Este fin de semana cierra el FICCM 2011, al mismo tiempo que inicia Ambulante 2011 -aquí daremos cuenta, por cierto, de unos cuantos documentales de Ambulante, incluyendo el nuevo filme de Everardo González, pero a partir de la próxima semana
Hoy viernes, pues, el FICCM 2011 exhibe una de sus mejores selecciones, dentro de la sección "Cine Contemporáneo del Mundo". Me refiero a la nominada al Oscar 2011 Dientes de Perro (Kynodontas, Grecia, 2009), que ya se exhibió en México hace varios meses en Distrital 2010. Como ya escribí de esta película en su momento, mejor remito al lector a que le eche una ojeada al texto por aquí. En todo caso, Dientes de Perro -que se exhibirá a las 18:30 horas en Cinemark Lindavista- es mejor que las otras dos opciones que se han programado a la misma hora en distintos cines.
Así, a las mismas 18:30 horas, pero en Cinemark Polanco, se presentará, también en la sección "Cine Contemporáneo del Mundo", Metropia (Ídem, Suecia-Dinamarca-Noruega-Finlandia, 2009), segundo largometraje -primero de animación- del sueco de origen turco Tarik Saleh.
El filme es una grisácea -en más de un sentido- fantasía distópica, deudora en gran medida del Brasil (1985) de Terry Gilliam, sólo que desprovisto de su impávido humor negro. Estamos en la Unión Europea en el 2024, territorio dominado por el Grupo Trexx, una megacompañía dueña del más grande y rápido sistema de transporte colectivo subterráneo. El protagonista, el apagado empleado sueco Roger Olofson (voz de Vincent Gallo), empieza a escuchar voces en su cabeza e, impulsivamente, empieza a seguir a la hitchcockiana presencia de una joven mujer, fría y distante, hermana gemela de Tippi Hedren. Por supuesto, el pobre diablo será arrastrado a una trama en la que él mismo ya no sabrá qué papel está jugando y si la mujer de la que está obsesionado (voz de Juliette Lewis) es confiable o no.
La animación de Metropia es lo más interesante que tiene que ofrecer este filme: los cuerpos de los personajes han sido creados a partir de unos fotomontajes hiper-realistas, digitalmente retrabajados. Técnicamente, la película se deja ver -por más que el retrato de ese oscuro mundo opresivo termine resultando inevitablemente tedioso-, pero su previsible y derivativa trama no ayuda mucho.
En contraste, Exportaciones Extrañas: una Historia de Navidad (Rare Exports, Finlandia-Noruega-Francia-Suecia, 2010), la opera prima de Jalmari Helander exhibida en la sección "Presentaciones Especiales", puede tener algunos defectos, pero previsible no es.
Surgida a partir de dos cortometrajes anteriores que no he visto, la trama de Exportaciones Extrañas nos propone que el auténtico Santa Claus no era el anciano bonachón rodeado de diligentes elfos bondadosos, sino una suerte de monstruo gigantesco que en plena Nochebuena visitaba la casa de los niños para castigar ejemplarmente -por ejemplo, matando a nalgadas o guisando en perol hirviente- a todos los que se habían portado mal. Como los antiguos habitantes del norte de Finlandia conocían muy bien a Santa Claus, lo enterraron -más bien, enhielaron- en el monte Korvantanturi, a casi 500 metros de profundidad. Por desgracia, el millonario excéntrico que nunca falta -cf. Richard Attenborough en Parque Jurásico (Spielberg, 1993)- ha mandado una cuadrilla a encontrar la tumba del maléfico Santa... Y, por supuesto, la encuentran.
Patrick Fahy ha escrito (Sight and Sound, enero 2011, p. 81) que Exportaciones Extrañas parece, a ratos, una fantasía infantil pensada por Roald Dahl después de una intensa plática con Tarantino. En efecto, algo hay de eso, aunque al final la interesante premisa -un Santa diabólico que es revivido para amenazar la vida de todos los niños del lugar- termina muy deslavada, pues Helander no se anima -o el presupuesto no le alcanzó- a llevar su idea hasta las últimas consecuencias. Al final, la película termina siendo una entretenida fantasía infantil, con todo y un niño heroico spielbergiano (Onni Tommila) como protagonista, y un desenlace anticlimático pero gozosamente cínico.