Melaza fue la película que concluyó el ciclo de cine latinoamericano bajo el mando del Festival de Cine de Málaga, conformando un broche de oro a una sección con sus altos y sus bajos a lo largo de estos últimos días.
Con Melaza Carlos Lechuga pretende retratar, y lo consigue a la perfección, la monotonía (magníficos los planos con los que empieza y acaba la película) de una aldea, cuyo nombre coincide con el título de la película, ajada y gastada por el uso y las formas del socialismo allí reinante. Cómo un familia normal y con poco, en todos los aspectos de la vida, se ven envueltos en varias situaciones poco honrosas para pagar una multa que los sacará de su casa.
Lo que más sorprende de la mirada de su director es cómo ha sido capaz de dotar a la imagen de ninguna moralidad, sino que las acciones de sus actores sea más un camino normalizado para conseguir un fin, que una pérdida total de principios humanos. La perfecta composición de los planos, junto con los movimientos lentos y pausados de la cámara, sirven para transportar al espectador a un down tempo cubano, ayudando a meterse en la historia de los personajes, sintiéndose uno partícipe de las andaduras de sus protagonistas.
Y esto no es todo, porque sino fuera poco, Carlos Lechuga hace un homenaje a la mujer cubana, en particular pero casi explayándose hacia el resto de las mujeres de distintas nacionalidades, la cual se ve obligada a realizar trabajos poco agradecidos con el fin de salvar a los suyos.
Tal vez en este largometraje, es dónde se lleve a cabo la manida frase de “no es como lo cuenta, sino lo que cuenta”, la cual define a la perfección Melaza. Básicamente esto, y mucho más si deciden verla, es Melaza. Una película pequeña que con muy poco, consigue decir mucho más de lo que pretende.