Fidel: La responsabilidad de la Revolución (3)

Por Rosabaez @LaPolillaCubana
Por Felipe de J. Pérez Cruz, Presidente del Comité Provincial de la UNHIC en La Habana

Tras el golpe de Estado del 10 de marzo de 1952, violada la Constitución de 1940, fracturado el orden demo-burgués, en momentos de reflujo del movimiento revolucionario, Fidel Castro Ruz sorprendió por su audacia, rompió con los dogmas prevalecientes en la cultura política y en la teoría revolucionaria de mediados del siglo pasado, y convocó a reanudar la lucha nacional liberadora.

Este periodo de la vida de Fidel que se inicia tras el cuartelazo de Fulgencio Batista y Zaldívar (1901-1973),  cuenta para su estudio con numerosos testimonios de participantes y una profusa colección documentos y trabajos periodísticos de la época, en su mayoría atesorados cuidadosamente en la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado. En la historiografía cubana de la etapa, resalta la acuciosa labor del investigador Mario Mencía Cobas. La obra de Mencía Cobas resulta una lectura obligada para quienes quieran profundizar en las circunstancias y los detalles, en lo general y en lo particular (2).

El Golpe del 10 de marzo

El golpe militar realizado por Batista, sorprende a la inmensa mayoría de los cubanos, pero no a Fidel Castro: “Sentí una cólera tremenda por lo ocurrido. Pero, además, una de las cosas que más me dolía era no haber hecho aquella denuncia en que plantearía la inminencia del golpe. Agramonte me negó la hora radial del Partido. Decía que no era cierto que Batista estuviera conspirando con militares en activo. Realmente, aquella dirigencia de la ortodoxia era una gente incapaz por completo” (3).

El golpe derrumbaba todos los proyectos inmediatos que tenía Fidel, a lo que se adicionaba que su situación personal se complicaba, con el peligro real que representaba el nombramiento como jefe de la Policía en La Habana, del teniente Rafael Salas Cañizares.  Recordemos que seis días antes, Fidel logró finalmente encausar a este criminal por el asesinato del joven ortodoxo Carlos Rodríguez,  en un juicio en el que  la sanción podía llegar a ser de 30 años de prisión (4). Del ahora también golpista Salas Cañizares -quien se auto ascendió  a coronel  el propio 10 de marzo- podía esperar Fidel cualquier acto de venganza y represalia, por lo que opta por mantenerse fuera de su alcance, en condiciones de clandestinidad.

Con el concurso de René Rodríguez Cruz y otros compañeros, que le colaboraban en sus tareas de delegado del capitalino barrio de Cayo Hueso y candidato a representante por  el Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo) (5).  Fidel recaba información de los que ocurre en la Universidad y en otras partes de la ciudad.

En la casa donde se oculta, Fidel se entrevista con una de las personas cercanas al derrocado presidente Carlos Prío Socarras (1903-1977) y conoce que éste no iba a realizar ninguna resistencia. Acude a su refugio el presidente de la FEU Álvaro Barba Machado (1923-1962), al que Prío Socarras le había prometido mandar armas, y como sabe que esta era una promesa falsa, así se lo dice al joven dirigente estudiantil. Los estudiantes y decenas de cubanos y cubanas que acuden a la Universidad quedan a la espera de las armas que nunca llegaron.

Con Rodríguez Cruz, envía a Roberto Agramonte y Pichardo (1904-1995), Presidente del Partido Ortodoxo, su disposición a  resistir y le solicita orientaciones, pero nada le dice el desconcertado jefe político de la ortodoxia. Rodríguez Cruz se percata de que la tesis de enfrentamiento al Golpe de Agramonte, era la de realizar una resistencia cívica: Cuando le dije a Fidel -recuerda- que en la casa de Agramonte estaban elaborando cómo hacer la resistencia cívica, ideada por este, dijo una cantidad de improperios contra aquellos camajanes (6).

También Fidel envió a contactar con José Pardo Llada (1923-2009) y con otras personalidades de la oposición, pero en todas partes lo que halló fue un clima de desbandada. Ese día 10, ya en la noche, se supo que Prío Socarras había optado por exilarse en la Embajada mexicana, lo que Fidel catalogó como una cobardía (7).

Tampoco coincidirá Fidel  con los comunistas, firmes en la denuncia al cuartelazo desde el primer momento (8) pero acogidos a la fórmula de creación de un Frente Democrático Popular, que no tendría futuro alguno en el contexto de una oposición ganada por posicionamientos ideológicos y prejuicios anticomunistas: Un rasgo común de todos aquellos partidos y líderes políticos era que, a tono con la atmósfera maccarthista y con la vista siempre puesta en la aprobación de Washington, excluían a los comunistas de todo acuerdo o participación en la lucha común contra la tiranía… (9).

Fidel pasa los primeros seis días posteriores al Golpe en estricta clandestinidad. En este período la dictadura se consolida sin encontrar resistencia efectiva; ese sexto día a las seis de la tarde la policía retira el cerco que tiene sobre la Universidad. Sin dudas con un pasado tenebroso Batista y sus secuaces, intentaban mejorar su imagen. Salas Cañizares, ya nombrado brigadier general de la policía y amnistiado por el régimen, declaró que no tomaría venganza contra Fidel. Tras esas declaraciones Fidel abandonó la clandestinidad, pero ello no implicó que asumiera el pacto de silencio y olvido que de manera tácita proponía el régimen. 

La denuncia pública

Para demostrar que el golpe militar no fue una Revolución como Batista lo proclamaba, Fidel de inmediato le riposta, con un artículo titulado “¡Revolución no, zarpazo!: No fue un cuartelazo contra el Presidente Prío Socarras, abúlico, indolente;  fue un cuartelazo contra el pueblo, vísperas de elecciones… Hay tirano otra vez, pero habrá otra vez Mellas, Trejos, y Guiteras (10).  Hay opresión en la patria, pero habrá algún día otra vez libertad” (11).

Ningún órgano de prensa se atrevió a retar al dictador y  publicar el artículo de Fidel. La censura de prensa ya se había impuesto. Sin embargo, con la ayuda de su hermano Raúl Castro Ruz  y otros compañeros y compañeras, el documento se imprime en mimeógrafo.

El domingo 16 de marzo, una multitud de militantes ortodoxos acude a la tumba del fundador del partido Eduardo Chibás y Ribas (1907-1951), en el cementerio de Colón, en desafío a las fuerzas represivas que amenazantes se hacen presentes. Emilio Millo Ochoa (1907-2007), a nombre de la dirección de la organización lee un esperado Manifiesto (12) que decepciona al auditorio, por su débil apelación al restablecimiento de las garantías constitucionales y a  la creación de un frente cívico nacional. Mientras el político interviene, Fidel y sus compañeros reparten el artículo “¡Revolución no, zarpazo!”.

De pronto, en un ángulo de la concurrencia se escuchan gritos y aplausos, que focalizan la atención sobre un joven tribuno que interrumpe al orador principal: “Si Batista subió al poder por la fuerza, por la fuerza hay que derrocarlo”, reclama con enérgica voz. Quienes están más alejados y aquellos que no lo conocen preguntan: “Es Fidel Castro”,  les responden. En esos momentos la policía cerca la manifestación, y un grupo de mujeres ortodoxas rodea a Fidel y lo cubren protectoramente, y así facilitan su retirada del lugar.

Mientras la directiva ortodoxa agota el expediente legal, con la entrega de una queja-denuncia al Tribunal de Garantías Constitucionales y Sociales, y hace infructuosas apelaciones a la Organización de Estados Americanos (OEA) y la ONU, Fidel el 24 marzo tramitará en el Tribunal de Urgencia, una denuncia directa contra Batista por violar la Carta Magna de 1940, en la que se documentaba cómo el dictador había cometidos delitos de sedición, traición, rebelión, y ataque nocturno, los que acumulaban una pena de más de 100 años de cárcel (13). Como era de esperarse, la denuncia del joven abogado fue desestimada por los magistrados plegados al dictador, pero este será un sólido argumento legal, que le permitirá recurrir a la insurrección en los marcos del propio orden constitucional que Batista ha fracturado.

El 6 de abril vuelve Fidel a expresar su pública denuncia a través del artículo titulado “¿Qué diferencia hay?” que saldría publicado en la única edición impresa del periódico La Palabra, de José Pardo Llada (1923-2009). En este artículo establece una comparación entre el gobierno de Fulgencio Batista y el depuesto presidente Prío Socarras, para llegar a la conclusión de que el batistato lejos de resolver, intensifica las corruptelas del gobierno auténtico (14). La Palabra fue silenciada de inmediato por la dictadura.

Una nueva lectura

La filosofía y concepción política de Fidel se expresó de manera muy nítida en el documento de acusación a Batista, que presentó ante el Tribunal de Urgencia. Se detiene en el tema de la gestión y legitimidad de la Revolución. Fidel, del estudio y  análisis marxista de la historia cubana, latinoamericana y universal, había sacado conclusiones muy precisas: Sin una concepción nueva del Estado, de la sociedad y del ordenamiento  jurídico, basados en hondos principios históricos y filosóficos, no habrá revolución generadora de derecho, afirma en la acusación.

Precisa por demás Fidel la falta entre los golpistas de programa revolucionario, teoría y predica revolucionaria previa, junto con la ausencia total de apoyo de masas, politiqueros sin pueblo, en todo caso convertidos en asaltantes del poder (15).

Fidel tenía una absoluta claridad sobre la naturaleza del cambio revolucionario que debía realizarse en Cuba. El gobierno imperialista de los Estados Unidos era el principal enemigo de Cuba, y en la oligarquía terrateniente y capitalista nativa, tenía su principal aliado para mantener el sistema de dominación neocolonial. Sin embargo, este programa máximo debía concretarse por etapas.

En criterio de Fidel el programa mínimo para conducir a la victoria pasaba en lo inmediato por el derrocamiento de la dictadura. Por ello utiliza las más diversas formas de lucha, pero convencido de la inutilidad de las fórmulas legalistas, coloca como fundamental su trabajo en dirección a crear condiciones, fuerzas y medios para la insurrección popular armada. Así decide construir su propio aparato revolucionario para arrebatar por las armas el poder estatal a quienes lo han secuestrado.

El joven líder era consciente de que la dirección del movimiento revolucionario no podía estar en manos de los políticos burgueses, sino de una vanguardia de luchadores identificados en los ideales antimperialistas y nacional populares, y parte de que esa vanguardia no se constituirá por decreto, sino en medio de la lucha revolucionaria, conquistando con certeza y audacia el apoyo de las masas populares.

Lo primero sería la formación de un destacamento armado capaz de aportar significativamente a la caída de la dictadura. Y sus pasos se dirigieron precisamente a constituir ese grupo inicial, prepararlo política, ideológica y militarmente, obtener el armamento indispensable para derrocar la dictadura y, con esta fuerza, incorporarse a la insurrección que anunciaban las figuras que entonces gozaban de prestigio e impacto de masas: “Comencé a organizar las primeras células de acción, esperando trabajar junto a aquellos líderes del partido que podían estar listos para cumplir el deber elemental de luchar contra Batista. Todo lo que quería era un rifle y órdenes para cumplir una misión donde fuera” (16).

Confiaba Fidel que la acción revolucionaria en sí misma sería el catalizador de la concientización y acción definitiva de las masas, constituiría un motor pequeño que ayudaría a arrancar el motor grande del pueblo en Revolución. En su criterio la movilización y la participación insurreccional de las masas, constituía el factor decisivo: ningún arma, ninguna fuerza es capaz de vencer a un pueblo que se decide a luchar por sus derechos. Ejemplos históricos pasados y presentes son incontables.

El combate heroico de los trabajadores bolivianos que en abril de 1952 derrotan a la junta militar que intentaba frustrar la victoria electoral del Movimiento Nacional Revolucionario, es un nuevo argumento ratificador: “Está bien reciente el caso de Bolivia, donde los mineros, con cartuchos de dinamita, derrotaron y aplastaron a los regimientos del ejército regular”, afirmará unos meses después en su alegato de autodefensa (17).

Una alternativa en minoría

La experiencia y los métodos de lucha de la Revolución de 1933 pesaban en las nuevas circunstancias. Prácticamente todas las propuestas que se discutían y las organizaciones insurreccionalistas que surgen estaban articuladas por figuras de aquellos años. En el movimiento estudiantil predominaban las tesis del vanguardismo estudiantil, y su horizonte organizativo partía de las experiencias del Directorio Estudiantil Universitario (DEU) (18).

La vía del contragolpe de Estado, con la presencia de los elementos constitucionalistas y antibatistianos que aún existían en el Ejército profesional, centraba la táctica de unos y otros conspiradores.   Los apotegmas  de que en Cuba las revoluciones se hacían con o sin el Ejército, pero nunca contra el Ejército; con o sin los Estados Unidos, pero nunca contra los intereses del país del Norte, pesaban sobre la conciencia de la época.

La concepción fidelista de la Revolución, con su empleo fundamental de la lucha de masas, tampoco podía entenderse por los militantes del primer partido comunista. Para el marxismo existente los términos lucha armada y lucha de masas se anteponían: “En todo este período -afirma Fidel- yo mantenía los contactos con los comunistas… no se les podía pedir tampoco que tuvieran confianza en lo que íbamos a hacer. A un partido educado  en la forma clásica, con sus esquemas, sus concepciones, le era difícil” (19).

Las dificultades no sólo eran de orden teórico-conceptual. Los prestigios acumulados por las figuras políticas y las organizaciones que lideran “la oposición” al Golpe, la maquinaria política de los partidos y su fuerza clientelar, y la propia inmadurez política de las masas, hacían improbable un consenso favorable hacia la novedosa alternativa estratégica que defiende Fidel. A su vez defendía el criterio de lo imprescindible de aglutinar bajo un programa único y una dirección única, a todas las fuerzas interesadas en el derrocamiento de la tiranía, y su posición, lejos de protagonismos y vanguardismos a ultranza, será la de aportar sus esfuerzos y organización de combatientes a  quienes estuvieran decididos a conducir la insurrección:

Los primeros esfuerzos organizativos del núcleo inicial de nuestro movimiento se concretaron a crear e instruir los primeros grupos de combate, con la idea de participar en la lucha común con todas las demás fuerzas oposicionistas, sin ninguna pretensión de encabezar o dirigir esa lucha… (20).

La organización revolucionaria

Frente a la inacción de los ejecutivos ortodoxos, el joven líder realizará una febril labor de agitación para detectar la mayor cantidad posible de elementos honestos dispuestos a enfrentar el Golpe: “La tarea que hacíamos era de persuasión, adoctrinamiento, y dábamos los primeros pasos organizativos” (21).

El día 1 de mayo a pesar de las prohibiciones, para el desfile y los actos de conmemoración del Día de los Trabajadores, se realiza en el Cementerio de Colón una movilización en recordación de Carlos Rodríguez. En esta actividad Fidel conoce a Abel Santamaría Cuadrado (1927-1953).

Con un pequeño grupo de amigos, Abel había decidido actuar en repudio a la dictadura, y su primera acción fue  editar el periódico clandestino de denuncia Son los mismos.  Desde la primera conversación con Fidel quedó profundamente impresionado. En Abel  encontraría Fidel al segundo jefe del movimiento revolucionario que aspiraba organizar.

Abel convoca a sus compañeros para que conozcan personalmente a Fidel.  En este colectivo de patriotas, el joven líder ortodoxo no era un desconocido. Habían estado al tanto de sus denuncias contra el corrupto gobierno de Prío Socarras, pero el contacto personal será definitivo: Cuando Fidel tomó la palabra en aquella reunión yo tuve la impresión inmediata de que sabría guiarnos y que realizaría con éxito los planes que proponía, afirma Melba Hernández Rodríguez del Rey (1921- ) (22). Cuando nos encontramos con Fidel todo empezó a hacerse posible, ratifica Haydé Santamaría Cuadrado (1922-1980) (23).

Fidel propone y es aceptado  cambiar el nombre del periódico clandestino Son los Mismos, por otro que de un mayor impacto. El 1 de junio nace El Acusador y con el se da a conocer por primera vez el nuevo núcleo revolucionario.

Una tarea que Fidel  priorizará será la preparación ideológica y política del colectivo que tendrá la misión dirigente del movimiento. Con la participación de Abel, Montané y otros compañeros organiza un círculo de estudios marxistas, en el que ejerce como profesor (24). Desde el magisterio de Fidel los principales jefes asumen la concepción revolucionaria marxista y leninista.

Las primeras actividades conspirativas

En su labor propagandística Fidel hasta acaricia la idea de crear una estación radial clandestina. Con la colaboración de Mario Muñoz Monroy (1912–1953), los jóvenes revolucionarios se hacen de dos plantas de radio, pero su inexperiencia conspirativa les lleva a ser traicionados y descubiertos por los órganos policiales y el Servicio de Inteligencia Militar (SIM). Primero pierden una de las plantas de radio, luego el mimeógrafo donde se imprimía El Acusador, Abel, Melba y otros cinco compañeros son detenidos y sus casas sometidas a vigilancia y registro.

La mitad de la tirada de El Acusador no fue ocupada por las fuerzas represivas y el 16 de agosto –el mismo día de las detenciones-, pudo ser repartida en la Catedral habanera en la mañana y en la tumba de Chibás en el Cementerio de Colón, durante el acto que la ortodoxia realizaba en recordación de su autoinmolado líder. Ese 16 de agosto en el artículo titulado “Recuento crítico del P.P.C. (Ortodoxo)”, firmado con el seudónimo de Alejandro, Fidel define su concepción de lucha: El momento es revolucionario y no político.  La política es la consagración del oportunismo de los que tienen medios y recursos.  La Revolución abre paso al mérito verdadero, a los que tienen valor e ideal sincero, a los que exponen el pecho descubierto y toman en la mano el estandarte (25).

La detención de sus compañeros no tuvo mayores consecuencias. La dictadura no les otorga importancia a aquellos jóvenes que carecen de armas y no poseen vínculos con las organizaciones y las figuras que por entonces capitalizaban sus preocupaciones. Al celebrarse el juicio en el Tribunal de Urgencia de La Habana, en el mes de septiembre quedaron absueltos. Pero a nivel de la organización que Fidel estructura, estos primeros  reveses servirán de lección.

El joven líder aprende que la confianza se construye en fortaleza ideológica y la probada actividad revolucionaria, y asume las reglas rigurosas a las que debía ajustarse la conspiración. Al movimiento clandestino Fidel le imprimirá estrictas normas de seguridad. La estructura será celular, sin contacto entre sí, sólo ligadas a la dirección de la organización  mediante un jefe de grupo.  A partir de entonces la compartimentación  de los planes concretos fue absoluta y las medidas tomadas resultan efectivas.

En criterio de Mario Mencía al producirse la pérdida del equipo impresor y la planta de radio, prácticamente se habían cumplido los objetivos de denuncia y propaganda que se había propuesto los jóvenes revolucionarios.

El movimiento revolucionario

Fidel acude a sus amigos de Puentes Grandes y Marianao -en Coco Solo y La Ceiba-, a su base electoral de Cayo Hueso, también visita otros barios humildes del centro y la periferia de la ciudad capital: Habana Vieja, Cerro y Lawton. Encuentra en Guanajay y sobre todo en Artemisa, un nutrido contingente. Así desde el núcleo inicial logró reclutar personalmente, un contingente de jóvenes patriotas, la mayoría humildes trabajadores del campo y la ciudad.

Los bisoños militantes, se caracterizaban  por poseer una fuerte conciencia histórica, creada en el estudio de la vida y obra de José Martí. No todos tenían la claridad  de que el enemigo principal de Cuba era el sistema de dominación impuesto por el imperialismo norteamericano, pocos partían de posiciones anticapitalistas, pero entre ellos eran consensuales las posiciones nacionalistas y antinjerencistas, las ideas martianas de justicia social y dignificación humana.

Fidel se propuso convertir a los jóvenes reclutas en avezados combatientes. Realizará entre estos una sostenida labor de preparación política, de explicación de la situación nacional, sus causas y vías de solución. Utiliza el clima insurreccional que prevalece en la Universidad de La Habana, donde acudían para entrenarse  cientos de voluntarios de diversas organizaciones, para insertar a sus hombres y adiestrarlos militarmente. El mismo se vuelve a matricular en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad -4 de noviembre- para el curso académico 1952-1053, con lo que podía burlar cualquier pesquisa policial sobe su estancia en el recinto docente. Luego la preparación más específica continuará con normas más estrictas de clandestinidad, en campos de tiro deportivo y fincas cercanas a la capital.

Alejados de los banqueros y politiqueros corruptos de la época, los fondos de la organización saldrían del aporte modesto y el sacrificio personal, centavo a centavo, de los propios combatientes, pero las dificultades no solo serían de orden material.

Inmerso en la organización, estructuración y preparación de los combatientes Fidel decide involucrarse sólo en los acontecimientos públicos imprescindibles. A fines de 1952 no se les verá, a él y a la mayoría de sus compañeros, en las manifestaciones y acciones de resistencia que organizan las FEU y  otras fuerzas  de oposición.

La cotidianidad de Fidel

Los testimonios personales y de sus contemporáneos, concuerdan en anécdotas que reflejan la severa estrechez económica en la que vivía el joven revolucionario. No pocas veces carecía de recursos para comer, con el vehículo embargado por no pago, tuvo que recorrer media ciudad.

Pedro Trigo cuenta que una noche, después de haber estado todo el día acopiando las colectas de fondos del movimiento, llegó con Fidel al hogar de este. Su pequeño hijo de tres años estaba enfermo y el apartamento a oscuras porque le habían cortado el servicio eléctrico por falta de pago. Escribió Fidel una nota para que el niño fuera atendido gratuitamente por un médico amigo y le preguntó a Pedro si le podía prestar algún dinero. Los cinco pesos que su compañero le facilitó, Fidel los dejó en la casa para que su esposa comprara las medicinas del niño y algún alimento, y con su acompañante prosiguió sus gestiones conspirativas hasta la madrugada. Pedro recuerda que en el momento en que Fidel llega a su casa tenía en su bolsillo más de 100 pesos colectados para el movimiento (26).

A finales de 1952, con la también abogada Melba Hernández, Fidel es contactado por el dueño de una arrocera en Matanzas para representarlo. A medida que se adentran en el asunto, se percatan de que los mayores perjudicados serían un grupo de trabajadores agrícolas. Sin dudarlo, renuncian a la posibilidad de representar al capitalista y cobrarle sus servicios profesionales, y deciden comunicarse con los trabajadores y ofrecerles su asesoría (27). Cuando ganan la demanda, los trabajadores pasan del pesimismo al asombro, por la actitud de aquel joven abogado, que ni siquiera les aceptaba una colecta para pagar la gasolina del automóvil que había utilizado para llegar desde la capital hasta la finca matancera (28).

Muchas veces Abel y Montané, que tenían trabajos estables, apoyaron económicamente a su amigo. Yo fui el primer cuadro profesional  del movimiento, diría Fidel-. Hasta me daban algo para resolver  la comida (29).

La generación del Centenario

A principios de 1953, Fide había construido una organización político revolucionaria  que contaba aproximadamente con unas 150 células, y 1 200 efectivos, más hombres entrenados para la acción que el conjunto de todas las demás organizaciones que se oponían al régimen. En cuadro compacto el contingente organizado por Fidel, marchó por primera vez  por las calles de La Habana el 27 de enero de 1953, en la gran manifestación de las antorchas, que partió de la Colina Universitaria, para recordar el Centenario del nacimiento del Apóstol. “Ahí van los comunistas”, “esos son los comunistas” cuenta Melba Hernández que se oyó decir al inusual paso marcial de los miembros de la organización de Fidel (30).

No eran “los comunistas”, pero el pueblo premiaba a aquel peculiar contingente de jóvenes manifestantes, con el prestigio de disciplina y seriedad acumulado por los miembros del primer partido comunista. La agudeza del instinto de clase de los pobladores capitalinos encerraba por demás una premonición: los jóvenes que desfilaban eran esencialmente nuevos comunistas.

Precisamente alrededor de la significación histórica de la efeméride martiana, los jóvenes revolucionarios, comenzaron a auto reconocerse como la Generación del Centenario, y con este nombre entrarían en la historia contemporánea de Cuba.

Batista declara que su dictadura era “blanda, suave y dulce” (31), lo que motiva una fuerte reacción por parte de la oposición.   El 8 de febrero Fidel, luego de diez meses sin poder utilizar la prensa legal, responde al dictador en la revista Bohemia con un artículo en el que denuncia la destrucción del estudio y desaparición del escultor José Manuel Fidalgo (1910-1993), cuyo principal “delito” había sido colocar en una estatuilla de Martí la sentencia martiana Para Cuba que sufre (32).

El día 13 de febrero el país  fue sacudido con la muerte del joven Rubén Batista Rubio (1931-1953), quien ha estado durante 29 días entre la vida y la muerte, luego de ser baleado por la policía batistiana. Fidel y sus compañeros participan del cortejo fúnebre hasta el cementerio de Colón y luego desafiando a los cuerpos policiales regresan con paso enérgico hacia la Universidad y muy cerca del centro docente chocan con a policía. Esa misma tarde el Buró de Investigaciones de la policía batistiana levanta acta acusatoria contra Fidel y la presidenta del Frente Cívico Martiano  Aida Pelayo Pelayo (1912-1998), responsabilizándolos por los “disturbios” (33).

La responsabilidad de la Revolución


Con los hombres listos para cumplir la misión emancipadora, el problema que enfrenta Fidel es el de la inexistencia de real voluntad insurreccional en los liderazgos políticos. Fue al cabo de un año de intenso trabajo en la clandestinidad -recuerda Fidel-, cuando arribamos a la convicción más absoluta de que los partidos políticos y los hombres públicos de entonces engañaban miserablemente al pueblo (34). Unos no querían y otros no podían… (35).

Conoce Fidel de la organización del Movimiento Nacional Revolucionario (MNR), por parte de profesor universitario Rafael García Bárcena (1907-1961), combatiente de la Revolución de 1930 (36). Aunque Fidel no era partidario de repetir lo hecho por el dictador y dar el contragolpe de tomar Columbia, está dispuesto a  secundar el plan. Le asegura  al profesor García Bárcena que él cuenta con todos los combatientes que precisa el plan y le recomienda la mayor compartimentación.

García Bárcena no cumple las recomendaciones de clandestinaje sugeridas por Fidel y continúa realizando contactos y explicando el plan en detalle a otras muchos grupos y organizaciones. Ante esta eventualidad la participación en la acción organizada por el MNR fue discutida en el seno del movimiento. Abel era partidario de incorporarse, pero a pesar de la ansiedad por entrar en combate que todos tienen, Fidel convence a los compañeros de la dirección del movimiento, sobre la conveniencia de no participar.  Intuía el cada vez más avezado jefe revolucionario, que sin medidas de seguridad el plan debía estar en conocimiento de la inteligencia enemiga.

Era tanta la certeza que tenía Fidel del probable fracaso del plan del MNR, que orientó  a sus más cercanos colaboradores que no estuvieran en La Habana en la fecha en que estaba anunciada la toma de Columbia. El día 5 de abril fijado por García Bárcena para la acción, los cuerpos represivos lo hacen prisionero junto a numerosos complotados. 

El fracaso del MNR, sería decisivo para  Fidel.  Ese 5 de abril, en cumplimiento de lo que él mismo le había orientado a la dirección del movimiento, viaja a Palma Soriano y Santiago de Cuba. Ya comenzaba a implementar  las medidas prácticas  para las acciones que en breve emprendería: “Fue entonces cuando, partiendo de nuestra convicción de que nada podía esperarse de los que hasta entonces tenían la obligación de dirigir al pueblo en su lucha contra la tiranía, asumimos la responsabilidad de llevar adelante la Revolución” (37).

Notas

1.  Ver: Felipe de J. Pérez  Cruz: Fidel: La forja de un joven revolucionario (I), Rebelión, 19-08-2011, http://www.rebelion.org/noticia.php?id=134291; Fidel Castro: La estrategia de ruptura. El primer plan para la toma del poder (2), Rebelión, 30-08-2011, http://www.rebelion.org/noticia.php?id=134844
2.  Ver: La Prisión Fecunda, Editora Política, La Habana, 1980; El Grito del Moncada, Editora Política, La Habana, 1986; Tiempos Precursores, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1986; El Moncada, la respuesta necesaria; Publicaciones del Consejo de Estado, La Habana, 2006.
3.  Mario Mencía: El Grito del Moncada, Editora Política (tomo I), La Habana,  p. 145.
4.  William Gálvez: Crónicas de la lucha revolucionaria en Cuba. Fidel y Raúl el 10 de marzo de 1952, La Jiribilla. Revista Cultural Cubana, La Habana, Año IX, La Habana, 2010, www.lajiribilla.cu/sumario/historia.html
5.  También conocido como Partido Ortodoxo.
6.  William Gálvez: Crónicas… Ob. cit.
7.  Ident. ante.
8.  Ver: Noticias de Hoy, 11 de marzo de 1952; El Partido Socialista Popular enjuicia el Golpe de Estado, en Centro de Estudios de Historia Militar: Moncada, antecedentes y preparativos, Editora Política, La Habana, 1985, p 73-74
9.  Fidel Castro Ruz: Discurso pronunciado en el acto central en conmemoración del XX aniversario del ataque al Cuartel Moncada, efectuado en el antiguo Cuartel convertido hoy en escuela, en Santiago de Cuba, el 26 de julio de 1973, http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/1973/esp/f260773e.html
10.  Se refiere a Julio Antonio Mella (1903-1929), fundador del primer Partido Comunista en 1925.  Rafael Trejo (1910-1930), estudiante revolucionario que fue gravemente herido en la manifestación del 30 de septiembre de 1930, cuya muerte un día después, conmovió al país y fue punto de despegue para la resistencia popular al régimen del tirano Gerardo Machado y Morales (1871-1939). Antonio Guiteras Holmes (1906-1935), ministro de gobernación en el Gobierno de los Cien Días, fundador de la organización revolucionaria Joven Cuba en 1934.
11.  Ver: Fidel Castro Ruz: Revolución no, zarpazo, en Centro de Estudios de Historia Militar: Moncada, antecedentes y preparativos, Ob. cit., p 61-63
12.  Ver: Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo): Manifiesto de la ortodoxia  al pueblo de Cuba, en Centro de Estudios de Historia Militar: Moncada, antecedentes y preparativos, Ob. cit., p 105-109.
13.  Ver: Fidel Castro Ruz: Al Tribunal de Urgencia, en Centro de Estudios de Historia Militar: Moncada, antecedentes y preparativos, Ob. cit., p 122-125.
14.  Ver: Fidel Castro Ruz: ¿Qué diferencia hay?,  en Centro de Estudios de Historia Militar: Moncada, antecedentes y preparativos, Ob. cit., p 136-137
15.  Ver: Fidel Castro Ruz: Al Tribunal de Urgencia, en Centro de Estudios de Historia Militar: Moncada, antecedentes y preparativos, Ob. cit., p 123.
16.  Fidel Castro Ruz: Entrevista con un reportero de la revista mexicana Política en 1967, en Mario Mencía: Ob. cit (tomo II), p 364.
17.  Fidel Castro Ruz: La Historia me absolverá. Edición notada, Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, La Habana, 2008, p 43
18.  Organización política estudiantil surgida en 1927 y reconstituida en 1930.
19.  Fidel Castro Ruz: Algunos aspectos de la Revolución Cubana.  Entrevista  a Oleg  Darushenkov, Kommunist, Moscú, No. 15, 1978.
20.  Fidel Castro Ruz: Discurso pronunciado en el acto central en conmemoración del XX aniversario del ataque al Cuartel Moncada, Ob. cit.
21.  Ignacio Ramonet: Cien horas con Fidel. Conversaciones con Ignacio Ramonet, Oficina de Publicaciones el Consejo de Estado, La Habana, 2006, p 150.
22.  Melba Hernández: Un equipaje valioso, en Centro de Estudios de Historia Militar: Moncada, antecedentes y preparativos, Ob. cit., p 204.
23.  Haydé Santamaría Cuadrado: Haydee habla del Moncada, Ediciones, El Orientador Revolucionario Comisión de Orientación Revolucionario del CC del PCC, La Habana, No. 21, 1967, p 27.
24.  Ver: Ignacio Ramonet: Cien horas con Fidel. Conversaciones con Ignacio Ramonet, Ob. cit, p 151.
25.  Ver: Fidel Castro Ruz: Recuento crítico del P.P.C. (Ortodoxo), en Centro de Estudios de Historia Militar: Moncada, antecedentes y preparativos, Ob. cit., p 156-157.
26.  [sic.]
27.  Melba Hernández: Un equipaje valioso, Ob. cit;
28.  Santiago Cardosa Arias: Presencia de Fidel en la finca Ácana, Matanzas, en Marta Rojas y otros: Antes del Moncada. Editorial Pablo de la Torriente Brau, La Habana, p  240.
29.  Mario Mencía: Ob. cit (tomo II), p 412; Ignacio Ramonet: Ob. cit., p 151-152.
30.  Melba Hernández: Un equipaje valioso, Ob. cit., p 206.
31.  Mario  Mencía: Ob. cit. p 316.
32.  Ver: Fidel Castro Ruz: Asaltado y destruido el estudio  del escultor Fidalgo, Bohemia, 8 de febrero de 1953, http://www.martiano.cu/paginas/martifidel/fidalgo.html
33.  El juicio fue dejado sin efecto cinco días antes de realizarse.
34.  Fidel Castro Ruz: Discurso pronunciado en el acto central en conmemoración del XX aniversario del ataque al Cuartel Moncada, Ob. cit.
35.  Fidel Castro Ruz: Algunos aspectos de la Revolución Cubana.  Ob. cit,
36.  Ver: Rafael García Bárcena: Propósitos y bases del Movimiento Nacional Revolucionario, en Centro de Estudios de Historia Militar: Moncada, antecedentes y preparativos, Ob. cit., p 64-67
37.  Fidel Castro Ruz: Discurso pronunciado en el acto central en conmemoración del XX aniversario del ataque al Cuartel Moncada, Ob. cit.,