Como es habitual, comparto con los lectores de este humilde blog los vinos que desfilaron por la mesa en las dos noches más señaladas de las fiestas decembrinas. En esta ocasión sin catas, sin descripciones organolépticas, sólo sensaciones, sólo que los vinos me dijeron y cómo se comportaron en la mesa enfrentándose a los platos con los que se tuvieron que medir.
Para Nochebuena decidí hacer un recorrido por los países europeos con mayor tradición vitivinícola, así que desfilaron vinos de Francia, Portugal, Italia y por supuesto España. Abrió el fuego con los entrantes el Champagne Aurore Casanova Brut Rosé (AOC Champagne, 42% Chardonnay, 30% Pinot Noir, 12% Pinot Meunier; Aurore Casanova), mostró buena carga frutal, siendo muy agradable y muy gastronómico; gustó en la mesa. Para el primer plato con frutos del mar, que combinaba ahumados, queso y aguacate, nos mantuvimos en Francia, concretamente en Alsacia, con un vino catado recientemente, Schoffit Riesling Sec Tradition 2013 (AOC Alsace, blanco con crianza en acero, 100% Riesling, Domaine Schoffit); vivo, graso, con cierta complejidad y con un delicioso aroma a caucho; posiblemente el triunfador de la noche. Siguiente plato, aparecen los crustáceos en receta mallorquina, y les acompaña un vino portugués, Anselmo Mendes Alvarinho Contacto 2016 (DO Vinho Verde, 100% Albariño con unos 3 meses de crianza con sus lías, Anselmo Mendes), frutal, fresco, vivo, pero algo falto de espíritu; sinceramente me dejó bastante frío; igual se merece otra oportunidad con más tiempo de guarda y menos viandas, pero fue lo más flojo de la noche. Para el plato principal, cochinillo asado, trajimos a la mesa el representante español de la noche: El Puntido 2010 (DOCa Rioja, tinto con crianza 100% Tempranillo, Viñedos de Páganos), aromático, intenso, sedoso, redondo, largo; fantástico vino en un muy buen momento de forma, la otra estrella de la sesión. Para los postres una compra de última hora, desde Italia llegó un Marsala Fine Ambra Semisecco (DOC Marsala, generoso, Catarrato y Grillo, embotellado por Francesco Intorcia e Figli); bien conjuntado, con cierta complejidad y potencia sin llegar a cansar; también gustó mucho y se quedó durante una agradable sobremesa.
Como los seguidores del blog ya sabrán, es una tradición personal que los vinos que aparezcan en la cena de Nochevieja sean todos gallegos, a excepción del champagne imprescindible para los brindis y jolgorios de recepción del nuevo año. En esta ocasión no iba a ser diferente, así que para los entrantes y picoteos empezamos con las burbujas, Gorgola Extra Brut (DO Rías Baixas, 100% Albariño, Cabana das Bolboretas), fresco, vivo, alegre, frutal, gastronómico; sin ser yo muy fan de los espumosos elaborados en esta zona, este me ha gustado bastante, para seguirle la pista. Empieza el desfile de crustáceos y moluscos, como no podía ser de otra manera estando donde estábamos, y nos vamos a Valdeorras de la mano de un viejo conocido, José Luis Arístegui Godello 2015 (DO Valdeorras, blanco fermentado en cuba de roble y con crianza de 3-4 meses con sus lías, 100% Godello, Adega José Arístegui), graso, envolvente, fresco y frutal, muy agradable; un vino que me gusta mucho y que se lleva muy bien con los pobladores submarinos de las rías. No puede faltar en nuestras celebraciones familliares navideñas un plato que nos recuerda siempre de dónde venimos los más jóvenes, y dónde han pasado gran parte de su vida los mayores: las hallacas que cada año con esfuerzo y ganas de no perder esta tradición elabora mi madre, en esta ocasión con la ayuda de una magnífica pinche de 5 años. Decidí para acompañar a este contundente plato presentar un blanco con enjundia, y apareció en la mesa Cíes 2015 (DO Rías Baixas, blanco con crianza 100% Albariño, Rodrigo Méndez), complejo, intenso, graso, lleno, combinando la presencia de la barrica con una acidez viva; otro gran vino de Rodri que con tiempo de guarda puede ser enorme; el ganador de la noche sin ninguna duda. Con el plato principal, el cabrito, opté por un vino que surge del proyecto de Juan y Carlos Rodríguez (con el que hemos compartido lecturas de blog y charlas cibernéticas) con Fredi Torres y que tenía muchas ganas de probar: Sílice 2015 (Sin DO, tinto con crianza 80% Mencía, 20% Albarello, Merenzao, Garnacha Tintorera y uvas blancas; Sílice Viticultores). Le tocó a este vino salir a escena cuando ya los estómagos están ondeando la bandera blanca, lo cual siempre es un hándicap, y lo noté algo goloso, como si le faltara un punto de frescura; me gustó, pero esperaba otra cosa, por lo que a la botella que queda por aquí le haremos los honores con los aparatos digestivos menos atiborrados. Las campanadas, las uvas, los abrazos y los brindis con burbujas de la mano del único vino que no era de tierras gallegas, Champagne Boucant‐Thiery Extra Brut (AOC Champagne, 50% Pinot Meunier, 35 % Pinot Noir, 15% Chardonnay; Boucant‐Thiery), nuevamente los estómagos repletos no permitieron hacer los honores como el vino lo merecía, pero se mostró con buena presencia, frescura, elegancia y visos de poder acompañar muy bien una comida completa.
Los triunfadores de la Nochebuena, el Riesling alsaciano y el riojano de los Eguren, que por otro lado eran apuestas ganadoras. El campeón de la Nochevieja, ese fantástico Cíes de Rodrigo Méndez, que creo que ha sido el vino que más me ha gustado de todo lo bebido en estas festividades, del que tengo una botella del 2016 que va a reposar en la vinoteca aún una buena temporada, y que me ha recordado que tengo que volver a pasarme por los dominios de Rodri.