Así que el otro día llego a la estación del tren de Alicante y viene a recogerme Ana para llevarme a Elche, pero antes nos paramos en una imprenta para recoger los ejemplares de la revista Fetiche. Ana aparca en doble fila, en una calle de dos carriles con mucho tráfico. Los coches empiezan a hacer sonar sus claxones, cosa que si utilizaran su cabeza para llevar algo más que el pelo no harían porque por mucho que piten el coche no se va a mover de allí hasta que regrese Ana, así que me dedico a darles cortes de manga, a ver si alguno tiene cojones y se baja de su buga a decirme algo. Pero son demasiado mierdas y lo único que hacen es esconderse detrás de su puto claxon. Pero cuando llega Ana con los ejemplares de Fetiche, la espera y los pitidos han merecido la pena, pues la revista ha quedado realmente de puta madre y tengo la suerte de ser el primero en leerla.
Y aprovecho, por si se me olvida, para darle las gracias a la gente que fue a escucharme recitar y en especial a la gente que vino de fuera: los poetas Cristina Morano y Héctor Castilla, de Murcia; Javier Das y Laura, de Alicante; y Suko Susana, de Valencia.
Y ahora, si pinchas sobre las imágenes leerás poemas que son la hostia: