Festejos de una canonización

Por Maria Jose Pérez González @BlogTeresa

Pedro Paricio Aucejo

En 1622 se produjo la elevación de Teresa de Jesús a los altares. Su rápida canonización –no se habían cumplido aún los cuarenta años de su fallecimiento– fue debida, sin duda, a la fama de santidad de que gozó ya en vida, a la irradiación extraordinaria de sus milagros y doctrina mística y a la rápida divulgación de sus fundaciones y de su obra escrita. Estos hechos –unidos al apoyo suministrado por reyes, nobles, obispos, letrados e instituciones políticas y culturales– facilitaron la expansión de su figura en todas las capas sociales de la época. De este modo, la  monja abulense se convirtió en un auténtico fenómeno socio-religioso, ratificado canónicamente por la bula ´Omnipotens sermo Dei`, que, firmada por el Papa Gregorio XV y hecha pública el 12 de marzo de dicho año, proclamaba su glorificación.

Ello aconteció en Roma, en la nueva gran basílica de san Pedro y con el rito solemnísimo de estas ocasiones, que, junto a Teresa de Jesús, santificó a Isidro Labrador, Ignacio de Loyola, Francisco Javier y Felipe Neri. En el exterior del templo, sonaron chirimías, campanas, trompetas y salvas de artillería. A continuación el Papa entonó el ´Te Deum laudamus`, seguido de una misa en cuyo ofertorio se escenificó una lucida ofrenda de dones. Al día siguiente hubo una solemne procesión desde san Pedro a la iglesia de santa María de la Scala, de los carmelitas descalzos.

Del mismo modo, a lo largo del año se realizaron gozosas celebraciones en Francia, Italia, Bélgica, Alemania, Polonia, India…, sobre todo en aquellas naciones donde estaba presente la Orden fundada por la Santa de Ávila¹. En el caso de Bélgica, todos los conventos carmelitanos festejaron la canonización de manera espléndida. Así sucedió en los carmelos femeninos de Tournai, Mons, Bruselas, Lovaina o Malinas.

Singular mención merece la gran fiesta religiosa celebrada en Amberes, que contó con la activa participación de la duquesa de Bournonville, instalada para este propósito en el convento de dicha ciudad. Desde allí –con gran dedicación de tiempo, esfuerzo y medios– organizó el evento de la fiesta y animó a muchos a participar. Engalanó las calles, especialmente la plaza frente al convento y la iglesia, donde expuso grandes pinturas representando los principales hechos de la vida de santa Teresa, tablones con tapices artísticos, banderas, flores y otros adornos. En la iglesia hizo colgar espléndidos tapices prestados por la Infanta Isabel Clara Eugenia. Asimismo, la imagen de la religiosa española, que iba a ser llevada en procesión por la ciudad, estaba colocada bajo un arco de triunfo, vestida de joyas y sosteniendo la corona imperial.

Por la mañana, sonaron las campanas de toda la ciudad y cada minuto –hasta la tarde– se disparó un cañonazo o un fuego artificial. En la procesión, las Órdenes religiosas, la nobleza, el ejército y el pueblo marcharon en un inmenso cortejo, en el que el duque de Bournonville, llevando la bandera del Carmelo, precedió a la estatua de la Santa, escoltada por las corporaciones de la ciudad y seguida devotamente por la Infanta y su corte. En la puerta de la clausura, las religiosas con la priora al frente –Ana de San Bartolomé– esperaron a la comitiva, a cuya llegada hubo cantos y oraciones de celebración en honor de la nueva Santa.

Y, en fin, especial festividad de la canonización de Teresa de Jesús tuvo lugar en España, donde en multitud de ciudades y pueblos se llevaron a cabo celebraciones religiosas, populares y culturales. Como botón de muestra de estas últimas², cabe citar que en Madrid se convocó una ´Justa poética`, de la que se encargó Lope de Vega. Con este motivo, Calderón de la Barca compuso un romance, Descripción del Carmelo y alabanzas de santa Teresa  y un soneto A un altar donde estaba una imagen de santa Teresa en una nave. Por su parte, el propio Lope de Vega escribió un famoso soneto dedicado a la transverberación del ángel a Teresa, del que destacan los siguientes versos: “Herida vais del Serafín, Teresa, / corred al agua, cierva blanca y parda, / que la fuente de vida que os aguarda, / también es fuego, y de abrasar no cesa… / Con razón vuestra ciencia el mundo admira, / si el seráfico fuego a Dios os junta,/ y cuanto veis en él, traslada el alma”.

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¹Cf. URKIZA TXAKARTEGI, Julen: “La canonización de santa Teresa de Jesús”, en Anuario de Historia de la Iglesia, Pamplona (España), Instituto de Historia de la Iglesia de la Universidad de Navarra, 2020 (29), pp. 229-260. Disponible en <https://revistas.unav.edu/index.php/anuario-de-historia-iglesia/issue/view/1375> [Consulta: 20 de mayo de 2021]. También en <" rel="nofollow">https://delaruecaalapluma.wordpress.com/2021/03/15/hacia-el-iv-centenario-de-la-canonizacion-de-santa-teresa-de-jesus/&gt;.

²Cf. SEBASTIÁN MEDIAVILLA, Fidel: Teresa de Jesús, objeto de la literatura”, en Monte Carmelo, Revista de Estudios Carmelitanos, Burgos, vol. 123, núm. 2, (2015), pp. 351-401 [Edición digital en Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, Alicante, 2015].