Ficción breve de un suicidio

Publicado el 13 julio 2014 por Diego Diego F Ospina @DiegO_OzpY

Miré hacia abajo y era todo lo que temía que fuera, a los veinte pisos de altura las personas se ven muy, muy pequeña, son como hormigas ocupadas siempre en su obra, laborioso obreros del no vivir.

Tenía mis dedos metidos entre los pequeños espacios que siempre están entre los ladrillos resquebrajados de los edificios ruinosos, mis viejos zapatos negros que ahora eran casi grises, asomaban sus puntas achatadas mas aya de los limites de la pequeña plataforma de concreto que se extendía desde las ventanas  y las conectaba todas como un abrazo, como en esas películas donde el suicida camina con la espalda contra el muro del indiferente edificio, mientras un sudor frió le recorre el cuerpo al mirar hacia bajo, bueno así estaba yo.

No recordaba ya que me había llevado a estar a punto de saltar de un edificio, atrás quedarían esos días preguntándome el porqué de tantas cosas, sin saber el cómo de nada, lo único seguro y concreto en mi mente era el pensamiento recurrente que me empujaba mas allá de esta gris realidad, una voz en mi cabeza me decía con un tono sereno pero de forma repetitiva que debía lanzarme al vació sin importar nada, que tenía que caer para surgir.

Cerré los ojos un momento, me ardían las pupilas y una que otra lagrima transportaba su sabor salado y sutil,  llenaban con la amargura del fracaso mi boca seca, vi los rostros de a quienes alguna vez considere mi familia, aquellos que ahora ni me recuerdan, ahora se que yo tampoco quiero memoria, se la dejare al asfalto, dejare mi pequeño grano de área el mundo, quiero decir mi pequeña mancha, me convertiré en una mancha mas del camino, véanlo como un insecto que estalla abruptamente contra el parabrisas de una existencia insoportable, ese soy yo cayendo desde veinte pisos.

La salida fácil, siempre la evite. Desde pequeño deje lo sencillo para los cobardes. Hoy entendí, de forma cruel, que la vida siempre te doblega y que lo único posible, tal vez  lo máximo a lo que puede aspirara un ser vivo, es a morir libre antes que el tiempo le ponga de rodillas.

A los 60 años vi nacer, vi crecer y vi morir a mis hijos, vi desaparecer a mis amigos, sentí lo que es perder al amor de tu vida, supe lo que es jamás conocer a tu padre y vi como una sociedad liderada por la estupidez declino por siempre en una nueva edad oscura. La humanidad no es mas quien domina este podrido mundo, ahora los fantasmas y sus títeres inyectan los pensamientos y sugestionan las ideas, el desarrollo de los seres esta totalmente controlado y yo soy el único aun vivo que no posee esa mierda de microchip incrustado en el cuello.

La tecnología lo domina todo, el espíritu paso a un segundo plano, las maquinas nos hicieron parásitos decadentes y cotidianos de nosotros. Todo paso lentamente pero más rápido de lo que la evolución podía cambiarnos, somos hoy mas que nunca las computadoras de las maquinas, campos infinitos de mentes que procesan día a día miles de anuncios comerciales y acepta la disminución del nivel intelectual a cambio del confort diario de sobrevivir, la Internet se convirtió en una cadena invisible e inevitable para las mentes libres. Todos sucumbieron a la mediocridad, solo yo me he mantenido a raya de esto, pero ahora no hay escape ni futuro que esperar.

Levanto los brazos, eran las 2:15 pm, el momento había llegado, fije mi vista en sol, le rete a dejarme ciego y caí, y  al caer, fui libre…