiva digna de "Esta casa es una ruina", junto con un Presidente, cabeza muy visible y representativa, que es la versión pija de la Ángela Channing de "Falcon Crest". Una escudería que no ha levantado cabeza desde que se fueron Jean Todt y Ross Brawn para dejar paso a un Domenicalli que seguramente tenía muchísimos conocimientos sobre esto de los cochecitos a 300 km/hora, pero bastante poco sobre cómo gestionar un grupo de estas características.
Ya ni siquiera habría que mencionar que tienen a un piloto llamado Fernando Alonso, alguien considerado como uno de los mejores de la historia, luchando carrera a carrera con coches muy superiores y aportando unos resultados que no son reflejo del potencial del coche y de la gestión deportiva. Los que no saben ver esto, tal vez no hayan visto carrera a carrera desde 2010, o hayan visto algo que yo no he visto. Yo estoy cansada de leer y escuchar demasiadas barbaridades al respecto, y no estoy aquí para convencer a nadie, pero me parece muy evidente que Fernando nos ha regalado algunos de los mejores pilotajes de los últimos años (respecto a España, esto es algo que nunca hubiéramos soñado, pero ya he dicho muchas veces que somos un país extraño).
En realidad no hace mucha falta saber de coches o cuestiones técnicas al respecto, por eso pienso que, tras la marcha de Domenicalli y la llegada de un desconocido Marco Mattiacci (que, en teoría no sabe nada al respecto), la situación no es tan descabellada, pero lo cierto es que, reestructurar un grupo de trabajo requiere de mucho tiempo.Lo que está claro es que Mattiacci ha llegado para cambiar una estructura obsoleta, con procesos anticuados, poco eficientes y eficaces, descoordinaciones, malos funcionamientos de determinadas áreas...no parece poco, y seguro que me quedo corta.No hace falta saber demasiado para darse cuenta de que, cuando no funciona una empresa, hay algún problema, o muchos, y, normalmente, no es una sola persona la responsable de éstos. Mattiacci ha venido para encontrar todos esos problemas y solucionarlos, caiga quien caiga (y no es la primera vez que lo realiza con éxito). De momento ya han caído algunas cabezas, y se espera alguna más, pero también la llegada de un nuevo director deportivo (ya que su trabajo será ser el nuevo Montezemolo...eso dicen las malas lenguas). Un nuevo director deportivo cuyo nombre comienza con "R" y su apellido por "B"...según dicen por ahí, que yo sólo sé que no sé nada.Y en esas estamos mientras Fernando Alonso deshoja mil y una margaritas, o eso dicen, aunque mi opinión es que le seguiremos viendo en rosso (yo todavía me resisto a volver a verle al lado de Ron Dennis, y no creo que sea fácil que se coloque al lado de una estrella plateada, y menos aún que beba ese brebaje con efectos voladores).Este análisis daría para mucho más, pero acabo de comprobar que ya me he pasado en el proceso de juntar letras (vamos, que vaya rollo estoy soltando), y encima es verano en una ciudad, en la que vivo, en la que se desintegran las piedras y se recalientan los cerebelos con facilidad. Por ello, ahí os dejo con una foto de un bonito Ferrari que tuvo a bien conducir este señor llamado Fernando Alonso ( y que colocó en su exposición), y con el que casi gana el título en el 2010...prefiero no acordarme de porqué no lo hizo, ¡¡esas cosas hay que borrarlas de la mente¡¡