La competencia "Ahora México" del FICUNAM suele mezclar sin mayor problema largo, medio y cortometraje; ficción y documental, lo meritorio con lo insuficiente o, de plano, fallido. Tómese el caso de Muros (México-Alemania-Irlanda-Israel-EU-Sahara Occidental, 2014), el más reciente largometraje del veterano especialista Gregorio Rocha.La voz en off sobre-explicativa del propio Rocha le aclara a su "pequeño chimpance" -o sea, su hijo- que, con el fin de huir de sus demonios, ha decidido recorrer el mundo, "muy lejos de ti, más cerca de mí". La confesión ego(t)ista se ilustra en este curioso egotrip que inicia, a saber por qué, en la capilla de Malverde en Culiacán (¡otra vez la burra al trigo!) y de ahí sigue por Sonora, Berlín, Israel, Belfast, Arizona, Argelia y los campamentos en los que sobrevive el pueblo saharauí. En todos estos lugares hay o ha habido muros que separan a ssitemas políticos, culturas, religiones. También hay muros fraternales -el que persiste entre Rocha y su hermano, que vive en Israel y que se ha convertido en un fanático antiárabe- y otros que separan a una misma población, como el muro "elástico" que hace la vida imposible de los palestinos en los territorios ocupados o la frontera que separa los territorios que son -o fueron- de los indios o'otham de Sonora y Arizona.El documental está competentemente realizado y la edición del propio Rocha termina fusionando de forma muy funcional los espacios más alejados -el desierto del Sahara con el desierto de Sonora, por ejemplo-, pero como dice el propio cineasta, en off, en algún momento de lucidez: ¿servirá de algo este documental? Digamos que a nivel informativo, sí. No hay mucho que Rocha pueda agregar sobre temas harto conocidos -el conflicto palestino, la tragedia saharauí- aunque debo confesar que no tenía mucha idea de que los o'otham (o pápagos) estuvieran dividos por la frontera méxico-americana. Hombre, algo es algo: aprendí eso.Eso sí, la voz en off de Rocha se vuelve reiterativa con el paso del tiempo y, peor aún, reslaba en la autoparodia (¿conciente?), como cuando lo vemos caminar en un peligroso terreno minado en el Sahara y él mismo, emocionado, en pleno paroxismo, se pregunta si esas serán las últimas imágenes que tomará en su vida. Va el spolier: a Rocha no le pasó nada. Nomás hizo este documental. Un poco mejor resulta Los Muertos (México, 2014), segundo largometraje de Santiago Mohar Volkow que, aunque es una cinta de ficción, tiene ciertos alcances semi-documentales. Un grupo de muchachos de la alta sociedad, ociosos, desobligados, borrachos, drogos, indolentes, malhablados y hasta incestuosos, organizan un bacanal en la casota de uno de ellos. Al día siguiente, dos parejas y el hermanito menor de una de las muchachas, siguen el güateque en una casa de campo fuera de la Ciudad de México.Mohar muestra de forma descarnada dos Méxicos, ninguno de ellos particularmente agradable. Es decir, por un lado está el mundo de estos mirreyes quienes viven en su pequeña burbuja de privilegios, y por el otro tenemos la violenta realidad que está a la vuelta de la esquina: al gurarura de uno de los muchachos le bajan el auto a punta de pistola, a otro chamaco le bajan su camionetón cuando está manejando briago, otro más cuenta como si fuera gracia cierto atraco sufrido con el psicólogo, los cinco protagonistas ven los cadáveres abandonados de un grupo de ejecutados dentro de un auto...Por desgracia, el desenlace no solo resulta gratuito -nuevamente la gratuidad de la violencia como una característica del cine mexicano en competencia en el FICUNAM- sino que termina siendo aleccionador. Incluso, podríamos decir que moralista. Por lo demás, la cinta avanza sin grandes problemas, aunque algunos recursos narrativos -como el repetir alguna escena desde el punto de vista de uno u otro personaje, en una suerte de bucle temporal- no son particularmente necesarios. Para provocaciones que no temen llegar hasta las últimas consecuencias, Me Quedo Contigo (Narro, 2014) que, por lo menos hasta el momento, es lo mejor del cine mexicano en el FICUNAM. Pero ya luego escribiré de ella.
La competencia "Ahora México" del FICUNAM suele mezclar sin mayor problema largo, medio y cortometraje; ficción y documental, lo meritorio con lo insuficiente o, de plano, fallido. Tómese el caso de Muros (México-Alemania-Irlanda-Israel-EU-Sahara Occidental, 2014), el más reciente largometraje del veterano especialista Gregorio Rocha.La voz en off sobre-explicativa del propio Rocha le aclara a su "pequeño chimpance" -o sea, su hijo- que, con el fin de huir de sus demonios, ha decidido recorrer el mundo, "muy lejos de ti, más cerca de mí". La confesión ego(t)ista se ilustra en este curioso egotrip que inicia, a saber por qué, en la capilla de Malverde en Culiacán (¡otra vez la burra al trigo!) y de ahí sigue por Sonora, Berlín, Israel, Belfast, Arizona, Argelia y los campamentos en los que sobrevive el pueblo saharauí. En todos estos lugares hay o ha habido muros que separan a ssitemas políticos, culturas, religiones. También hay muros fraternales -el que persiste entre Rocha y su hermano, que vive en Israel y que se ha convertido en un fanático antiárabe- y otros que separan a una misma población, como el muro "elástico" que hace la vida imposible de los palestinos en los territorios ocupados o la frontera que separa los territorios que son -o fueron- de los indios o'otham de Sonora y Arizona.El documental está competentemente realizado y la edición del propio Rocha termina fusionando de forma muy funcional los espacios más alejados -el desierto del Sahara con el desierto de Sonora, por ejemplo-, pero como dice el propio cineasta, en off, en algún momento de lucidez: ¿servirá de algo este documental? Digamos que a nivel informativo, sí. No hay mucho que Rocha pueda agregar sobre temas harto conocidos -el conflicto palestino, la tragedia saharauí- aunque debo confesar que no tenía mucha idea de que los o'otham (o pápagos) estuvieran dividos por la frontera méxico-americana. Hombre, algo es algo: aprendí eso.Eso sí, la voz en off de Rocha se vuelve reiterativa con el paso del tiempo y, peor aún, reslaba en la autoparodia (¿conciente?), como cuando lo vemos caminar en un peligroso terreno minado en el Sahara y él mismo, emocionado, en pleno paroxismo, se pregunta si esas serán las últimas imágenes que tomará en su vida. Va el spolier: a Rocha no le pasó nada. Nomás hizo este documental. Un poco mejor resulta Los Muertos (México, 2014), segundo largometraje de Santiago Mohar Volkow que, aunque es una cinta de ficción, tiene ciertos alcances semi-documentales. Un grupo de muchachos de la alta sociedad, ociosos, desobligados, borrachos, drogos, indolentes, malhablados y hasta incestuosos, organizan un bacanal en la casota de uno de ellos. Al día siguiente, dos parejas y el hermanito menor de una de las muchachas, siguen el güateque en una casa de campo fuera de la Ciudad de México.Mohar muestra de forma descarnada dos Méxicos, ninguno de ellos particularmente agradable. Es decir, por un lado está el mundo de estos mirreyes quienes viven en su pequeña burbuja de privilegios, y por el otro tenemos la violenta realidad que está a la vuelta de la esquina: al gurarura de uno de los muchachos le bajan el auto a punta de pistola, a otro chamaco le bajan su camionetón cuando está manejando briago, otro más cuenta como si fuera gracia cierto atraco sufrido con el psicólogo, los cinco protagonistas ven los cadáveres abandonados de un grupo de ejecutados dentro de un auto...Por desgracia, el desenlace no solo resulta gratuito -nuevamente la gratuidad de la violencia como una característica del cine mexicano en competencia en el FICUNAM- sino que termina siendo aleccionador. Incluso, podríamos decir que moralista. Por lo demás, la cinta avanza sin grandes problemas, aunque algunos recursos narrativos -como el repetir alguna escena desde el punto de vista de uno u otro personaje, en una suerte de bucle temporal- no son particularmente necesarios. Para provocaciones que no temen llegar hasta las últimas consecuencias, Me Quedo Contigo (Narro, 2014) que, por lo menos hasta el momento, es lo mejor del cine mexicano en el FICUNAM. Pero ya luego escribiré de ella.