Ahora que el gurú que creó WikiLeaks anuncia que revelará los nombres de las fuentes de los 251.287 mensajes diplomáticos robados por un soldado estadounidense, los cinco grandes periódicos mundiales que presentaron a Julian Assange como un genio del periodismo quieren desvincularse de este hombre que puede provocar muchas muertes.
Numerosas personas anónimas o funcionarios estarán en peligro de ser asesinados en países con regímenes dictatoriales o de fanatismo religioso, cuyos nombres aparecen en los despachos como confidentes de los estadounidenses.
“ElPaís”, “The New York Times”, “The Guardian”, “Le Monde” y “Der Spiegel”, habían creado un sindicato para publicar extractos de los documentos robados por el soldado y vendidos por Assange, pero ocultando esas fuentes. Los WikiLeaks no aportaron nada desconocido.
Sólo ampliaron algunos aspectos de lo que se sabía: la diplomacia estadounidense es bastante previsible.
Al divulgarlos como documentos canónicos, siendo a veces sólo borradores, los diarios rompían algunas reglas sagradas del “periodismo de calidad”, del que se presentan como paradigma, como son las de no comprar información y publicar solamente la contrastada.
Además, su único vendedor y proveedor informativo, Julian Assange, era poco fiable. Sabían que es un aventurero australiano de 40 años ególatra y especialista en escándalos que estaba acusado de violar a dos mujeres en Suecia.
Hoy penan los diarios por su disparate al cultivar un periodismo que decían detestar y en el que cayeron, el de las filtraciones compradas, algunas desinformaciones manipuladas.
Lamentan haber presentado a Assange como ejemplo periodístico: explosionada la pompa de Wikileaks, ven asustados que su gurú quiere volver las primeras planas revelando las fuentes y enviándolas, seguramente, a la muerte.
Esos periódicos que cotillearon de política con WikiLeaks como “Sálvame de Luxe” del corazón, deberán preguntarse por su responsabilidad tras esos crímenes.
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