Festival de Berlín 2024 - Parte 4: Conflictos

Publicado el 26 febrero 2024 por Enprimerafila
La última edición bicéfala del Festival de Berlín es una despedida agridulce para el director artístico, el periodista Carlo Chatrian (1971, Italia) y la directora general, la productora Mariëtte Rissenbeek (1956, Países Bajos), que han estado al frente durante cinco años, en los que han tenido que lidiar con la pandemia del coronavirus, entre otras cosas. La decisión de la junta directiva del festival de regresar al modelo de un solo director, que había ejercido el polémico Dieter Kosslick hasta 2018, se consideró como el resultado del intervencionismo del gobierno alemán en la gestión del festival. Lo que provocó la dimisión de Mariëtte Rissenbeek primero y de Carlo Chatrian poco después, que serán sustituidos el año próximo por Tricia Tuttle (1970, Estados Unidos) quien comenzará a trabajar a partir del mes de abril en una edición muy significativa porque supone el 75 aniversario de la muestra cinematográfica, asumiendo tanto la gestión comercial como la artística. Tuttle había dirigido hasta 2022 el BFI Festivals, coordinando tanto el London Film Festival como el Flare: London LGBTQIA+ Film Festival. Pero el resultado general de esta última edición de los directores salientes no ha sido especialmente positivo, no solo porque la sensación entre los acreditados es que el nivel de la sección oficial ha sido flojo, sino también porque se han visto envueltos en polémicas absurdas como la invitación a la gala de inauguración a miembros del partido de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD), que vivió un aumento del apoyo electoral, pero también se le relacionó con algunas reuniones con personalidades neonazis en torno a un posible plan para repatriar a miles de inmigrantes. En un festival de perfil político que se considera a sí mismo intransigente respecto a las posiciones contrarias a los derechos humanos, no se entendió la invitación a algunos representantes del AfD, pero se entendió menos que, una vez que se les había invitado, finalmente se decidiera retirársela.

También hay que reconocer que durante la dirección de Carlo Chatrani y Mariëtte Rissenbeek la cinematografía española ha conseguido algunos de sus mayores éxitos en el Festival de Berlín, como el Oso de Oro para el largometraje Alcarràs (Carla Simon, 2022) y el Oso de Plata a la Mejor Interpretación para Sofía Otero por 20.000 especies de abejas (Estibaliz Urresola Solaguren, 2023). Aunque este año no hemos tenido presencia en la sección oficial, finalmente se ha saldado con el premio FIPRESCI para The human hibernation (Anna Cornudella, 2024) en la sección Forum, el Gran Premio del Jurado Internacional para la coproducción con Perú y Suiza Reinas (Klaudia Reynicke-Candeloro, 2024) en la sección Generation Kplus y el Oso de Plata al Mejor Cortometraje para Cura sana (Lucía G. Romero, 2024) en la sección Generation 14plus. Nuestra penúltima crónica que estamos dedicando a las secciones paralelas del Festival de Berlín se centra en los conflictos, a través de películas que abordan confrontaciones no solo armadas sino también sociales. 

Who do I belong to

Meryam Joobeur

Túnez, Francia, Canadá, Noruega, Qatar, Arabia Saudí 2024 | Oficial | ★☆☆☆

En una aldea situada al Norte de Túnez, una familia de agricultores se enfrenta a la desaparición de los dos hermanos mayores, Mehdi (Malek Mechergui) y Amine (Chaker Mechergui), de los que poco tiempo después se rumorea que se han unido al Daesh. Especialmente tras la Revolución tunecina, un número significativo de hombres se ha incorporado al ISIS, que aprovechó el vacío de poder que dejó la caída del antiguo régimen en 2011 para encontrar un punto de apoyo en Túnez. Frente a esta posibilidad, la madre Aïcha (Salha Nasraoui) tiene el temor de que si regresan sean inmediatamente detenidos, tratando de ocultar a su hijo menor, Adam (Rayem Mechergui) la huída de sus hermanos, diciéndole que han emigrado a Italia. Mientras su marido Brahim (Mohamed Hassine Grayaa) la acusa de ser la responsable de la vergüenza de la familia por la educación que ha dado a sus hijos. Mehdi finalmente vuelve a la granja acompañado por su esposa Reem (Dea Liane), cuyo rostro está siempre oculto por un niqab pero que parece claramente embarazada, sin dar detalles sobre el destino de su hermano y teniendo que esconderse para que los vecinos no sepan de su regreso. La historia toma los principales elementos del cortometraje nominado al Oscar Brotherhood (Meryam Joobeur, 2018), que se centraba en el regreso del hijo, pero desde el punto de vista de su padre. Para su debut en el largometraje la directora tunecina que se ha educado en Estados Unidos desde los seis años ha decidido sin embargo enfocarse en el punto de vista de la madre (ambos personajes interpretados por los mismos actores).
La puesta en escena es muy estilizada, utilizando un formato 1:33 que recuerda a la estética de This is not a burial, it's a resurrection (Lemohang Jeremiah Mosese, 2019), centrada en los rostros y un encuadre de planos tan cuidados que tienen algo de artificialidad, usando el entorno del paisaje de Túnez para resaltar los colores, muchas veces saturados por la fotografía de Vincent Gonneville. Pero este esteticismo acaba poniéndose en contra de la claridad narrativa, envolviéndose en una especie de tonalidad misteriosa que impulsa la historia hacia la oscuridad y el ensueño, especialmente en el tercero (El despertar) de los tres capítulos en los que está dividida la narración. Who do I belong to (Meryam Joobeur, 2024) reproduce una pregunta existencial planteada por la propia directora sobre su vida, pero expone la historia alejándose del realismo para introducirla en los terrenos de cierto misterio, desde el momento en que aparecen algunos animales muertos y desaparecen algunos granjeros vecinos. Lo que acaba difuminando la, por otro lado, demasiado obvia representación de la maldad de los grupos terroristas, especialmente en el segundo capítulo, Una sombra emergente, en el que se reproduce la experiencia de los dos hermanos mediante flashbacks que tratan de explicar el destino de Amine. Meryam Joobeur, que reside en Canadá desde hace años, ofrece un planteamiento en el que se deja llevar por la planificación cuidada, cercana a cierta representación fantástica que deriva hacia un tercer acto que roza el género de terror. Pero en realidad no ofrece ninguna interpretación con cierta profundidad de las consecuencias que puede provocar el fundamentalismo en las familias que acaban siendo víctimas de la radicalización, aunque la intención sea no solo circunscribirlo al terrorismo islámico. También habría que preguntarse por qué estas producciones que denuncian los extremismos acaban buscando la financiación de países con regímenes autoritarios y misóginos como Qatar o Arabia Saudí. 
Who do I belong to hace preguntas interesantes pero nunca aborda las respuestas, sino que prefiere mantenerse en el límite entre diferentes géneros que convierte la experiencia de Aïcha en una especie de viaje sensorial del subconsciente, evocando sus temores y sus incertidumbres, sobre todo a partir de la llegada de su hijo, al que pregunta constantemente qué ha pasado con su hermano. Pero en esta película todos los personajes parecen impulsados por una especie de misticismo que los deja enclaustrados en silencios eternos y miradas perdidas. Y aunque los rostros de los actores no profesionales Malek Mechergui y Chaer Mechergui, hermanos en la vida real, pelirrojos encontrados en una zona rural de Túnez, resultan insólitos y atractivos, la película se pierde en una caligrafía visual que termina sepultando la comprensión narrativa. 

Redaktsiya (The editorial office)

Roman Bondarchuk

Ucrania, Alemania, Eslovaquia, Chequia 2024 | Panorama | ★★★★☆

De manera relevante, la segunda película de Roman Bondarchuk (1982, Ucrania) evita centrarse en la guerra comenzando seis meses antes de la invasión rusa en Ucrania y terminando con una elipsis hasta seis meses después. Y aún así se desprende la sensación de estar contemplando a personas y paisajes cuyo destino resulta incierto, como afirma el director en las notas de prensa: "Muchos de los lugares que filmamos ya no existen. Fueron destruidos, inundados o incendiados. Se desconoce el destino de muchas personas que participaron en la película. Algunos abandonaron el país con sus familias; otros resultaron ser colaboradores y huyeron a Rusia. Pero la mayoría optó por quedarse y resistir a los invasores". The editorial office (Roman Bondarchuk, 2024) está dedicada al montador Viktor Onysko, quien decidió alistarse en el ejército cuando comenzó la guerra, muriendo en combate en diciembre de 2022 con su trabajo terminado en un 70%, tras lo cual se incorporó Nikon Romanchenko, que ha trabajado en películas como Stop-Zemlia (Kateryna Gornostai, 2021), ganadora del Oso de Cristal en la sección Generation 14plus. Quizás por eso se sienten algunos desajustes en el ritmo de la narración, que no termina de estar todo lo compensado que necesita, y también se percibe una sobredosis de personajes y temas que el director de Volcano (2018) quiere incorporar a la historia. La película se construye como una metáfora de la realidad grotesca vivida en el Sur de Ucrania antes de la guerra, lo que evita la imagen victimizada de un país en el que el caos ya estaba presente antes de que se produjera la invasión. 
Al comienzo de la película, el periodista Yura (Dmytro Bahnenko) intenta contribuir a la preservación del entorno natural de las estepas del Sur de Ucrania localizando y fotografiando a una especie particular de marmota, que es la primera imagen que vemos en pantalla. Pero en su búsqueda se encuentra con un grupo de pirómanos que están provocando un incendio forestal, uno de tantos que han comenzado a actuar en la zona. Yura pretende que sus fotografías ayuden a las autoridades a poner fin a estas prácticas, pero su intento de publicarlas se topa con la falta de interés de los editores de periódicos. No importan las noticias reales, sino aquellas que atraigan a los lectores, aunque haga falta maquillarlas o directamente construir mentiras. The editorial office adopta las formas de una sátira sobre la falsedad de las noticias y la nula independencia de los medios de comunicación. El director Roman Bondarchuk creció en una familia de periodista: su madre Alla Tyutyunnik (1949, Ucrania), que es co-guionista, trabajó durante muchos años en el periódico Komsomol y su padre era presentador de una televisión local en la que, cuando no tenían disponible la información meteorológica, se la inventaban. El protagonista Dmytro Bahnenko también es periodista de investigación y cubrió la deforestación de los bosques de Jersón. La mirada crítica, salpicada de momentos de humor, está claramente inspirada por las experiencias personales que dibujan una sociedad envuelta en un círculo repetitivo de realidades falseadas, representadas por la marmota que se oculta de los humanos. 
La película deriva hacia escenarios caricaturescos como cuando los políticos que compiten para las próximas elecciones aprenden bailes locales para incorporarlos a sus videos de campaña, porque lo que importan no son las palabras sino lo que se transmite a través de las imágenes. "Todo el mundo quiere ser alcalde estos días", afirma un veterano periodista. Los medios de comunicación están comprados por la publicidad electoral y no es posible publicar informaciones que puedan afectar a la campaña de según qué candidato y se utiliza el deep fake para probar que uno de los políticos no ha desaparecido. Cuando Yura quiere demostrar que la instalación de una línea de gas que ha anunciado uno de los candidatos en realidad no existe (se ha desmantelado después de las sesiones de fotos), tiene que afrontar las consecuencias. En medio de este caos de información en la que no importa la verdad, la inminencia de la guerra no es noticia, como afirma el editor del periódico Pectoral: "La gente no pensará en la guerra hasta que vean llegar los tanques de Moscú. Quieren comer, beber, follar, rezar". The editorial office encuentra sus mejores momentos en esta representación a través de planos generales en los que parece más relevante lo que sucede al fondo de la escena (la humareda, la presencia militar...) que lo que ocurre en primer plano. Y lleva la sátira hasta una especie de celebración ritual que podría formar parte de Midsommar (Ari Aster, 2019), mostrando la fractura de una sociedad en la que sin embargo todavía existen, como en la fábula de Richard Bach Juan Salvador Gaviota (1970, Ed. Ediciones B) a la que se hace referencia directa, protagonistas que se mantienen al margen de las reglas que establecen las bandadas. 

© Roger Arpajou

Les gens d'à côté (My new friends)

André Téchiné

Francia 2024 | Panorama | ★☆☆☆


Aunque solo sea por el reencuentro entre Isabelle Huppert (1953, Francia) y André Téchiné (1943, Francia) tras su última película juntos, Las hermanas Brontë (1979), hay elementos de interés en esta nueva propuesta del director que regresa al género policíaco pero desde una perspectiva en torno a un dilema moral. Utilizando una voz en off que le confiere un tono algo literario, la historia tiene como protagonista a Lucie (Isabelle Huppert), una policía que ha permanecido durante varios meses en un hospital psiquiátrico tras el suicidio de su pareja y compañero de profesión, Slimane (Moustapha Mbengue), a quien no solamente sigue viendo como una aparición ("siempre está a mi lado, pero nadie puede verlo"), sino que le ha sobrevivido un hermano gemelo, Serge (Moustapha Mbengue), lo que representa una doble versión masculina que ha rodeado a Lucie: la del policía (su pareja) que se ha rendido debido a la depresión y la del policía (su cuñado) que se ha integrado dentro de la jerarquía. Al retratar su origen africano, el director contradice las habituales acusaciones de racismo que se producen en contra de las fuerzas del orden, mientras presenta a Lucie en las primeras imágenes de la película participando en una de las manifestaciones que en los últimos años viene protagonizando el sindicato Alliance Police National en las calles de París. Un descontento que viene de lejos y que se ha intensificado en los últimos meses frente a la sobrecarga de trabajo que se espera durante los Juegos Olímpicos de París. Lucie quiere centrarse de nuevo en su trabajo y le dice a su superior (Stéphane Rideau) que "la policía es mi única familia", pero éste no parece muy convencido de que ella se encuentre preparada psicológicamente para volver.  
La película evita mostrar a Lucie en su entorno laboral, y la sitúa constantemente en su casa, que se encuentra en uno de esos tranquilos entornos suburbanos equidistantes entre lo urbano y lo rural, realizando actividades cotidianas como cuidar el jardín o practicando jogging. Esta cotidianidad se ve interrumpida por la llegada de unos nuevos vecinos con los que pronto entabla una relación, y que representan esa idea de familia que ella quería tener con Slimane. Yann (Nahuel Pérez-Biscayart) es un artista gráfico casado con Julia (Hafsia Herzi), una profesora con la que tiene una hija pequeña, Rose (Romane Meunier). Lucie se adapta rápidamente a la dinámica familiar de sus vecinos, lo que supone en cierto modo una liberación y una distracción para ella, pero tendrá que enfrentarse a un dilema ético cuando descubre que Yann es un activista ligado a los black blocs, manifestantes en contra de la policía, a los que consideran guardianes del capitalismo. Su esposa Julia comparte los ideales de justicia social que defiende Yann, pero no está de acuerdo con el modo de actuar de los black blocs, habitualmente enfocados a las protestas violentas. Igual que no se muestra la actividad profesional de Lucie, tampoco vemos realmente las actividades a las que se dedica Yann dentro de la organización. Pero destaca el hecho de que el encuentro entre estos personajes se produzca en el entorno de esas áreas suburbanas en las que la vida parece tan impersonal y los vecinos suelen ser tan desconocidos. 
Sin embargo, Les gens d'à côté (La gente de al lado) (André Téchiné, 2024), que tiene un título internacional tan tibio como My new friends (Mis nuevos amigos), tiene graves problemas de credibilidad a lo largo de su desarrollo. A Isabelle Huppert, que también ha presentado en la Berlinale la película A traveler's needs (Hong Sangsoo, 2024) resulta poco convincente en un personaje que parece interpretar sin saber realmente hacia dónde se dirige, y la representación de la comisaría se reduce tanto a la oficina del teniente que acaba siendo impersonal e inverosímil, como si se tratara de una película de bajo presupuesto. Pero lo más problemático es la representación de los personajes de Yann y Julia, que están solo bosquejados, y que se manifiestan siempre a través de diálogos expositivos, pero sin un trasfondo emocional realmente convincente. Como si el guión, co-escrito entre André Téchiné y Régis de Martrin-Donos, que también coescribió la excelente Cuando tienes 17 años (André Téchiné, 2016), necesitara constantemente de las palabras para explicar a sus personajes, que se convierten en meros transmisores de ese idealismo del que el director quiere mostrar su dualidad. Les gens d'à côté acaba siendo una de esas películas de las que comprendemos cuales son sus resortes y sus intenciones, pero que se resuelven con escaso acierto.  

Reas

Lola Arias

Argentina, Alemania, Suiza 2024 | Forum | ★★★★☆


La representación de la realidad a través de la ficción es un recurso que consigue elaborar un lenguaje propio para crear algo nuevo a partir de la memoria. Lola Arias (1976, Argentina) consiguió el máximo galardón en la sección Forum del Festival de Berlín 2018 con su película Teatro de guerra (2018), en la que trasladaba a la ficción cinematográfica el trabajo con actores no profesionales (soldados británicos y argentinos involucrados en la guerra de las Malvinas) que había desarrollado en su obra teatral Campo minado (2016). Desde entonces está afincada en Berlín, pero sin perder el foco en las historias que surgen de su país. A partir de un taller de cine y teatro que llevó a cabo en la cárcel de Ezeiza (Buenos Aires) con presxs que estaban cumpliendo condena, pero que fue interrumpido por la pandemia del coronavirus, la idea de tener como protagonistxs a algunxs de ellxs acabó conformando la base principal de la película Reas (Lola Arias, 2024), que ahora vuelve a la sección Forum y posteriormente se presentará en Argentina dentro de la programación del Festival Internacional de Cine Independiente de Buenos Aires (BAFICI). La propuesta tiene en común con su anterior película que se presenta a partir de la reconstrucción de las experiencias reales de un grupo de presxs, pero se distancia en el hecho de que, mientras aquella reflexionaba sobre el concepto de masculinidad, ésta aborda los conflictos en torno al género y la experiencia de personxs transexuales dentro del ámbito penitenciario. Rodada en la cárcel de Caseros, una antigua prisión abandonada que se ha convertido en los últimos años en escenario de rodajes de series carcelarias como Tumberos (2002) y, sobre todo, El marginal (Netflix, 2016-2022), el planteamiento de Reas desafía la representación convencional que victimiza y estigmatiza para ofrecer una mirada mucho más acogedora y alegre utilizando el género musical como un elemento destacado. Confronta así la violencia, el horror y la tortura que se muestran habitualmente en el cine y la televisión con el amor, la comunidad y la familia que se representan en esta película. 
Como personaje central, la historia está narrada a partir de la experiencia de Yoseli Arias, que fue arrestada cuando estaba a punto de viajar en avión para conocer París, el sueño de su vida simbolizado en un tatuaje de la torre Eiffel que tiene en la espalda. Como otras muchas mujeres, accedió a ejercer como mula transportando drogas para poder pagar el viaje, lo que finalmente la llevó a una condena de cuatro años y seis meses por narcotráfico. Una de las ideas que se apuntan en este híbrido de documental-ficción musical es que la modificación de la legislación argentina de 2017 que establece penas más duras para el narcotráfico ha acabado repercutiendo más en las personas que ejercen como mulas que en el desmantelamiento de las redes criminales, aumentando considerablemente el número de mujeres que son condenadas a prisión en los últimos años, pero sin arreglar realmente el problema del tráfico de drogas. La convivencia entre las paredes desconchadas de la cárcel de Caseros establece una conexión con otrxs presxs como Nacho, trans masculino detenido por estafa que está formando una banda de rock, o Noeli, una bailarina de voguing que trata de enseñar a sus compañerxs a liberarse a través de la expresividad de los movimientos. Hay momentos en los que recuerdan sus experiencias pasadas, mientras que la puesta en escena construye una especie de camino hacia una autoafirmación que se muestra a través de sus intervenciones. 
Las coreografías musicales que se representan a lo largo de la película expresan una solidaridad y una mirada esperanzadora, pero también reflejan la realidad de la cárcel. Que la fotografía esté a cargo de Martín Benchimol (1975, Argentina), que el año pasado dirigió otra muestra de ficción documental en la excelente El castillo (2023), ganadora del Premio Horizonte en el Festival de San Sebastián, es una muestra clara de cuál es el tipo de de puesta en escena que se pretende, una que utiliza el artificio para conectarse con las diferentes realidades, como en la imagen que simula unas alas alrededor de Yoseli que hemos utilizado para ilustrar este comentario. Sin embargo, Reas no es una mirada superficial que se queda en una anécdota a través de coreografías de canciones originales o preexistentes (por supuesto, se incluye un número musical con una versión del "Jailhouse Rock" (1958) de Elvis Presley), sino que incorpora realidades más profundas y generales a través de las recreaciones. Como cuando lxs presxs reciben visitas de familiares que no son sus parejas masculinas, lo que demuestra cómo los núcleos familiares de las mujeres presas se rompen más fácilmente porque los hombres (sus novios, sus padres...) no están dispuestos a visitarlas para evitar la estigmatización que las rodea. De manera que Reas reconstruye el espacio familiar enfocándose en las familias que ellas mismas crean dentro de prisión. Las imperfecciones de las interpretaciones amateur, algunas interrupciones cuando recitan sus textos y esa esperanza que nunca pierden, convierten a esta película, que tiene previsto también representarse como una obra teatral que se estrenará en el Festival de Avignon, en una experiencia acogedora y simpática pero también profundamente sensible. 

Raíz (Through rocks and clouds)

Franco García Becerra

Perú, Chile 2024 | Generation Kplus | ★★★☆

Mención Especial del Jurado Internacional


A través de los paisajes desérticos del municipio de Colcha K en Bolivia, la hermosa película Utama (Alejandro Loayza Grisi, 2022) alertaba sobre las consecuencias del cambio climático en las zonas más recónditas del planeta, teniendo como protagonista a un matrimonio quechua que sobrevivía pastoreando su rebaño de llamas. En cierta manera, Raíz (Franco García Becerra, 2024) tiene muchos elementos en común con aquella, aunque en este caso el conflicto no está provocado por el medio ambiente, sino por la implantación de una empresa minera que amenaza la supervivencia de los pastores de alpacas en la Cordillera de Vilcanota, alrededor de las remotas aldeas de Apu Ausangate, que está considerada una montaña sagrada. La historia, escrita por Annemarie Gunkel y Alicia Quispe, está inspirada en el impacto que en la familia de esta última ha tenido la minería. Y precisamente la película tiene un tono más familiar, con unos protagonistas que fácilmente resultan atractivos para el espectador: el niño de ocho años Feliciano (Alberth Merma), que se dedica al pastoreo y sus dos animales de compañía, el perro Rambo que le ayuda a mantener el orden entre los animales, y la alpaca Ronaldo. Ambientada en el año 2018, cuando el equipo de fútbol de Perú consiguió clasificarse para el Mundial celebrado en Rusia, la atención que despierta el último partido de clasificación se convierte en una celebración patria para un pequeño país que consigue este logro en contadas ocasiones. Y los pastores se congregan alrededor de la radio o incluso viajan a Cusco para poder ver el partido en monitores de televisión. Para celebrar la posible victoria, Feliciano le hace a su alpaca Ronaldo un peinado parecido al del jugador brasileño. 
Pero en medio de esta representación del orgullo nacional, los pastores se enfrentan a una batalla en la que ellos tienen más posibilidades de perder, cuando una empresa minera utiliza las amenazas y algunas estrategias violentas para imponer el desarrollo de una actividad industrial que sin embargo contamina las aguas en las que beben los animales que son el principal recurso de los pastores. La comunidad tiene la sospecha de que la junta directiva les engaña con el precio de la lana de alpaca, y que se está sometiendo a las presiones de la empresa minera: "El dinero cambia el corazón de la gente", le dice la Feliciano su madre (Nely Huayta), mientras el padre (Richard Taipe) participa en reuniones de los aldeanos que tratan de contrarrestar la ampliación de la mina en la zona. Pero al colocar el punto de vista en la mirada de Feliciano, el director Franco García Becerra (1977, Cusco) suaviza el impacto dramático del conflicto sin evitarlo. En su segunda película después de Vientos del Sur ( 2018), la historia se recrea en los juegos del niño con sus animales, hasta que el giro del tercer acto pone en peligro la actividad principal de la comunidad. La película se ha rodado en la provincia de Quispicanchis y el director de fotografía Johan Carrasco captura de manera espléndida la singular belleza de un paisaje esbozado por los Andes, con planos abiertos que parecen hipnotizados por el entorno. Los protagonistas, que proceden principalmente de la misma zona, hablan en quechua, lo que para el director debería ser normal: "El quechua es el segundo idioma más hablado en el Perú y no consideramos raro su uso en el cine".
En este conflicto protagonizado por el progreso que sin embargo amenaza la vida rural, se introduce un elemento mágico en torno a la representación del espíritu de Auki Tayta, el lago que está amenazado por la contaminación de la actividad minera. De forma que Raíz se conforma como una especie de cuento de realismo mágico que muestra la ira de la tierra contra la destrucción provocada por el hombre. Pero este elemento, que surge de la imaginación de Feliciano a través de las historias que se cuentan en su comunidad, en vez de impulsar y ampliar el relato con un trasfondo de representación fantástica, no termina de integrarse bien en el realismo social de la película. Lo que tampoco es un defecto demasiado relevante en una historia que por lo demás equilibra perfectamente la descripción del conflicto y la elevación del sentimiento patrio a través de un objetivo deportivo que no tiene más impacto en la comunidad que subrayar el espíritu de colectividad. 
______________________________________Películas mencionadas: Stop-Zemlia se puede ver en Filmin.Midsommar se puede ver en Filmin y Movistar+.Cuando tienes 17 años se puede ver en Filmin y Prime Video. Utama se puede ver en Movistar+.