En un mensaje por la 53 edición de la Jornada Mundial por la Paz, que celebrará la Iglesia católica el próximo 1 de enero, el sumo pontífice señaló que la humanidad lleva en la memoria y la carne los signos de guerras y conflictos que con una capacidad destructiva creciente afectan especialmente a los más pobres y débiles.
Naciones enteras se afanan también por liberarse de las cadenas de la explotación y de la corrupción, que alimentan el odio y la violencia, dijo, y añadió que ‘sabemos que la guerra a menudo comienza por la intolerancia a la diversidad del otro, lo que fomenta el deseo de posesión y la voluntad de dominio’.
La guerra, precisó, se nutre de la perversión de las relaciones, de las ambiciones hegemónicas, de los abusos de poder, del miedo al otro y la diferencia vista como un obstáculo; y al mismo tiempo alimenta todo esto.
Al referirse a la paz como camino de escucha basado en la memoria, la solidaridad y fraternidad, recordó a los sobrevivientes de los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki quienes mantienen viva la llama de la conciencia colectiva.
En tal sentido puntualizó que esas personas son un testimonio para las nuevas generaciones sobre el horror de lo sucedido en agosto de 1945 y el sufrimiento indescriptible que continúa hasta nuestros días.
El papa abordó, además, la paz como ‘camino de la reconciliación en la comunión fraterna’ y aseveró que ‘impregna todas las dimensiones de la vida comunitaria: nunca habrá una paz verdadera a menos que seamos capaces de construir un sistema económico más justo’.
Para Francisco la paz debe ser vista también como un ‘camino de conversión ecológica’, ‘ante las consecuencias de nuestra hostilidad hacia los demás, la falta de respeto por la casa común y la explotación abusiva de los recursos naturales, vistos como herramientas útiles únicamente para el beneficio inmediato’.
Por último, advirtió que ‘el camino de la reconciliación requiere paciencia y confianza’ y agregó que la paz no se logra si no se espera.