Impact
En esta sección encontramos algunos títulos relevantes que han pasado por otros festivales de cine en los últimos meses. Destacamos en esta crónica Février (February) (Kamen Kalev, 2020), película que viene con el sello de la selección que hubiera estado en la Sección Oficial del Festival de Cannes. Esta coproducción búlgaro-francesa nos presenta a Petar, un pastor del que vemos tres etapas diferentes de su vida: la niñez, la juventud y la vejez. Las tres edades más importantes en la existencia del ser humano. En este caso, es un personaje que solo encuentra en su contacto con la naturaleza la principal razón de ser. La primera etapa, la niñez, es la del descubrimiento, la de su relación con el abuelo pastor, la de un cierto rechazo pero finalmente la huella de la vida en el campo como algo que quedará imborrable a lo largo de toda su existencia. En esta parte, el director construye un mundo de sonidos y de imágenes, en el que apenas hay diálogos, en una propuesta de los sentidos. La segunda etapa nos presenta al Petar joven, soldado en las fuerzas armadas, pero incapaz de adaptarse a la relación con otras personas. Le hemos visto previamente casándose y teniendo un hijo del que realmente no se ocupará demasiado. Es un joven taciturno, que encuentra mayor acomodo junto a las gaviotas que junto a sus compañeros. Cuando le ofrecen seguir sirviendo en el ejército, muestra ya sus preferencias vitales: "Mi abuelo fue pastor, mi padre también, y yo seré pastor".Non odiare (Mauro Mancini, 2020) es el debut de su joven director y está protagonizada por Alessandro Gassman, hijo del gran Vittorio Gassman, que tiene una destacada carrera como actor. En este caso, interpreta a un médico de renombre de origen judío que deja morir a un hombre que ha sufrido un accidente cuando descubre que tiene ideología nazi. Pero quizás cierto sentimiento de culpa, o una curiosidad malsana por entender esa forma de pensar, le lleva a contratar como limpiadora a la hija del fallecido, y a tener contacto con el hijo skinhead. Este planteamiento resulta llamativo, y explora las cicatrices del pasado (el padre judío del protagonista colaboró con los nazis), los remordimientos y cómo se pueden transformar las ideologías. La película, que pasó por la Mostra de Venecia, expresa más con los silencios, con las miradas y la emoción interior de los personajes, con una introspectiva interpretación de Alessandro Gassman. Pero el guión no consigue justificar adecuadamente las acciones de éstos, especialmente las de los dos hermanos, que resultan arbitrarias. Y la atractiva reflexión que plantea se queda en algo epidérmico. Zona abiertaEsta sección está dedicada a directores reconocidos en el panorama de festivales. A falta de títulos internacionales destacados, la inauguración de la Mostra de Venecia de este año se celebró con la producción italiana Lacci (Daniele Luchetti, 2020), en la que el director de películas como La voz de su amo (1991) o La scuola (1995) aborda el resquebrajamiento de un matrimonio a través de diferentes momentos de esta relación. Esos lazos que unen a las personas aunque realmente no exista una conexión sentimental son los que se reflejan en una historia que está contada a través de diversos saltos en el tiempo que se van mezclando. Aunque se la ha comparado con Historia de un matrimonio (Noah Baumbach, 2019), en realidad aquí no se trata tanto de describir cómo se va desintegrando la relación, sino de mostrar los resortes por los que, a pesar de que se trate de un matrimonio roto, existen elementos que mantienen esa conexión vital en la pareja. Daniele Luchetti se beneficia de un buen plantel de actores, encabezados por Alba Rohrwacher y Luigi Lo Cascio (matrimonio joven) y Silvio Orlando y Laura Morante (matrimonio mayor). De alguna manera, esta historia recuerda más a Ingmar Bergman en algunos momentos, en su teatralidad, en sus diálogos ágiles, pero el director elige una estructura narrativa que no beneficia, sino más bien entorpece la historia. Hay una cierta mirada cínica a la persistencia en el desamor, lo que resulta interesante, pero al final queda un viaje que no encuentra el tono adecuado. La producción iraní The wasteland (Ahmad Bahrami, 2020) ganó el Premio Orizzonti y el Premio FIPRESCI en la Mostra de Venecia y pasó por la Sección Oficial de la Seminci de Valladolid. La historia tiene lugar en una fábrica de ladrillos en la que ha trabajado un hombre durante cuarenta años, y que se enfrenta al cierre inminente debido a la crisis del ladrillo tradicional. Rodada en un majestuoso blanco y negro, de imágenes hipnóticas, el director hace hace referencia al cine de Béla Tarr, y en especial a la magnificencia de Sátántangó (Béla Tarr, 1994), a la que une no solamente el uso de la fotografía en blanco y negro, sino también una estructura circular, en la que el eje principal es el anuncio del patrón del inminente cierre de la fábrica, que se repite varias para centrarnos en diferentes personajes.
El desarrollo de la historia es más sencillo que el de la obra del director húngaro, pero consigue un efecto parecido, una especie de retorno del cine a sus orígenes, a la narrativa envuelta en la forma. A través de planos secuencia en su mayor parte, que de alguna manera expresan también el sentimiento interior de los personajes, Ahmad Bahrami cuenta una historia que habla del sacrificio, de una vida consagrada al trabajo, una especie de camino sin retorno que muestra su desamparo cuando no puede continuar. En cierto sentido, su película también tiene puntos en común con el cine de Abbas Kiarostami, con esa imagen pegada a la tierra, bien elaborada pero dotada al mismo tiempo de una sencillez aplastante. American IndependentsEsta es la sección que dedica el Festival de Estocolmo al reciente cine independiente de Estados Unidos. Entre la selección, encontramos propuestas como Dinner in America (Adam Rehmeier, 2020), que une a dos personajes extravagantes, un joven punk con cierta tendencia a la anarquía y una chica obsesionada con tocar en una banda música, para iniciar una relación que les llevará por caminos absurdos, mostrando una mirada irónica hacia la familia norteamericana. La película fue seleccionada en el Festival de Sundance y recuerda en algunos momentos a esa relación entre los protagonistas de la serie The end of the f***ing world (Netflix, 2019). Pero el guión acaba siendo repetitivo y tiene escasa proyección al margen de la creación de situaciones más o menos divertidas. Tampoco el desequilibrado nivel interpretativo ayuda a la película. Mientras que Kyle Gallner compone a un tipo excéntrico con gracia y cierta tendencia al exceso que encaja perfectamente, el trabajo de Emily Skegg está lleno de tics histriónicos que se quedan en una creación superficial.