Joao Pedro Rodrigues hace un extrañísimo experimento en A última vez que vi Macau. Visualmente nos presenta un documental, y se mantiene sin alteraciones sin alteraciones durante casi todo el film. Pero la historia que nos cuenta es ficticia, por una voz en off cuyo propietario vemos muy pocas veces y nunca su rostro. Parece que está realizando una sinfonía de una ciudad, pero con una voz en off sobrepuesta que nos cuenta una sórdida historia de crímenes.
Joao Rui Guerra da Mata recibe una urgente petición de ayuda por parte de un travesti amigo suyo que está en Macao. Hace treinta años que no va allí, y cuando llega se encuentra metido en un turbio asunto de gangsters. Por mucho que Joao trata de llegar a tiempo para salvar a su amigo es incapaz de localizarlo, ya que es difícil contactar con el por teléfono y más aún encontrarse cara a cara.
La idea es original e interesante, pero el producto final es insoportable, carente de interés y farragoso. Una idea arriesgada que no ha llegado a buen puerto.