Una de las funciones básicas del cine es hacernos viajar donde nunca podremos viajar, ver lo que nunca podremos ver y hacernos sentir como creímos que nunca volveríamos a sentir. La 65 edición del Zinemaldi donostiarra tiene todo esto y mucho más, convirtiéndose en una de las más nutridas con títulos de calidad de los últimos años. Veamos, de mejor a peor, que ha dado de sí un segundo día repleto de sol, helados, largas colas y cine con mayúsculas. Comenzamos con las proyecciones fuera de la Sección Oficial: Visages, Villages de Agnès Varda y En cuerpo y alma de Ildikó Enyedi :
VISAGES, VILLAGES (Proyecciones Especiales) **** ½
Mucho tiene que ofrecer el festival para que en mis retinas se grabe otra imagen que no sea la de Agnès Varda llorando, herida en el orgullo y la nostalgia, respondiendo a otro célebre director escribiendo en el cristal de la puerta de su casa. Es un momento mágico, puro, la realidad mostrada a través de una cámara por una directora mítica de la nouvelle vague (Cléo de 5 a 7, Los espigadores y la espigadora) que puede que haya filmado, a los 88 años, su gran obra maestra. Visages, villages es un documental semificcionado en el que Agnès y el artista callejero JR se juntan para ir a pueblos de Francia y convertir paredes vacías en obras de arte.
Así, conocemos a un cartero que antes llevaba carne y pan además del correo, a una camarera convertida, de pronto, en la gran estrella de su pueblo, a una mujer que se niega a cortar los cuernos a las cabras o a un alma libre que hace arte con chapas de botellas. Cada uno de los pequeños personajes que pueblan Visages, villages tienen algo que contar y nos enseñan pequeñas lecciones sobre la libertad, la integridad, la fama o la futilidad de la nostalgia.
Es interesante ver Visages, villages en contraposición directa a The Square. Donde aquella intentaba reírse del arte moderno como muestra de una disciplina vacía y sin sentido, ésta trata no solo de dar un significado a cada obra de arte, sino también defiende su necesidad en el mundo que nos rodea. Y, al final, los ojos de Agnès decoran un tren, tres mujeres gigantescas miran a sus maridos estibadores, un pueblo fantasma se vuelve lleno de vida por una tarde, una fábrica decora sus aburridos muros de entrada. Y Agnès llora. Y se siente dolida. E insulta a Godard. Imprescindible.
EN CUERPO Y ALMA (Perlas) *** ½
En cuerpo y alma (Teströl és Ièlekröl) es una película original, tierna, emotiva, visibilizadora, graciosa y que funciona. Cierto es que no innova, sorprende ni redescubre la rueda, pero a veces no hace falta. El punto de partida, como poco, es interesante: durante una inspección médica, una psicóloga descubre que dos empleados de una fábrica de productos cárnicos, Endre y María, comparten los mismos sueños cada noche. Y claro, esto les une. El problema es que Endre ha renunciado al amor y María tiene Asperger y no es capaz de dejarse tocar.
Una historia de amor inusual que tiene una de las escenas más fuertes y, al mismo tiempo, más divertidas de este año (algo así como la antítesis perfecta de Por 13 razones). Entonces, si todo es tan perfecto, ¿qué es lo que falla? Las subtramas: un “whodunit” innecesario (¿quién robó la caja de afrodisiaco para vacas?), una crítica machacona a la industria cárnica (que queda fuera de lugar en todo momento), personajes que están en la trama sin mucho motivo… En cuerpo y alma se sostiene porque nos interesa lo que les pasa a sus dos protagonistas. Y nos interesa mucho.
Es posible que En cuerpo y alma sea una de las películas que mejor han retratado una mente con problemas, y consigue que entendamos que cada paso que María da para acercarse a Endre (comprar un teléfono móvil, escuchar música, tratar de sentir algo, lo que sea) es duro y, al mismo tiempo, necesario para que la trama fluya. El guión es muy inteligente a la hora de presentarnos a los personajes, y pequeños detalles como María jugando con Playmobil antes de tener una conversación con Endre, imaginando cómo acabará, nos ayudan a entender mejor una psique tan compleja. Eso sí, que sea una película de amor no significa que sea una película para sentirse bien: hay cabezas de vaca cortadas, bichos despedazados y sangre por doquier. Así son los húngaros…
CONTINUARÁ…
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