Fidel Castro sigue vivo, o eso parece a tenor de la imagen, en la que se le observa hojeando un diario del pasado viernes, y facilitada por los medios oficiales cubanos, que saben mucho de estas cosas. La fotografía, disponible en periódicos de todo el mundo, es la de un asesino, como Ernesto “Che” Guevara, y de un dictador que prohíbe, encarcela y tortura en nombre de esa libertad que dice defender. A Fidel se le admira en España por parte del progresismo militante al que le sientan bien esas expresiones de revolución, compromiso y otros términos acuñados a la medida de un lenguaje alejado de la realidad cubana, dura, triste y alienada, mientras en este país se vive estupendamente y respirando unos derechos que para sí quisieran la mayoría de habitantes de la isla. Abrazarnos con el dictador revolucionario, es exigencia de política internacional, y lo han hecho González, Aznar y los ministros del leonés errante, que andaba liado con aquello de la Alianza de Civilizaciones; también visitaron a Gadafi, poco antes de enterrarlo a manos de sus propios perseguidores, porque la cuestión es casi siempre, económica más que otra cosa. Lo verdaderamente triste, es la ignorancia de quienes no saben como Fidel y Ernesto asesinaron a muchos compatriotas por pensar de modo diferente, o por adherirse a ideas distintas a las revolucionarias, impuestas a base de fusil y metralleta. Desde la distancia geográfica y temporal, no parece que haya tanta diferencia con el régimen militar que gobernó en España cuarenta años, dictadura que todavía perseguía hace poco más de un año el juez Garzón. La pena es que se le olvidó perseguir los crímenes de Fidel Castro que sigue vivo, leyendo la prensa, como si nada. A ver si aún está a tiempo de hacerlo.